Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Dos poemas
Lukás Theodorokópoulos
La fiesta del teatro
Mariana Domínguez Batis
Puebla, nuevo espacio nacional para el
teatro internacional
Miguel Ángel Quemain
Héctor Azar, el
hombre y el teatro
Jorge Galván
El tío vania de
David Olguín
Enrique Olmos de Ita
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Galería
Ilan Stavans
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|

Rogelio Guedea
[email protected]
Las partes de mi cuerpo
Si uno se pone a pensar se dará cuenta de que apenas conoce las partes de su cuerpo. Lo reflexionaba no hace mucho que llevaba el antebrazo recargado en la portezuela de un autobús, golpeado por el viento y bajo un intenso sol. Me veía los dedos de la mano, los huesos que se marcaban en las coyunturas, las uñas, la muñeca, los bellos, algunas cicatrices, las líneas de la palma, el codo, arrugado y reseco, los nudillos, y pareciera que me los estaba realmente viendo por primera vez: ¿cuántos huesos tengo en el dedo índice?, ¿cuántas venas atraviesan mi brazo desde el hombro hasta mis nudillos?, ¿cuántas articulaciones tengo en la muñeca?, y mis huellas digitales ¿sabría reconocerlas entre otra hilera de huellas digitales? Me sentí como un ciego tirado, de pronto, en una ciudad desconocida y obligado a cruzarla de orilla a orilla con la advertencia de que ninguno de los transeúntes que encontrara por el camino le podría dar ninguna seña, ni siquiera proveer de una brújula, ni, mucho menos, ayudarlo a atravesar esa gran avenida en la que, desde hace años, todos los semáforos están descompuestos. |