os teléfonos celulares (o móviles) se han convertido en una herramienta indispensable para la comunicación humana. Su uso se ha incrementado de manera espectacular en el mundo entero. En la actualidad, se estima que los suscriptores a este tipo de telefonía son 5 mil millones de personas a escala global, número de por sí muy elevado, que además va en aumento. Como todos los productos del conocimiento, esta tecnología tiene asociados enormes beneficios, pero también algunas desventajas. Por ejemplo, a través de estos sistemas puede establecerse de manera precisa la ubicación geográfica de cada aparato, con lo que es posible detectar los movimientos de una persona. Esto puede ser muy ventajoso para localizar a alguien que se ha extraviado, pero puede no serlo si se le convierte en un sistema de control y vigilancia al estilo del hermano mayor (Big Brother) de la novela de Orwell.
Su empleo masivo, y el contacto directo con el cuerpo –que los ha convertido en una auténtica extensión de la persona–, han estimulado la búsqueda de alguna relación entre los teléfonos celulares y la salud. El martes pasado, la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitió un comunicado, que a mí me parece sorprendente (no precisamente por su pertinencia), que desde su primer párrafo establece una asociación entre el uso de estos aparatos y el incremento del riesgo de desarrollar una forma maligna de cáncer del cerebro, el glioma.
Este anuncio es el resultado de las conclusiones de un grupo de expertos de la Agencia Internacional de Investigación en Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés), que forma parte de la OMS, quienes se reunieron en Lyon, Francia, a finales de mayo pasado, y decidieron clasificar los campos electromagnéticos de radiofrecuencia (entre ellos los celulares) como: “posiblemente carcinogénicos para los humanos”. Aquí los términos empleados tienen gran importancia. Nótese la diferencia entre la aparente contundencia en el enfoque del comunicado de la OMS con la de su grupo de especialistas: “posiblemente carcinogénicos”.
¿Qué significa esto? La IARC ha creado diferentes grupos o clasificaciones para ubicar los elementos que pueden provocar cáncer. En el Grupo 1 se encuentran aquellos que, con base en las evidencias científicas, se relacionan inequívocamente con la enfermedad. En el grupo 2 hay dos subcategorías: El grupo 2a, en el que se colocan aquellos que son “probablemente carcinogénicos para los humanos”, y, en una escala descendente, el grupo 2b, en el que son posiblemente carcinogénicos, en el que se han ubicado los teléfonos celulares.
Esto que parece un juego de palabras –y yo creo que en parte lo es– pretende establecer una distinción que es completamente cualitativa y arbitraria. Posiblemente carcinogénico significa, para la propia IARC, que: “existen limitadas evidencias científicas de carcinogenicidad en humanos, y menos que suficientes o suficientes evidencias en animales experimentales”. En la investigación científica, nunca han sido equivalentes los experimentos en animales a los datos obtenidos en humanos, y la fraseología de la IARC significa, simple y llanamente, que no hay resultados concluyentes sobre una relación entre cáncer y telefonía celular. Adicionalmente, los datos del grupo de expertos aún no han sido formalmente publicados.
Esto significa que es necesario realizar más estudios para establecer, sin lugar a dudas, una relación entre los campos electromagnéticos de radiofrecuencia y esta enfermedad en nuestra especie. Pero hoy nadie puede afirmar responsablemente que los teléfonos celulares provoquen cáncer en los humanos.
Sobre el papel dual de la tecnología, hay una cara en la relación entre los teléfonos celulares y la salud que es importante considerar. Por ejemplo, algunos grupos médicos y científicos han empleado estos dispositivos para registrar, mediante sensores integrados en la batería, los niveles de glucosa en la sangre de enfermos, los cuales son enviados automáticamente a una central médica. Esta modalidad ha demostrado ser eficiente para el control de la glucemia y el autocuidado en pacientes con diabetes tipo 2. Lo anterior revela que estos instrumentos móviles no solamente pueden ser peligrosos para la salud, como sugiere irresponsablemente el comunicado de la OMS, sino tienen gran potencial para el control futuro de diversos padecimientos, como la diabetes y la hipertensión arterial, entre otros.