Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 23 de marzo de 2014 Num: 994

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Una vez más
Rolando Hinojosa

Ricardo Bada

Polonia cultural:
esbozos de un panorama

Fernando Villagómez

Dos poetas

Dos cuentos
Slawomir Mrozek

Polonia, letra y cultura
Ewa Agata Bałazinska

Los mentados
hermanos Limas

Julio Astillero

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Columnas:
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Enrique López Aguilar
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Enrique López Aguilar
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Calvino y Borges en el laberinto (III Y ÚLTIMA)

Las memorias de Casanova muestran los procesos de un personaje en el que, a pesar de él mismo, todas las experiencias tenidas con mujeres, cada figura, cada rostro y cuerpo, hacen acto de presencia de manera casi simultánea, por encima, incluso, de los deseos y las intenciones del protagonista.

Cada mujer condena a Casanova a tenerla en la memoria y a hacérsele presente frente a otra, no bien inicie una nueva aventura, y si la nueva debe combatir con el fantasma de otra (simultánea, del pasado, con ella misma en su juventud, con su condición borrosa o con ella en el futuro, sin Casanova y con otros hombres), ella tendrá el “privilegio” de habitar esa memoria, de adueñarse inoportunamente de la misma cuando aparezca una nueva mujer, y así hasta el fin de las memorias y la capacidad aventurera del narrador.

Entre Yu Tsun y Casanova se encuentra una fraternidad: ambos son personajes narradores que requieren de la palabra escrita para dilucidar su encuentro con el laberinto, sin que éste parezca exorcisarse por el hecho de quedar descrito sobre la hoja en blanco. Yu Tsun aspira a morir para reencontrarse con Stephen Albert en otro universo paralelo y poder mantener con ese Goethe una relación de amistad que en este plano del laberinto no pudo sostener; Casanova escribe tratando de dilucidar sus perplejidades, pero no consigue sino establecer el principio de un sistema de permutaciones memorísticas que volverían asunto más que proustiano el intento de recuperar la esencia de una sola de las mujeres entrevistas durante su experiencia amorosa. Mientras que Yu Tsun vive en un laberinto y desea pasar a otro, Casanova percibe difusamente que él es el laberinto o, peor aún, es al mismo tiempo el Minotauro y el Laberinto. El perverso mecanismo de su infelicidad se vuelve más complejo conforme aumenta el número de mujeres en su vida. Si se piensa en esa numerología un tanto burlona que Da Ponte pone en boca de Leporello, en Don Giovanni, de Mozart, la cifra resulta abrumadoramente atroz no bien se traspone a las memorias de Casanova mediante un simple cálculo probabilístico: Madamina, il catalogo è questo / delle belle che amò il padrón mio: / un catalogo egli è che ho fatt’io; / osservate, leggete con me. / In Italia seicentocuaranta, / in Almagna duecentotreintuna, / cento in Francia, in Turchia novantuna, / ma in Ispagna son già / mille e tre. En la cuenta de Mozart y Da Ponte son 2 mil 065 mujeres burladas por don Juan, guarismo lo suficientemente elevado como para que sea equivalente al zahir borgeano: en esa suma final ubicada en las postrimerías de la vida del protagonista, todo es resta y olvido: ningún rostro puede emerger con claridad desde ese borroso magma.

Cotejar lo poco que se encuentra traducido al español de las Memorias del Casanova histórico permite suponer que las cifras proferidas por Leporello no hubieran sido del disgusto del veneciano, pero puede tomarse el caso menos numeroso, el de Turquía: noventa y un mujeres. El proceso de la memoria de Casanova tendría que ser factorial: 191, es decir, 1 + 2 + 3… 91: el número resultante de esa suma sería la cantidad de combinaciones posibles que la memoria de Casanova podría hacer con el recuerdo de noventa y un mujeres distintas, lo cual apenas se deja atisbar en el abismo enunciado por Calvino, pues el universo que maneja durante los cinco momentos del relato es de sólo siete personajes femeninos. El resultado de la factorialización turca, según Mozart-Da Ponte, es de 4 mil 186 memorias de posibles mujeres. De proseguir en esta misógina colección, los enunciados factoriales serían: 1640 + 1231 + 1100 + 191 + 11,003. Borges diría que el resultado es mensurablemente finito y elevado, aunque excesivo para la limitada memoria humana, lugar donde se ramificarían los posibles recuerdos del seductor italiano hasta llegar al olvido y la confusión. El resultado final, humanamente hablando, sería equivalente al de la eternidad.

Ambos cuentos concluyen en un punto donde el resto es suponer alguna clase de encuentro con el laberinto, sea temporal o memorístico, y bien podrían compartir el mismo final: “No sabe (nadie puede saber) mi innumerable contrición y cansancio”, concluye Stephen Albert en “El jardín de los senderos que se bifurcan”, después de haber asesinado a Yu Tsun.

El cuento de Borges es más vasto y complejo, más fundador que el de Calvino, pero éste tiene la sabiduría de plantear el laberinto desde una liza individual, desde la certeza un tanto vertiginosa de que las bifurcaciones de la memoria también son una forma de la pesadilla.