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Andanzas

Noche de gala: 50 años de la CND

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Escena de Mono Lisa, de Itzik GaliliFoto cortesía del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
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specialísima y apoteósica fue la función de la Compañía Nacional de Danza (CND) del 26 de noviembre, en el Palacio de Bellas Artes, como parte de las presentaciones que se realizan para conmemorar 50 años del reconocimiento oficial de la fusión de las agrupaciones de danza clásica en México, una vez que la danza contemporánea, el Ballet de Bellas Artes, dejó de existir como grupo representativo y subsidiado por el gobierno mexicano.

Nuevas y viejas generaciones, en un ambiente de regocijo, no parecían recordar o conocer el lado oscuro de la historia que, como siempre, es escrita a su modo por los poderosos.

Un programa difícil, seleccionado para mostrar los avances de 50 años de trabajo, fue el punto nodal. Como suele decirse, lo importante es lo de ahora, a quién le importa la historia de otros, su lucha, las raíces de una danza nacional, que, como suele suceder, se tropieza y se diluye por la falta de unidad, de un proyecto claro y de talento.

Sin embargo, estallaron los aplausos del público en cada aspecto que aparecía en pantalla sobre los constructores de una ambiciosa compañía de ballet. El público reunido en Bellas Artes parecía saber quién era quién, distinguiendo y aplaudiendo perfectamente a los que fueron los verdaderos forjadores de ese proyecto, un tanto plagado de oportunistas y aviadores, poco avezados en el asunto o, peor aún, sin capacidad.

Es fabuloso, después de todo y con todo, que la CND esté viva y saludable, aunque despaciosa y medio desorientada de temps en temps, pero siempre con la sangre vigorosa y potente de una juventud deseosa de luchar y mejorar cosas, lo que es de incalculable valor; en lo que el dominio técnico y la disciplina, que incluye esa especie de ordenamiento militar, hace de un cuerpo de baile y de sus figuras sobresalientes, un equipo único de trabajo, de entrega total, de ilusiones, esperanzas y sacrificios, pero sobre todo de la pasión por bailar, ser y expresarse. Y como suele suceder, aparte del presupuesto lo inminente es el talento, la creatividad, originalidad y autenticidad, lo que ahuyenta la mediocridad o la triste copia.

Es evidente la necesidad de coreógrafos de gran nivel y actualidad que abran un camino nuevo, así como dar más lugar y seguridad a los bailarines.

Aún no salen las estrellas tan necesarias en el ballet, pues obviamente se ha escogido esa ruta, se sigue acostumbrando no dar crédito suficiente o estelar a los artistas, en un ambiente en el que las estrellas parecen ser siempre los funcionarios o amigos de éstos, y no la vida de un grupo, película, teatro. Los bailarines son los que se ven y resaltan cautivando al público; los que jalan al auditorio y resumen en su cuerpo el monumental esfuerzo de crear y mantener una gran compañía.

Se ha avanzado muchísimo, los conjuntos ya van parejitos, iguales, como los ha diseñado el autor; ahora se ven maravillosos y mucho mejor ellas y ellos. Hay potenciales importantes, y creo que llegará el momento en que surgirán imponentes figuras al nivel de las grandes compañías de ballet tradicional e internacional.

Es importante mencionar que hay gente estupenda, excelente, bailando contemporáneo en la CND, con el entrenamiento del ballet, que indudablemente abre las puertas del dominio corporal, amén de la capacidad interpretativa, que por lo general no se domina del todo en el entrenamiento del contemporáneo, por su historia, técnica y sistema; el cómo se imparte el conocimiento en este país, lo cual es un amplio tema para otra ocasión.

Es claro que el público adora un nivel casi virtuoso en la danza. El público mexicano ha crecido notablemente en la apreciación de este arte, con todo y los acostumbrados paleros, como parte ya irremediable en tantos aspectos de nuestra sociedad: los cuates, los acarreados, los parientes.

Es emocionante también ver el camino abierto, exaltado y preparado para el ballet mexicano y las inmensas posibilidades de una madurez prolífica y auténtica, hay tanto que decir. Una muestra fue la obra presentada del maestro Maurice Béjart, El pájaro de fuego, obra estrenada hace 43 y que sigue viva, palpitando en los cuerpos, entre el ballet y la danza contemporánea, unificados, fundidos, entregados en la creatividad, la idea y cómo decirla honestamente, con talento y calidad.

La CND tiene el camino abierto; sólo falta la mezcla preciosa de los elementos, en la que el talento creativo, coreográfico, es sin duda lo esencial, así como el talón de Aquiles de cualquier bello grupo.

Una importante tarea para la entusiasta Laura Morelos, nueva directora de la compañía, quien posee la energía, sensibilidad, apoyo y conocimientos para avanzar un buen trecho en la historia del ballet y la danza mexicana a quien deseamos el mejor rumbo y éxito.