l miércoles 23 de octubre de 2013, hace apenas poco más de un par de semanas, Guillermo Tovar de Teresa ofreció una conferencia magistral, en ocasión del LXXXV aniversario de la fundación de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada. Fue su última conferencia y, en rigor, fue la primera después de años de no hablar en público. Días antes lo vi, muy contento en Casa Lamm el día que se presentó el libro de Xabier Guzmán Urbiola, una bio bibliografía de Guillermo, muy afortunada y no menos oportuna. Una tarde de sonrisas, muy grata por tantos recuerdos de su vida de investigador precoz.
La sabiduría de Guillermo en torno a los libros y, en especial a los libros de la historia de México, era de una erudición feliz. Conocía y sabía decir de una manera que comprendía tanto el científico como el ciudadano común. Era amigo de un grupo muy amplio de mexicanos interesados en la historia del país y los temas que mejor conocía –vastos territorios de investigación y conocimiento– eran una forma de conversar con los antiguos sabios y con sus contemporáneos más interesados en nuestra historia.
Cuando visitó la Biblioteca, nos conmovió, como recordó Rafael Barajas –El Fisgón–, con un acto de prestidigitación: pidió los libros del siglo XVI mexicano y logró identificarlos al tenerlos en mano, sin abrir sus páginas, al sopesarlos. Infalible juicio, divertido, sin gesto alguno de la solemnidad académica. Vamos a editar su conferencia, una pieza de erudición acerca de los libros, de San Felipe Neri, de Genaro Estrada, de la historia y de sus recuerdos infinitos.
Quizá lo más llamativo de la personalidad de Guillermo era no sólo su erudita sabiduría, sino la voracidad intelectual con la que entendía la ciudad de México, y la generosa manera de transmitir su inagotable conocimiento.
Su pérdida deja un misterio. Quienes conocimos su casa y su biblioteca sabemos del inmenso tesoro que acumuló de una manera rigurosa. Pocas bibliotecas pueden preciarse de tanta riqueza, su amistosa voluntad bibliotecaria debe ser un acto de prestidigitación social: aprender a sopesar su valor y garantizar su conservación permanente para las generaciones por venir.
* Director de la Biblioteca Miguel Lerdo de Tejada