yer, durante su participación en la jornada inaugural de la cumbre del G-20 que se desarrolla en San Petersburgo, Rusia, el presidente Enrique Peña Nieto promovió las supuestas ventajas de la iniciativa de reforma fiscal que está por presentar ante el Congreso de la Unión, entre las que destacó el crecimiento de la economía formal, el fortalecimiento del federalismo y el combate a prácticas que erosionan la base gravable y transfieren ganancias al exterior para evadir el pago de impuestos
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En un entorno internacional marcado por la incertidumbre y la tensión multipolar como consecuencia de asuntos como la posible incursión militar contra Siria por una coalición encabezada por Estados Unidos, así como la persistente crisis económica mundial, el que un jefe de Estado emplee su intervención en el foro del G-20 para abordar las posibles modificaciones hacendarias de su país refleja una insatisfactoria asesoría en temas diplomáticos y de política exterior. En efecto, el objetivo principal de ese tipo de encuentros es que los gobiernos participantes aborden problemáticas internacionales y de interés común con miras a obtener soluciones a las mismas, no que ventilen asuntos domésticos.
Por otra parte, la presentación de las supuestas fortalezas de la iniciativa peñista de reforma fiscal es improcedente en la medida en que el documento correspondiente no ha sido siquiera presentado formalmente ante la Cámara de Diputados, única instancia facultada para legislar en materia fiscal. Dicha perspectiva apuntala los señalamientos críticos en el sentido de que el Poder Legislativo, en tanto instancia de representación popular y de deliberación política, ha sido avasallado durante la actual administración por el Pacto por México, como quedó de manifiesto recientemente con la aprobación de la reforma constitucional en materia educativa y su legislación secundaria. Ello, por lo demás, sienta un mal precedente en torno al surgimiento de posibles escenarios conflictivos en nuestro país, derivados del choque entre la orientación de las políticas gubernamentales en el ámbito hacendario y el sentir mayoritario de la población en esa materia.
Finalmente, la formulación por parte de Peña Nieto de una propuesta fiscal en el marco de la referida cumbre internacional facilita la supeditación de la política económica del país a los organismos financieros internacionales y a los grandes capitales que buscan, en el actual momento mundial de contracción económica, nuevos entornos. Si el propósito era fomentar el flujo de inversión extranjera, hay otros mecanismos y otros conductos más apropiados que una cumbre mundial para propiciarlo.
Cabe esperar del gobierno federal, en lo sucesivo, un deslinde más preciso entre los asuntos internos y los temas de política exterior, así como el ejercicio de un papel activo y positivo en el panorama internacional mediante la recuperación de los principios fundamentales de la política externa del Estado mexicano, los cuales han sido paulatinamente olvidados desde que empezó a implantarse en el país el modelo neoliberal.