l sistema científico mexicano se encuentra literalmente atorado por tres razones principales: a) No crece, pues hasta ahora no se han creado nuevas instituciones de investigación ni se han ampliado las ya existentes; b) No existen planes de retiro razonablemente buenos para que los investigadores de edad avanzada se jubilen y sus lugares puedan ser ocupados por las nuevas generaciones, y c) No se abren nuevas plazas para que los jóvenes mexicanos recién graduados en el país o en el extranjero se incorporen a las instituciones nacionales. Se trata de un problema complejo en el que todos estos elementos están relacionados. Este estancamiento es, a mi juicio, el principal desafío que enfrenta el desarrollo de la ciencia en nuestro país.
El aumento de los recursos para ciencia, tecnología e innovación que se está produciendo es, sin duda, un elemento necesario para destrabar el problema descrito, pero no es suficiente, si no se acompaña de líneas de acción muy claras para encarar de forma particular cada uno de los temas señalados. Hay varios intentos en marcha. La ampliación de las instituciones depende de la definición de prioridades que se espera se expresen en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, cuya elaboración está a cargo del Consejo Nacional de Ciencia y tecnología (Conacyt), el cual en un tiempo breve, pero aún no determinado, se dará a conocer.
Sobre los planes de retiro (uno de los temas, sin duda, más difíciles), cada institución hace lo que puede. La Universidad Nacional Autónoma de México, por ejemplo, realiza experimentos en los que a profesores e investigadores mayores de 70 años, se les otorga un ingreso adicional a la pensión del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado, además de mantenerles vigente su seguro de gastos médicos. El Centro de Investigación y de Estudios Avanzados, del Instituto Politécnico Nacional, ha planteado otras fórmulas que no han podido concretarse todavía o están en proceso. El hecho es que, a pesar de su importancia, se trata de esfuerzos aislados y muy costosos, por lo que se requiere de una estrategia general que rompa con los obstáculos que impiden un retiro digno de quienes han dedicado sus vidas a crear y difundir los conocimientos en los que se ha sustentado el desarrollo del país.
Pero en realidad no me quería referir por ahora a esos temas, sino al de las 500 nuevas plazas para investigadores jóvenes que acaban de aprobar los legisladores como parte del presupuesto del Conacyt. En el medio científico existe coincidencia unánime de que esta es una de las mejores noticias, no por el número de espacios que se abren (en realidad son muy pocas considerando que en México se gradúan al año unos 2 mil doctores), sino por su significado, pues incursionan por una ruta que por años permanecía cerrada. La aprobación no fue fácil, ya que algunos legisladores (del Partido Acción Nacional) las impugnaron al principio al confundirlas con puestos que engrosarían alguna burocracia.
Para darnos una idea del escenario en el que se inserta esta iniciativa, basta decir que el número de investigadores mexicanos que trabajan en Estados Unidos es de aproximadamente 10 mil y los que se encuentran en Europa y Asia es otro tanto (según lo ha informado el presidente de la Academia Mexicana de Ciencias, José Franco). Por su parte, el Sistema Nacional de Investigadores cuenta con alrededor de 20 mil científicos y tecnólogos. Significa que la mitad de los expertos mexicanos laboran fuera de nuestro país.
Por otra parte, México invierte cuantiosos recursos en becas para realizar estudios de especialización, maestría y doctorado tanto en México como en el extranjero, así como en infraestructura de posgrados. Sin embargo, estos jóvenes al terminar sus estudios no encuentran trabajo, pues simplemente no hay plazas.
Pero ¿que características tendrán estas 500 nuevas plazas? Bueno lo sabremos hasta que aparezca la convocatoria el próximo enero; no obstante, según se ha adelantado tendrán características especiales, lo que las convierte en realidad en un experimento.
El nombre que se les ha dado es el de Cátedras Conacyt
y no serán asignadas a las instituciones. La razón, de acuerdo con lo que explicó el director general de este organismo, Enrique Cabrero –durante una conferencia impartida en noviembre en FLACSO–, es que se quiere librar a los jóvenes de la carga que algunas instituciones les imponen que los alejan de la investigación.
Cabrero dijo que diversos estudios muestran que es entre los 25 y 40 años cuando se producen algunas de las mejores ideas científicas; y es precisamente al concluir los jóvenes su doctorado cuando hay que ofrecerles las mejores condiciones para hacer investigación, pues es en la primera década en la que incluso pueden ser geniales. Pero (...) en México a esa edad no tienen plaza y eso es un drama
, lamentó.
Si bien ahora se afinan los detalles de la convocatoria, Cabrero adelantó que estos jóvenes si bien trabajarán en distintas instituciones, ¡serán investigadores del Conacyt no de las instituciones! Las universidades y centros de investigación tendrán que presentar solicitudes de acuerdo con sus necesidades, las cuales serán evaluadas por comités ad hoc, se seleccionarán los candidatos que reúnan el perfil y se firmarán los convenios respectivos.
Se trata de un experimento novedoso que se realiza por primera vez en nuestro país. Habrá que esperar los términos precisos de la convocatoria. Pero como sea, la buena nueva es que se comienzan a abrir nuevos espacios para los jóvenes científicos.