CPD: instrumento ideológico del Pentágono y su cuarta (sic) guerra mundial
Al día siguiente de nunca jamás
Negociaciones
Remedio contra baches
Después de la tormenta
Tlaxcala, otro importante encuentro internacional
La luz legada por Jesús El Ciego Muñoz
as reiteradas presiones nacionales y extranjeras para lograr una mayor apertura a la iniciativa privada en el sector petrolero del país no son sino un reflejo de la proyección e importancia que ha alcanzado Petróleos Mexicanos (Pemex) en la economía.
Las tonterías de Suárez Coppel
l director de Pemex, Juan José Suárez Coppel, va de tontería en tontería.
os estados capitalistas dependientes que, en América Latina tienen gobiernos llamados progresistas
que se rehúsan a aplicar las políticas impuestas por el Consenso de Washington, están atrapados en un engranaje que devora continuamente los esfuerzos en pro de un cambio económico y social, mecanismo que reproduce y agrava el pasado, afirmando de paso las políticas neoliberales que esos gobiernos declaran rechazar.
ientras la fractura europea amenaza la estabilidad de la economía mundial y le impone un techo sumamente bajo a su recuperación, en México se nubla la posibilidad de contar con el contexto político mínimo necesario para responder con eficacia y oportunidad al remezón financiero que se asoma. Los leves indicios de crecimiento o los éxitos de la industria automotriz y de autopartes que soplaban algún optimismo la semana pasada se difuminan por la recaída estadunidense, cuyo consumo se estanca y su empleo se contrae.
eo en La Jornada del pasado miércoles que la judicatura ha tomado la decisión de suprimir la figura del meritorio
que se supone es un candidato a ocupar un puesto en el Poder Judicial solamente para aprender, lo que supone que no tiene salario ni relación laboral. Es un vil contrato de aprendizaje en el que un candidato a ocupar un puesto judicial se incorpora a un juzgado para realizar todas las tareas que le puedan encomendar, como facilitar expedientes a los litigantes, recibir escritos, hacer copias certificadas de alguna actuación y eventualmente sustituir a una mecanógrafa que trabaja con un secretario para ayudarlo a preparar los proyectos de acuerdos. El meritorio no tiene ni horario ni salario y asiste con un margen de puntualidad, y si tiene verdaderas ganas de aprender, no dejará de consultar con los secretarios los motivos de sus acuerdos, con lo que irá aprendiendo poco a poco a desentrañar los misterios de los litigios. Si tiene la confianza del juez, lo consultará también. Recibe propinas sobre todo cuando se encarga de hacer copias certificadas y esa suele ser la única fuente de sus ingresos, por cierto muy modesta.
lgunos lectores y amigos entrañables me han formulado la exigencia de presentar algunos elementos cualitativos del empleo. Más, todavía, del trabajo. Incluso antes de analizar la inversión. Me obligan a recurrir a mis cursos fundamentales de economía política de mi amada Facultad, en la UNAM.
ucho se ha comentado la frase la ciudad de los palacios
, en referencia a la ciudad de México. Atribuida al barón Von Humboldt en realidad la escribió el viajero inglés Charles Latrobe, quien estuvo en México a mediados del siglo XIX. Sin duda muchas de las construcciones que inspiraron esas palabras fueron obras del arquitecto Lorenzo Rodríguez. Menciono algunas: el Sagrario de la Catedral, el templo de la Santísima, la fachada original de San Ildefonso, que esta sobre la calle de ese nombre, la capilla de Balvanera del convento de San Francisco, el convento de Betlemitas, hoy Museo de Economía y el palacio del conde de san Bartolomé de Xala, que se encuentra en Venustiano Carranza 73 y del que hablaremos el día de hoy.
e podría decir que la lengua, como la tierra, es de quien la trabaja, pero no sé si habría menos controversia política, y sobre todo menos celos, que si se dijera que un escritor es nacional de un país en el que no nació, pero cuya lengua adoptó para trabajar, especialmente si se convierte en gran escritor, y menos aún si llegara a serlo precisamente porque la crítica extranjera hubiera opinado que su grandeza se debía a su lengua, que a su juicio era un tanto particular. Es probable que algunos de los escritores que adoptan o han tenido que adoptar una lengua extranjera para escribir resientan o resintieran si en consecuencia sus coterráneos los desligaran de su lengua original.