Hurgar en la
sexualidad mexicana
La investigación sobre sexualidad en México es un campo reciente y en constante expansión. Los académicos Rodrigo Parrini y Antonio Hernández hicieron la primera revisión de investigaciones que abordaron el tema de la sexualidad en sí misma, no en el aspecto de salud, sino en el ámbito cultural y de comportamientos. Aquí presentamos un fragmento de uno de los cuatro capítulos que integran el libro La formación de un campo de estudio. Estado del arte sobre sexualidad en México 1996-2008.
Rodrigo Parrini y Antonio Hernández*
Muchas investigaciones sobre sexualidad y VIH/sida se han concentrado en poblaciones particulares: los jóvenes, las mujeres, los migrantes y los "hombres que tienen sexo con hombres" (los HSH, una categoría tanto utilizada como discutida por algunos de los trabajos que se presentan aquí). Estas poblaciones, por su puesto, no son excluyentes, tal y como ocurre en los casos de mujeres migrantes o en el caso del homoerotismo mexicano en Estados Unidos.
En cuanto al tema migratorio, los trabajos más recientes incorporan principalmente dos temas: las especificidades de la migración indígena en relación a la migración mestiza y la importancia creciente de la frontera de México con Guatemala. Los aspectos más recurrentes en estos trabajos de investigación son las relaciones e identidades de género y los contextos socio-culturales específicos, como factores determinantes en la adopción de prácticas de riesgo respecto a la salud sexual (por ejemplo, en cuanto al uso del condón). Dos conceptos que aparecen con frecuencia son la estigmatización y la vulnerabilidad. Algunos hallazgos enfatizan el hecho de que la salud sexual se vincula muchas veces de forma estrecha con la salud reproductiva.
La sexualidad en México en la era del sida
En una de las investigaciones más amplias realizadas sobre la sexualidad mexicana en la "era del sida", Héctor Carrillo (2002) estudia los efectos recíprocos que se producen entre la cultura sexual local mexicana –entendida como el conjunto de normas, valores e ideas sobre el sexo y la sexualidad que prevalecen en México– y las identidades, deseos, ideologías y comportamientos sexuales individuales en hombres y mujeres de diferentes orientaciones sexuales. En la investigación se subrayan los cambios históricos en la sexualidad mexicana, vinculados a la modernización y la globalización, pero también las diferentes resistencias a los cambios, así como la defensa de las tradiciones locales. Partiendo del punto de vista según el cual los factores culturales inciden en los comportamientos de riesgo, la investigación hace énfasis en los comportamientos sexuales que implican riesgo de transmisión de VIH y su importancia para la planeación de políticas de salud pública.
Su enfoque combina la antropología de la cultura y el método etnográfico con la sociología de la construcción social de la sexualidad y el método de la comprensión interpretativa. En este sentido, analiza los significados que los individuos y grupos atribuyen a sus prácticas en un contexto de modernización y cambio cultural. Se realizó observación participante en la ciudad de Guadalajara durante dos años, de septiembre de 1993 a agosto de 1995, y se llevaron a cabo 64 entrevistas cualitativas a personas entre 18 y 53 años, con diversas orientaciones sexuales (para observar la interacción entre heterosexualidad y homosexualidad), y un espectro social que iba de la clase media alta a la media baja (por lo que no se consideraron ni los muy pobres ni los muy ricos). También se hicieron tres grupos de discusión.
El problema de investigación consta de cuatro grandes dimensiones. En primer lugar, se hace una revisión escueta de la historia de la sexualidad en México en el siglo XX y el lugar que ocupa el VIH en ella. Se destacan los recursos culturales específicos que tienen los individuos para interpretar sus deseos sexuales y decidir respecto a sus prácticas. En segundo lugar, se estudian las identidades sexuales, mostrando el uso simultáneo de ideas tradicionales (vinculadas con aquellas basadas principalmente en las construcciones de género) y contemporáneas (donde aparecen formas modernas de homosexualidad, bisexualidad y heterosexualidad no vinculadas mecánicamente a las identidades de género). En tercer lugar, se describen los mecanismos de socialización sexual y el vínculo entre la ideología sexual personal y las ideas culturales disponibles. Partiendo principalmente de los conceptos de los sociólogos John Gagnon y William Simon ("libretos culturales"), así como de Pierre Bourdieu ("estrategias"), se investigan los medios de información, la religión, la sociedad y el Estado como instancias de socialización, sopesando los papeles que juegan en las prácticas sexuales. El estudio reflexiona también sobre las ideas y valores relativos al sexo (el "momento sexual").
En cuarto lugar, se investiga el papel desempeñado por la epidemia del sida y los programas de prevención globales y nacionales en la configuración del sexo y la sexualidad en México. Mediante el análisis de las decisiones individuales, se discute la eficacia de las medidas de prevención.
En su grupo de estudio en Guadalajara, se constató un extendido deseo de cambio. En efecto, los individuos están preocupados por las condiciones de desigualdad social en las que experimentan su sexualidad, especialmente mujeres, gays y lesbianas, pero también hombres heterosexuales. No obstante, las estrategias individuales para llevar a cabo estos cambios no siempre eran directas y de confrontación, y a menudo los afectados reproducían el orden social que deseaban cambiar. Por ejemplo, las mujeres negociaban su sexualidad de formas que con frecuencia perpetuaban su subordinación, y muchos gays y lesbianas llevaban una "doble vida" para evitar el rechazo social. Buscaban evitar conflictos con la familia, los amigos y compañeros de trabajo, y cumplían las "reglas de silencio" para asegurar una tolerancia social más bien implícita.
La investigación encontró que el cambio cultural en México respecto a la sexualidad es "selectivo": tiene lugar en unos temas pero no en todos, y los ritmos del cambio pueden ser acelerados o lentos. Destaca el fenómeno de "hibridismo cultural" en la sexualidad, lo que implica que los nuevos valores e ideas están en interacción con valores e ideas precedentes. Lo nuevo no es siempre aceptado del todo ni lo viejo rechazado del todo; hay adaptaciones. A pesar de que las prácticas contraceptivas han sido incluidas, el aborto y el derecho de las mujeres a decidir reciben en la muestra una oposición inequívoca. El aborto se identifica con el asesinato y existe una ambivalencia hacia una sexualidad femenina entendida como posibilidad de placer.
Aunque se percibe una cierta apertura hacia nuevas identidades sexuales, en particular la homosexualidad masculina, la familia aparece como incuestionable y los individuos consideran que debe ser preservada y respetada. Las estrategias individuales para hacer congruente el deseo de cambio con la vida familiar y las expectativas sociales evitaban la comunicación directa y la confrontación. Tampoco las ideas sobre la naturaleza del sexo en sí mismo o la intimidad sexual –basadas en la pasión sexual, la espontaneidad y la comunicación corporal (no siempre verbalizada) para alcanzar el éxtasis– han cambiado.
Algunas de las razones que subyacen a los diferentes ritmos del cambio social y cultural, así como a la resistencia a cambiar en algunos temas, son: la importancia de los medios de información, que difunden los nuevos valores y permiten a los individuos contrastar su socialización sexual con puntos de vista alternativos; los cambios políticos a nivel nacional, que muestran una mayor apertura social; y la idea socialmente extendida de que, al menos en algunos ámbitos, la modernización cultural es deseable.
En cuanto al VIH/sida y los programas de prevención, el estudio muestra que los individuos que tomaban medidas preventivas con éxito no seguían literalmente los programas de prevención, sino que las adecuaban a su visión del sexo y las relaciones interpersonales. Esta habilidad debería ser considerada por las estrategias de prevención. Así, se propone entender y utilizar las formas locales de interacción sexual, ocuparse de las necesidades relacionales inmediatas, pero al mismo tiempo de cambios culturales y sociales de largo plazo, generar acciones e incluso activismo y ejecutar medidas realistas que se hagan cargo de la complejidad sexual mexicana contemporánea.
Categoría compleja: hombres que tienen sexo con hombres
La sexualidad masculina y su vínculo con los valores, las creencias y los mitos que influyen en la decisión respecto al uso del condón fue el tema del trabajo realizado por Rosario Arias y Marisela Rodríguez (1998). Se reconocía de antemano una visión dual sobre el uso del condón: por una parte, como método de planificación familiar; por otra, como protección contra el VIH y otras infecciones de transmisión sexual (ITS).
La población de estudio estaba compuesta por hombres de clase media de la ciudad de México (un estrato social, a juicio de las investigadoras, poco estudiado). Los criterios que se utilizaron para identificar a tal población fueron el lugar de residencia, el nivel educativo, la ocupación y la posesión de bienes materiales. También que los hombres hubieran utilizado el condón en el último año. Los grupos focales fueron la técnica de investigación, se formaron 6 grupos de entre 10 y 12 participantes (que tenían entre 17 y 35 años y eran tanto solteros como casados). En las distintas sesiones se realizó un análisis temático de los tipos de parejas sexuales, del uso de condón (los motivos para usarlo o no, así como los temores relativos al uso), del placer, de las personas con las que usaban el condón, de las fuentes de información sobre sexualidad, de la disponibilidad y de la persona que llevaba el condón o proponía su uso.
La investigación halló que los valores tradicionales respecto a la sexualidad masculina y su doble moral no se habían modificado. En este sentido, a pesar del cambio de conducta (eran usuarios de condón), no había un cambio en los valores. En cualquier caso, el condón no se usaba de forma sistemática, así que la protección del usuario de condón respecto al embarazo no deseado y las ITS y sida era más bien relativa. Entre las razones de este uso no sistemático estaban: el valor de lo masculino (el "verdadero hombre") estaba asociado al valor de asumir riesgos y no desperdiciar oportunidades en materia sexual; los hombres estudiados tenían una percepción del peligro situada en "otros" y no en sus propias conductas, y hacían una separación a veces tajante entre tipos de mujer (formal/ocasional, conocida/desconocida) que distorsionaba su percepción del peligro (las parejas formales o conocidas estaban asociadas a la limpieza, la no promiscuidad y la salud). Por otra parte, los informantes vinculaban el placer con "lo natural", es decir, con la espontaneidad y la falta de planeación.
Entre las connotaciones negativas del uso del condón sugeridas por los hombres estaban el sexo ocasional, la promiscuidad, la falta de afecto y confianza, la ausencia de placer. Entre las connotaciones positivas destacaban la responsabilidad y la protección contra la enfermedad y el embarazo no deseado. Así, las investigadoras encontraron un dualismo en la significación del condón: en el sexo ocasional, el condón era una protección contra la enfermedad; dentro de la pareja estable, un método de planificación familiar.
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* Fragmento del libro La formación de un campo de estudio. Estado del arte sobre sexualidad en México 1996-2008, editado por el Centro Latinoamericano en Sexualidad y Derechos Humanos (CLAM) y Letra S, Sida, Cultura y Vida Cotidiana, A.C. México, 2012.
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