jornada
letraese

Número 223
Jueves 5 de Febrero del 2015


Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


Los mil nombres de
María Camaleón

Pedro Lemebel*

Como nubes nacaradas de gestos, desprecios y sonrojos, el zoológico gay pareciera fugarse continuamente de la identidad. No tener un solo nombre ni una geografía precisa donzde enmarcar su deseo, su pasión, su clandestina errancia por el calendario callejero donde se encuentran casualmente; donde saludan siempre inventando chapas y sobrenombres que relatan pequeñas crueldades, caricaturas zoomorfas y chistosas ocurrencias. Una colección de apodos que ocultan el rostro bautismal; esa marca indeleble del padre que lo sacramentó con su macha descendencia, con ese Luis junior de por vida. Sin preguntar, sin entender, sin saber si ese Alberto, Arturo o Pedro le quedaría bien al hijo mariposón que debe cargar con esa próstata de nombre hasta la tumba. Por eso odia tanto ese tatuaje paterno, ese llamado, ese Luchito, ese Hernancito chico y minusválido que a los homosexuales sólo les sirve para el desprecio y la burla.

Así, el asunto de los nombres no se arregla solamente con el femenino de Carlos; existe una gran alegoría barroca que empluma, enfiesta, traviste, disfraza, teatraliza o castiga la identidad a través del sobrenombre. Toda una narrativa popular del loquerío que elige seudónimos en el firmamento estelar del cine. Las amadas heroínas, las idolatradas divas, las púberes doncellas, pero también las malvadas madrastras y las lagartas hechiceras. Nombres adjetivos y sustantivos que se rebautizan continuamente de acuerdo al estado de ánimo, la apariencia, la simpatía, la bronca o el aburrimiento del clan sodomita siempre dispuesto a reprogramar la fiesta, a especular con la semiótica del nombre hasta el cansancio.

De esto nadie se escapa, menos las hermanas sidadas que también se catalogan en un listado paralelo que requiere triple inventiva para mantener el antídoto del humor, el eterno buen ánimo, la talla sobre la marcha que no permite al virus opacar su siempre viva sonrisa. De esta forma, el fichaje del nombre no alcanza a tatuar el rostro moribundo, porque existen mil nombres para escamotear la piedad de la ficha clínica. Existen mil formas de hacer reír a la amiga seropositiva expuesta a la baja de defensas si cae en depresión. Existen mil ocurrencias para conseguir que se ría de sí misma, que se burle de su drama. Empezando por el nombre.

La poética del sobrenombre gay, generalmente excede la identificación, desfigura el nombre, desborda los rasgos anotados en el registro civil. No abarca una sola forma de ser, más bien simula un parecer que incluye momentáneamente a muchos, a cientos que pasan alguna vez por el mismo apodo.

Quizás, el listado de chapas que se usan para renombrarse, incluyan un denso humor, un ácido acercamiento a esos “detalles y anomalías” que el cuerpo debe sobrellevar resignado. A veces cojeras, hemiplejías o “sutiles fallas” que tanto cuesta disimular, que tanto molestan y avergüenzan como agregados de la falla mayor. En este caso el apodo alivia el peso, subrayando de luminaria un defecto que más duele al tratar de esconderse. El apodo hace de ese lunar con pelos, una duna de felpa. De esa jodida joroba, un Sahara de odalisca. De esos ojos miopes, un sueño de geisha. De ese enanismo petiso, un Liliput mini y recatado. De esa nariz de hacha, un ventisquero de alientos. De esa obesa calamidad, una nube blanca y rosada a lo Rubens. De esa calva simulada por una partidura casi en la oreja, un brillo de cráneo para la buena suerte. De esas elefánticas orejas, un par de abanicos flamencos. De esa boca de buzón, un beso empapado de tormenta. En fin, para todo existe una metáfora que ridiculiza embelleciendo la falla, la hace propia, única. Así la sobreexposición de esa negrura que se grita y llama y se nombra incansable, ese apodo que al comienzo duele, pero después hace reír hasta a la afectada, a la larga se mimetiza con el verdadero nombre en un rebautismo de ghetto. Una reconversión familiar que hace de la caricatura una relación de afecto.

Hay muchas y variadas formas de nombrarse; está el típico femenino del nombre que agrega una “a” en la cola de Mario y resulta “Simplemente María”. También esos familiares cercanos por su complicidad materna; las mamitas, las tías, las madrinas, las primas, las nonas, las hermanas, etc. Además de otros personajes semi campestres, algo inocentes, que se extraen del folclor como las Carmelas, las Chelas, las Rosas, las Maigas, etc. Para las más sofisticadas se usa el remember hollywoodense de la Garbo, la Dietrich, la Monroe, la West. Pero para Latinoamérica hay nombres de vírgenes consagradas por la memoria del celuloide más cercanas: la Sara Montiel, la María Félix, la Lola Flores, la Carmen Miranda. Nadie sabe por qué las locas aman tanto a estas señoras doñas tan lejanas en el tiempo, y a veces casi extraviadas por el sepia de sus fotos. Nadie lo sabe, pero esos nombres se han homosexualizado a través de los miles de travestis que hacen su copia. A través de la mímesis de sus gestos y miradas matadoras. Toda marica tiene dentro una Félix, como una Montiel, y la saca por supuesto, cuando se encienden los focos, cuando la luna se descuera entre las nubes.

El listado se alarga a medida que la moda impone estrellas con algo de gusto y el affaire coliza, a medida que se hace más útil un stock de nombres para camuflar la rotulación paterna, a medida que se requiere más humor para sobrellevar la carga sidosa. Aquí van algunos, sólo y exclusivamente de muestra, rescatados de las densas aguas de la cultura mariposa:

La Desesperada, La Cuando No, La Cuando Nunca, La Siempre en Domingo, La María Silicona, La María Tres Cocos, La Cortavientos, La Puente Cortado, La Maricombo, La Maripepa, La Faraona, La Lola Flores, La Sara Montiel, La Carmen Sevilla, La Carmen Miranda, La María Félix, La Fabiola de Luján, La Loca de la Cartera, La Loca del Pino, La Loca del Piano, La Loca del Moño, La Cola del Rincón, La Cola del Barrio, La Coca Cola, La Pinche, La Lola, La Rose, La Denisse, La Susi, La Pupi, La Mimi, La Bambi, La Teté, La Totó, La Nené, La Lulú, La Tacones Lejanos, La Saca Corchos, La Chupadora Oficial, La Chupá Millonaria, La Licuadora, La Multimatic, La Multiuso, La Palanca, La Moderna, La Freno de Mano, La Patas Negras, La Patas Verdes.

La Yuyito, La Pata Pelá, La Pelá, La Pituca, La Putifrunci, La Frunci, La Chumilou, La Trolebús, La Claudia Escándalo, La Ilusión Marina, La Lola Puñales, La Yo No, La Compra Almas, La Pide Fiado, La No Se Fía, La Perestroika, La Poto Aguja, La Siete Potos, La Poto de Palo, La Poto Ronco, La Abeja Maya, La Wendy, La Ahí Va, La Ahí Viene, La Esperanza Rosa, la Bim Bam Bum, La Fácil de Amar, La Krugger, La Burger Inn, La Prosit, La Piola, La Ninja, La Karate Kid, La Si Me Llaman Voy, La Doctora, La Diente de Leche, La Poto Asesino, La Llave de Cachete, La María Misterio, La María Sombra, La María Riesgo, La María Acetate, La María Sarcoma, La Mosca Sida, La Frun-Sida, La María Lui-Sida, La Lú-sida, La Bien Pagá, La Nomeolvides, La Ven-Seremos, La Zoila Sida, La Zoila Kapposi, La Sida Frappé, La Sida On The Rock, La Sui-Sida, La Insecti-sida, La Depre-sida, La Ven-Sida…


* Texto extraído del libro Loco afán. Crónicas de sidario. LOM Ediciones, Chile, 1997.

 


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