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Teatro Malandro presenta la tercera y última función de Bolívar: fragmentos de un sueño

Decidirse por las armas de la poesía es un acto de fe: Porras

Narramos el inasible anhelo de libertad de un ser desmesurado y ardiente, dice el director del grupo

Desmitificamos al prócer para resaltar su pensamiento universal, expresa a La Jornada

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Escena del montaje alrededor de Simón Bolívar, que la compañía colombo-suiza presenta en el Teatro Cervantes de GuanajuatoFoto Cortesía del FIC
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Periódico La Jornada
Sábado 30 de octubre de 2010, p. 3

Guanajuato, Gto., 29 de octubre. A partir del principio económico de hacer lo más con lo menos, el grupo colombiano-suizo Teatro Malandro ofreció ayer la primera de tres funciones de la obra Bolívar: fragmentos de un sueño, como parte de la versión 38 Festival Internacional Cervantino (FIC).

Como en 2003, cuando arribó a esta ciudad con un polémico montaje sobre El Quijote de la Mancha, ahora retoma la figura de otro personaje: el libertador de la América.

Teatro Malandro propone una arriesgada lectura alrededor de diversos pasajes de su biografía.

Durante dos horas, el espectador se confronta no sólo con la estatua de un héroe broncíneo, de conducta intachable y sobre todo silente, sino con un ser humano con sus claroscuros y contradicciones que trascendió en la historia por ser consecuente con su anhelo de libertad.

La manera como el director de la compañía, Omar Porras, hace posible esto en escena destaca por la sencillez minimalista de recursos escenográficos y técnicos. Simplemente convierte el escenario en enorme caja oscura, cuyos costados y parte trasera son cubiertos con restos de huacales de madera, a manera de esas cercas que todavía pueden verse en algunas rancherías, mientras el piso está cubierto de arena negra.

Un marco de puerta ocupa el ángulo izquierdo, visto de frente. Este es un elemento simbólico el cual es utilizado para viajar por el tiempo, cambiar las acciones de lugar geográfico y adentrarse en el complejo universo sicológico de Simón Bolívar.

Música, canto y baile en vivo

Al comenzar el montaje, cuya sede es el Teatro Cervantes –que en la primera función, por cierto, tuvo menos de la mitad de su aforo–, el director escénico advierte al público que con esos pocos objetos que se hallan dispuestos sobre el escenario contará un inasible sueño de libertad de un ser desmesurado y ardiente.

Trece son los actores, los cuales hacen también las veces músicos y bailarines, que intervienen para construir a lo largo de la puesta una numerosa serie de viñetas o postales con diversos momentos de la vida del héroe sudamericano, a quien lo mismo se le ubica como un intelectual formado a la luz de la Ilustración europea del siglo XVIII que se le devela como un hombre traicionado, pero que traicionó.

Efectos de iluminación completan el discurso escénico, así como el recurrente empleo de música, canto y baile en vivo. A lo largo de la escenificación prevalece la cumbia colombiana y la huaracha, pero también hay una escena magistral, por lo hilarante y la soez crítica que se hace detrás de ella, en la que aparece el rey español Fernando VII con una guitarra con la cual canta como mariachi lamentando la pérdida de las colonias americanas.

Ese último es sólo un ejemplo de los diversos guiños o elementos surrealistas de los que está plagada la propuesta de Porras, quien además diseñó diversas escenas de hermoso contenido visual, a la manera de la pintura de Rembrandt o Caravaggio, genios en el manejo de la luz y las penumbras.

“Simón Bolívar es un personaje que siempre me ha perseguido, como pueden perseguir a cualquier hombre de teatro un Hamlet, un Ricardo III o Segismundo, en fin.

Siempre me he sentido atraído por los mitos, como el del Quijote, Dionisio o Fausto; son temas que he montado y siempre había buscado un personaje, un mito latinoamericano siendo yo un director de teatro francófono, pero ha sido difícil encontrar uno que fuese un símbolo universal, señaló Omar Porras en entrevista con La Jornada.

Lo que buscamos en esta exploración fue bajar a ese ser de la estatua, cómo desmitificarlo y hacer resonar su pensamiento como el de un hombre cualquiera de hoy, de un hombre que como el Quijote tenía fe en los sueños.

Poeta al servicio del pensamiento

De acuerdo con el también dramaturgo y actor, la elaboración de esta obra, estrenada en junio y con la cual Teatro Malandro festeja 20 años de trayectoria, nos permitió ver que los ideales latinoamericanos son también universales, como demuestra la integración de la Comunidad Europea.

–¿La lectura que usted propone de Bolívar no puede ser tomada por los doctos como blasfemia?

–Creo que los doctos entenderán que no hay una verdad; es un análisis, un punto de vista, de un artista que regresó a América después de haber vivido 30 años de exilio esperando ese tiempo hacer teatro en este continente, que me fue imposible, me tocó irme y he vuelto.

“Es la primera obra que hago en español. Era para mí una cita importante conmigo mismo y con la historia. He estado acompañado de un gran poeta y pensador, William Ospina, de quien respeto mucho su obra, porque a través de ella nos afirma y confirma que los americanos somos universales.

Creo que estamos en un mundo mucho más amplio, en el que el pensamiento poético también tiene una responsabilidad y le podemos dar una oportunidad. Nosotros no buscamos cátedra, estamos simplemente interrogándonos.

–¿Busca marcar una posición ideológica con esta obra?, ¿el de usted es un teatro político?

–No me atrevería a decir que busque un discurso político mediante el teatro, porque el hecho de ser un hombre de teatro es un acto político. Decidirse a tomar las armas de la poesía es, más que un acto político, un acto de fe.

“Podría esconderme en este contexto del bicentenario de nuestros países latinoamericanos bajo otro tema, otro personaje, otro texto; pero creo que como colombiano, y después de haber hecho un Quijote y un Fausto, sí era muy importante que Bolívar sirviera de puente también para demostrarnos que el arte, la cultura, es un vehículo necesario en nuestra sociedad.

En síntesis, soy un poeta al servicio del pensamiento político, filosófico, religioso y lo que proponemos es un diálogo, esto es para que discutamos.