o logro disuadirme de comentar la Antonieta (1900-1931) de Fabienne Bradu, porque la mitad que llevo leída en estos días me ha gustado-conmovido-admirado-etcétera tanto más que en mi primera lectura de hace años, que el entusiasmo es más fuerte que la razón y me lleva a seguir adelante con este comentario, sobre todo para transmitir la idea que irrumpió en mi reflexión al respecto, y que se refiere a una amplia premiación, que destino al libro y a su autora.
Los fundamentos, éstos sí, han sido y son de lo más razonados y razonables, y me parece que incontrovertibles. Los enumeraré una vez que anticipe o advierta que el premio que digo, y que atribuyo a la Antonieta (1900-1931) de Fabienne Bradu, no existe más allá de esta expresión que hago de él, por más que desearía contar con los medios que otorgaran la materialización que merece tanto la idea como el premio y lo
premiable, es decir, la Antonieta (1900-1931) de Fabienne Bradu .
No sé cómo me atrevo no sólo a premiar, aun cuando no sea sino con un premio inexistente, una lectura y a su autora, sino a enterar de esto y por tanto enfrentar con esto nada menos que a una crítica de altura en México, destacable entre/comparable con los más altos críticos y críticas para empezar de México, pero me animaría a extender el juicio y tocar a críticos y críticas del otro lado de las fronteras terrestres y marítimas mexicanas, al norte, al sur, al oriente y al occidente.
Como autora, en mis comienzos temí tanto la crítica que viví ofuscada y ni siquiera podía despejarla y encontrar la lección que suele contener en el fondo, o el bien que se oculta en el mal, lo que el proverbio de que no hay mal que por bien no venga recoge con exactitud. Por suerte, con el paso del tiempo se me ha desnublado la vista (y de paso las emociones) lo suficiente para de entrada dar con la enseñanza y ahorrarme así tormentos de los que no hacen sino provocar más tormentos, especialmente durante los insomnios, especialmente del tipo agudo de insomnio que solemos padecer los autores, especialmente los inseguros que, me temo, somos, hemos sido y habremos de ser la mayoría, de tres cuartas partes de los cuales ni siquiera esto llega a conocerse, pues viven, han vivido y vivirán en la mayor oscuridad de las oscuridades.
Pero estoy divagando, de modo que me orillo a concentrarme y enunciar algunos valores que reconocería el premio que digo si el azar lo pusiera en manos de un mecenas sensible, racional, conocedor y educado que lo materializa.
De mis notas sueltas: Premiaría la Antonieta (1900-1931) de Fabienne Bradu, y a Fabienne Bradu por su Antonieta (1900-1931), como biografía, por su profesionalidad como tal y, además, en un medio que no ha destacado en la práctica de la biografía como género. Para constatar la calidad meritoria del premio como investigación, leer el prólogo a dos décadas de la primera edición. Premiaría libro/autora como texto literario por el manejo del español; por el vocabulario; por el conocimiento del idioma; y más cuando el español no es la lengua materna
de la autora.
Premiaría libro/autora por el tema, por la protagonista en sí, que además se proyectó a tal grado en el momento que vivió, que su historia se impone en la Historia, que además hace el libro/autora premiable desde el punto de vista de la Historia como término genérico. Encuentro la Antonieta (1900-1931) de Fabienne Bradu premiable, premiable, premiable. Incluso como narración de suspenso. El lector se pregunta ¿Y luego qué sucede?
, y no descansa mientras la lectura no le contesta Esto y esto y esto; ¿quieres más?
Sí; quiero saber más.
Pues entonces sigue leyendo, lector voraz, insaciable, buen lector.
La autora de esta biografía multipremiable tiene alta calidad de investigadora (a la bibliografía, incluye testimonios orales); alta calidad de narradora (destreza, capacidad para el diálogo, inteligencia para conjeturar sin desbarrar, con pausa proustiana para expresar cada punto a su ritmo, sin permitir –sin angustiarse al no permitir– que un punto se encime en otro, o lo atropelle con tal de decirse
él); alta calidad de conocedora serena de la historia de México.
La Antonieta (1900-1931) de Fabienne Bradu es premiable, también, por su accesibilidad y atractivo por parte del lector general, no sólo el mexicano, no sólo el mexicano femenino.
Y por ahora, he dicho.