jornada


letraese

Número 202
Jueves 2 de Mayo
de 2013



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate



editorial

Joaquín Hurtado

Azucena

La sequía crónica ha traído más desesperanza a las zonas remotas y pobres del estado. No llueve lo suficiente para que los aljibes se recuperen y la tierra permita al menos una cosecha de consolación. No llueve y los suelos se agrietan y se elevan al cielo en remolinos de tristeza. No llueve y el ganado se convierte en despojo cuerudo relleno de huesos. No llueve desde aquel huracán enrabiado con nombre ingrato: Alex. Toña prepara unas gordas de nixtamal en el fogón de leña.
Toña acaba de perder a su hija Azucena. La Chena. Una infección en el ojo la dejó encamada, inmóvil y cosida de llagas. Por tres meses la muchacha fue un remolino de dolor, pus y moscas. Primero la llevaron a la unidad de medicina rural del Seguro Popular, a veinte kilómetros entre terracerías y desfiladeros. Le recetaron un colirio y una pomada que le abrasó la piel y le complicó el cuadro séptico. Al observar que su niña de diecinueve años no mejoraba, Toña la sometió a remedios caseros y terapia herbolaria. Los cataplasmas de aloe vera y árnica tampoco surtieron efecto. Los días pasaron y la malnutrición la fue dejando en el vil pellejo. Deponía los calditos de frijol y lentejas, la diarrea la remató. Unas fiebres de sudor helado la hacían ver y hablar con los difuntos.
Los poderes mágicos de los curanderos del monte no pudieron detener el desenlace. La chica murió el mes de febrero, el día de la Bandera Nacional. Toña lo recuerda porque en la escuelita rural había fiesta cívica. Ella velaba el cuerpo de su hija mientras que en el centro educativo había música deleitosa, para que las chiquillas bailaran prendidas del tubo del asta bandera. Así son las costumbres en la enseñanza de hoy, no importa la fecha ni el motivo patriótico a celebrar. Toña sentía como una quemadura en el corazón esa impertinente selección musical.
Fue su profesora de sexto quien invitó a Chena a irse a la ciudad. La maestra, mujer bastante formal, prometió inscribir a la chica en la secundaria y pagarle un salario mínimo por cuidarle a sus dos niños. Chena se destacaba por su laboriosidad e inteligencia. En los periodos vacacionales la maestra la traía a visitar a su madre. Hasta que la jovencita desapareció de pronto. La maestra vino por ella al ejido, pensando que la chica se había regresado. Pero Chena, de dieciséis años, ya estaba en Cancún, trabajando en un centro nocturno lleno de gringos que le dejaban buenas propinas. La chica bailaba muy bonito en los festivales de la primaria. Un desarrollo precoz le había esculpido un cuerpo hermoso, además de que había heredado de su abuela los ojos verdes. Eso fue su perdición, según Toña.
Chena se puso el mote artístico de Alexa en el show para adultos de aquel destino turístico. Ahorró buena cantidad de dinero pero el novio argentino se lo robó. Llegó desplumada, sola y enferma, al rancho. No se parecía en nada a la chava que se fue buscando su futuro. Luego ya nomás empezó con el ojo enconado y un mal en la sangre que nunca se supo ni cómo agarró. En la escuela primaria empiezan los ensayos para el festival de día de las madres. Niñas y niños se contonean lascivamente. Las cabras huesudas los miran imperturbables.


S U B I R