jornada


letraese

Número 191
Jueves 7 de Junio
de 2012



Director fundador
CARLOS PAYAN VELVER

Directora general
CARMEN LIRA SAADE

Director:
Alejandro Brito Lemus

pruebate


El glaucoma:
la oscuridad acecha

 

Ha sido llamado el ladrón silencioso de la vista, pues no causa síntomas perceptibles sino hasta que el daño es irreversible. El glaucoma se presenta, en la mayoría de los casos, sin causa aparente, aunque también puede estar relacionado con la diabetes. La única forma de prevenirlo es revisarse anualmente a partir de los 40 años de edad.

Rocío Sánchez

Como mirar a través de una cerradura o tratar de ver por un túnel, así describen su visión los pacientes con glaucoma, una enfermedad progresiva e incurable que puede desembocar en ceguera. De hecho, es la segunda causa de ésta en el país, comenta en entrevista el doctor Carlos Laguna, especialista del Hospital de la Luz, fundación en donde en cada día de consulta se atiende a 130 pacientes sólo por esta causa.
El glaucoma es una enfermedad causada por el aumento de la presión intraocular. En un ojo normal, el interior está lleno del llamado humor acuoso, que se produce y se elimina en cantidades equilibradas para mantener al ojo correctamente "inflado". Cuando la eliminación falla, el líquido se acumula dentro del globo ocular y esto aumenta la presión, dañando los receptores nerviosos que están en la parte posterior del ojo, lesionando de esta forma al nervio óptico.

Sin pistas en origen y síntomas
No existe una causa directa identificada para el glaucoma, explica Laguna. Puede tratarse de una predisposición genética y si la enfermedad se ha presentado en familiares cercanos, se debe llevar un seguimiento detallado. El glaucoma también puede originarse por la diabetes –situación frecuente en México–, o bien, presentarse en recién nacidos de forma congénita.
De acuerdo con el especialista, ya sea por una u otra causa, esta afección se presenta en alrededor de 2 por ciento de la población en el mundo, es decir, un gran número de personas están en riesgo de quedar ciegas si no se atienden a tiempo. Según un artículo elaborado por el Instituto Superior de Ciencias Médicas de La Habana, Cuba, en los países donde existe un registro oficial de ceguera el glaucoma representa entre 6.7 y 21 por ciento de las causas de pérdida de la visión.
Pero justo lo que hace peligrosa esta enfermedad es que no da señales. No arde, dice Laguna, no da comezón, no duele. Lo más cercano a un síntoma es la pérdida de la visión periférica, es decir, el ángulo de visión de la persona se reduce –una zona oscura le oculta lo que está a los lados. Así, cuando el paciente nota que algo anda mal, el nervio óptico ya está muy dañado y el porcentaje de visión que se ha perdido ya no se puede recuperar. Puede presentarse primero en un ojo, pero lo más probable es que a largo plazo afecte los dos.

Frenar la progresión del daño
Cuando alguien es diagnosticado con glaucoma, hay que actuar de inmediato para detener el deterioro del nervio óptico. Para realizar el diagnóstico se puede recurrir a varios estudios. Uno de los básicos es la evaluación del campo visual, es decir, medir –ya sea por observación del médico o mediante un aparato específico– el rango de espacio en el que el ojo puede captar los objetos mientras la mirada está fija hacia el frente.
Además, se puede hacer un examen oftalmoscópico para revisar el disco óptico, que es la parte posterior del ojo, lo que se daña con el glaucoma. Para ello, el médico proyecta un rayo de luz a través de la pupila con un instrumento llamado oftalmoscopio, que además tiene unos pequeños lentes que permiten observar la parte posterior del globo ocular.
La tercera prueba básica es la gonioscopía, que permite al médico evaluar en ángulo formado entre la córnea y el iris, pues es la salida del humor acuoso. Para ello se coloca el aparato sobre la superficie del ojo, previamente insensibilizado con gotas anestésicas, y se proyecta un haz de luz hacia la zona en cuestión.
Una vez establecido el diagnóstico, explica Carlos Laguna, se debe dar un tratamiento que inicia con medicamentos que se administran en forma de gotas. Estos fármacos ayudan a disminuir la presión intraocular.
Una siguiente opción es la cirugía, que también busca bajar la presión dentro del ojo pero haciendo un orificio por el cual pueda drenar el humor acuoso excesivo. En la mayoría de los casos se logra, pero según datos de la Sociedad Argentina de Oftalmología, cerca de 15 por ciento de las cirugías fracasan y es necesaria una segunda intervención.
Por desgracia, reconoce Carlos Laguna, las personas no están habituadas a acudir con el médico oftalmólogo sino hasta que comienzan a presentar problemas serios en la visión. Sin embargo, toda persona debería hacerse una revisión anual a partir de los 40 años para asegurarse de que todo esté bien, refiere el entrevistado.

 

 

 

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