DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   4 DE OCTUBRE DE 2010 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Presentación

El castor está de regreso en casa
Gerardo Carreón Arroyo

El jaguar en México
Carlos A. López González

Las alas de México
Juan Cornejo y Carolina Hartmann

La tortuga laúd, una viajera incansable
Débora García Muñoz y A. Laura Sarti Martínez

El aullido del lobo regresa a las tierras silvestres mexicanas
Óscar Moctezuma O.


Correo electrónico:

[email protected]

  

La tortuga laúd, una viajera incansable

Débora García Muñoz
Bióloga de la UNAM, colabora desde hace 14 años con el Proyecto Laúd. Miembro fundador de Kutzari, Asociación para el Estudio y Conservación de las Tortugas Marinas, AC, organización que se dedica a la recuperación de la tortuga laúd
Correo electrónico: [email protected]

A. Laura Sarti Martínez
Bióloga de la UNAM. Investigadora del Programa Nacional de Tortugas Marinas, de la Dirección General de Vida Silvestre, Semarnat, Coordinadora general del Proyecto Laúd. Dedicada al estudio y conservación de las tortugas marinas desde 1982. Organizó el Laboratorio de Tortugas Marinas de la Facultad de Ciencias de la UNAM, que funcionó por 17 años. Miembro fundador de Kutzari, Asociación para el Estudio y Conservación de las Tortugas Marinas, AC
Correo electrónico: [email protected]


Tortuga laúd bajo el agua Foto: Laura Sarti

Cada año, la tortuga laúd llega a las costas del Pacífico mexicano a desovar. Una vez que las hembras están listas para dejar sus huevos, salen a la playa en donde realizan el ritual de la anidación, depositando sus huevos en la arena para que sean incubados por el calor del sol.

Desde comienzos de octubre y hasta finales de marzo, un gran número de hembras se pueden ver a lo largo de las costas del Pacífico mexicano, desde Baja California Sur hasta Chiapas, aunque la mayoría llega durante los meses de diciembre y enero.

La laúd (Dermochelys coriacea), también conocida en México como garapacho, es la más grande de las siete especies de tortugas marinas y la que realiza los viajes migratorios más largos. Las hembras sólo salen a la playa en el momento de desovar. Gracias a la nueva tecnología que sirve para seguir sus rutas migratorias, se sabe que las hembras que anidan en playas mexicanas se dirigen al sur, hacia aguas chilenas relativamente cerca de la costa, viaje que dura de dos a tres años, tiempo que tardan en regresar a las playas a desovar. En tanto, a los machos no se les vuelve a ver durante toda su vida en las playas en las cuales nacieron.

Empieza la aventura

La salida de las hembras anidadoras se lleva al cabo durante la noche, de preferencia en su fase más oscura. Eligen playas con pendientes suaves en las cuales la plataforma continental es más estrecha, con oleaje fuerte y libres de obstáculos, lo que les permite llegar con más facilidad.

Cuando la garapacho aparece en la orilla del mar, se le ve como un gran bulto o mancha obscura, pero al ir acercándose a la playa, se empieza a distinguir un gran brillo, ocasionado por la luz de la luna y el agua que escurre de su caparazón. Poco a poco va tomando la forma característica de la tortuga.

Le toma aproximadamente 20 minutos llegar desde la orilla del mar hasta la parte media de la playa, sitio donde la arena cuenta con la compactación y humedad adecuadas para excavar su nido. Con sus grandes aletas delanteras, la laúd avienta la arena superficial a los lados, hasta alcanzar la arena más húmeda y compacta. Es entonces, cuando empieza a excavar con las aletas traseras lo que será la cámara de incubación de los huevos.

La forma que adquiere la cámara es de una olla o cántaro; concluye su excavación cuando las aletas traseras no alcanzan a sacar más arena de la cámara. En ese momento, la hembra depositará de 60 a 62 huevos en promedio, aunque puede dejar desde uno hasta 120.

Cuando ha puesto la mayoría de los huevos, empiezan a caer unas estructuras redondas, de tamaño más pequeño, que no contienen yema, por lo que se les llama “huevos inviables” o “corales”. La tortuga laúd es la única especie que además de dejar los huevos que darán origen a una cría, llamados “huevos viables”, deposita también los corales. Aunque no se conoce su función, se cree que ayudan a proveer de espacio y humedad a los huevos viables en el nido.

La tortuga laúd puede desovar en la misma playa, o en playas distantes hasta 300 kilómetros entre sí, cada 10 días, hasta nueve veces en una misma temporada, lo que le permite desovar hasta 558 huevos en total.

Cuando pensamos que ha pasado lo peor


Acercamiento de una tortuga laúd Foto: Laura Sarti

El momento de la eclosión de las crías llega aproximadamente 60 días después de que los huevos fueron depositados en la playa por las hembras; se inicia con el hundimiento de la arena superficial del nido, señal inequívoca de que las tortuguitas vienen en camino hacia la superficie.

La salida de las tortuguitas se realiza en forma sincronizada; la llevan a cabo en grupo para facilitar su ascenso, apoyándose entre sí, como si estuvieran formando una pirámide. Pero desde el momento de romper el cascarón, se ven amenazadas por enemigos naturales: algunas moscas de la familia Sarcofagidae, se alimentan de las partes blandas de su cuerpo, como ojos y aletas, lo que pudiera ocasionar una gran mortandad en las crías que tardan más tiempo en abandonar la cámara de incubación, cuando no están bajo la supervisión de los biólogos que revisan el nido para prevenir esta situación.

Las crías asoman a la superficie del nido durante la noche para minimizar el riesgo de morir insoladas. Después del agotador camino entre el fondo y la superficie del nido, las crías permanecen en la superficie en un estado de letargo o reposo, que puede durar hasta un par de horas, para después iniciar su camino hacia lo que será su hábitat natural, el océano Pacífico, aprovechando un periodo de máxima actividad llamado “frenesí infantil”, que les permitirá alcanzar la seguridad del mar y evitar los peligros de la playa.

Durante este recorrido, son presas fáciles de cangrejos que se alimentan de ellas o de aves marinas que las usan como parte de su dieta, además de algunos animales domésticos, como los perros.


Una vez que la hembra deposita los huevos en el nido, se asegura de esconderlo, aventando mucha arena mientras da vueltas alrededor, hasta que lo deja bien camuflado y regresa al mar Foto: Laura Sarti

Cuando por fin alcanzan el mar, y apenas cruzando el rompiente de las olas, pueden ser devoradas por una gran variedad de peces. Sin embargo, alejándose de la costa, las que logran sobrevivir al fin están en lo que será su hogar por el resto de su vida.

A partir de que las crías entran al mar, no se conoce qué pasa durante los años que transcurren hasta que alcanzan la madurez sexual, periodo al que se conoce como “los años perdidos de las tortugas”. Algunos estudios suponen que este periodo les puede llevar, conservadoramente, unos 15 años.

Llegada su edad adulta, tanto hembras como machos regresan frente a las costas en las que nacieron, en donde se les puede observar cerca de la playa realizando el cortejo previo a la reproducción. Los machos nunca salen del mar, llegan a copular, pero jamás se ven en la playa.

Una vez concluido el periodo de la reproducción, hembras y machos se disponen a viajar nuevamente hacia el sur para comenzar una nueva aventura; mientras tanto, en la playa, los huevos dejados por las hembras se incuban bajo el calor del sol, preparando a las tortuguitas que nacerán en 60 días en promedio, para iniciar un nuevo ciclo de vida, una nueva generación.

Cuidando sus espaldas

Cuando la tortuga laúd ha terminado de poner los huevos, éstos corren el riesgo de ser depredados por animales silvestres tales como zorrillos (Mephitis mephitis) o mapaches (Procyon lotor), animales domésticos entre los que se encuentran principalmente perros y cerdos, ser saqueados por gente de las localidades aledañas a los sitios de anidación o perderse por causas naturales como erosión marina provocada por las olas que pueden inundar el nido.


De los 60 huevos que en promedio pone una hembra de laúd, nacen de 30 a 40 tortuguitas que miden entre cinco y seis centímetros; de adultas podrán alcanzar hasta 1.80 m de largo Foto: Laura Sarti

La situación de algunas poblaciones es tan grave, que se vuelve prioritario establecer programas que propicien una mejor producción de crías; por ello, en algunas playas se construyen corrales o viveros, que son áreas playeras resguardadas con malla, a las que se llevan las nidadas recuperadas durante la noche, para ser “sembradas”, protegidas y vigiladas hasta la emergencia de las crías.

Para proteger los huevos que las hembras de tortuga laúd dejan en la playa y producir crías fuertes y sanas, es necesario realizar un meticuloso trabajo de “sembrado” en los corrales o viveros, para lo cual es importante elegir adecuadamente el sitio en el que se colocarán los huevos y que éste sea lo más parecido al que construye la tortuga, tanto en tamaño y forma, como en condiciones físico-químicas. Es decir, que sea en una zona de la playa similar a la cual la tortuga realiza su nido.

Las nidadas son trasladadas rápida y cuidadosamente a los corrales, en donde son colocadas en los nidos construidos por los biólogos. Los huevos son cubiertos por la arena húmeda que fue extraída al construir los nidos; se compacta suave pero firmemente y el sitio exacto es señalado con una estaca para vigilarlo hasta la salida de las crías.

Cuando éstas ya van a nacer, se colocan trampas que evitan que las tortuguitas se dispersen por el corral y puedan ser devoradas más fácilmente por cangrejos, aves u hormigas. De las trampas son recogidas y una vez que están en su periodo de frenesí infantil (el cual llega a las pocas horas de haber alcanzado la superficie), son puestas en la orilla de la playa permitiendo que recorran por sí mismas algunos metros hacia el mar, lo que les permitirá grabar en su memoria algunas características de la playa para que puedan volver ahí cuando sean adultas.

Después del nacimiento de las crías se revisan los nidos, lo que permite conocer la cantidad de huevos que desarrollaron una tortuguita y cuántos de ellos no presentaron desarrollo de embriones; esta información permite mejorar, cada nueva temporada, las actividades de protección de nidadas.


Al momento de recoger los huevos recién depositados, para su resguardo en un lugar seguro, los biólogos aprovechan para medir a las hembras. Analizando las fluctuaciones en tamaños, pueden entender mejor las poblaciones y hábitos reproductivos de la laúd Foto: Douglas Perrine

Otras actividades en la playa

La tortuga laúd, como las demás especies de tortugas marinas, pasa la mayor parte de su vida en el mar, lo que dificulta su estudio. Sólo cuando las hembras llegan a las playas a desovar, es el momento para realizar la investigación. Un gran equipo de biólogos especializados en el estudio de estos reptiles permanece en las zonas de anidación durante toda la temporada. Es un trabajo que permite establecer mejores técnicas de conservación para esta especie.

Los biólogos realizan una gran variedad de actividades. Algunas pueden ser muy sencillas, en tanto que otras requieren de un protocolo específico, para llevarlas al cabo. Por ejemplo, medir el largo y ancho del caparazón ha permitido saber que el largo promedio del caparazón de las hembras que anidan en las costas de México es de 1.45 m, mientras que el ancho llega a ser de hasta 1.22 m. Con esto se ha establecido que las tortugas que anidan en México son más pequeñas que aquéllas que anidan en las costas del Atlántico; otras labores como la toma de muestras, tanto de tejido como de sangre, para trabajos de genética poblacional, requieren mucha habilidad para su ejecución.

Por más de 20 años se ha mantenido un programa intensivo de marcaje de hembras anidadoras en las principales playas de anidación, con la finalidad de identificar de manera individual al mayor número de tortugas, buscando e implementando las técnicas de marcado que no causen daño a la tortuga y que presenten una alta retención.

Esta información es utilizada, en conjunto con las tallas de las tortugas, para conocer tallas mínimas de reproducción, periodos de remigración –tiempo que tarda una hembra en regresar a la misma playa para anidar–, establecer la distribución de las hembras durante una misma temporada de anidación, si anidan siempre en la misma playa o en playas vecinas, como ocurre con las hembras que anidan en algunas de las principales playas de anidación en México.

¿Qué pasa si no la cuidamos?

El principal daño o amenaza para las poblaciones de tortuga laúd del Pacífico mexicano lo representa el saqueo de huevos que se realiza en las playas, en ocasiones para consumo local y otras veces para su venta en grandes ciudades como el Distrito Federal, demanda ocasionada por la falsa creencia de sus poderes afrodisíacos.

La matanza de hembras en las zonas de anidación y la pesca incidental en diversas artes de pesca (tales como redes de deriva y de arrastre, y palangres) son otras amenazas que han puesto en riesgo esta especie.


Para conocer las rutas migratorias de la laúd, a las hembras se les coloca un radiotransmisor con el que se puede conocer su ubicación exacta en tiempo real. Las cintas tienen una pintura especial que evita que los moluscos (del tipo que se pega al casco de los barcos) se les adhieran, sumando su peso al del equipo de rastreo Scott Eckert

Actualmente, la población mundial de tortuga laúd se encuentra clasificada en peligro crítico de extinción en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, lo que quiere decir que presenta una drástica disminución de las poblaciones anidadoras ¡de más del 80 por ciento en menos de 30 años!

Desde la década de los 80 del siglo pasado se ha mantenido un constante y continuo monitoreo de la población anidadora del Pacífico mexicano, observando una dramática declinación en el número de anidaciones. En esa década se estimaban entre 876 y mil 267 hembras anidando en una extensión de 2.8 kilómetros de costa, en una de las más importantes playas de anidación en México, el playón de Mexiquillo, Michoacán.

Pero en la temporada de anidación 1998-1999 a la misma playa llegaron sólo ocho hembras a anidar. Para la temporada 2003-2004 se estimó que entre 608 y 628 hembras anidaron en toda la costa del Pacífico mexicano, en un área de recorridos de mil 637 kilómetros. Sin embargo, nuevamente declinó la llegada de hembras durante la temporada 2009-2010, con apenas 170 en la misma región.

Ayudando a la laúd a continuar su viaje


Tortuga laúd Foto: Laura Sarti

Algunas tortugas laúd que se han observado desovando en las cálidas playas de México, se han visto nadando en las frías aguas de Sudamérica, frente a las costas de Perú y Chile, y dos o tres años después regresar a la misma playa mexicana. ¿Qué nos quiere decir esto?, que las hembras presentan una gran predilección hacia una playa de anidación elegida. Si a pesar de las grandes distancias que tiene que recorrer la laúd, vuelve a las costas mexicanas a desovar en las mismas playas en las que nacieron, ¿cómo podemos participar en su regreso?

Por ejemplo, al minimizar el impacto de nuestras actividades en las playas. Empecemos por no tirar bolsas de basura o plásticos que los garapachos confunden con comida, pues se alimentan de medusas o aguas malas que en el mar presentan la misma apariencia, lo que les puede provocar la muerte por asfixia.

También evitemos utilizar luces fuertes cuando estemos de noche por la playa, pues éstas desorientan a las hembras cuando salen a desovar y a las crías cuando emergen de sus nidos, haciendo que se internen en la vegetación de la playa en lugar de caminar hacia el mar, lo que ocasionará inevitablemente su muerte.

No consumamos huevo, carne o cualquier derivado de tortuga marina, ya que, además de ser un acto ilegal, fomentamos su muerte. Denunciemos cualquier actividad prohibida en el comercio de estos productos.

¿…Y en las playas mexicanas?

Desde octubre de 2004, las laúdes empezaron a anidar en costas mexicanas.

Desafortunadamente, dicho año no fue favorable para su anidación. La playa que tuvo más nidos fue Tierra Colorada, en el estado de Guerrero, con 48 hasta el 15 de febrero de 2005, donde ya habían nacido 222 crías. Después sigue la playa de Mexiquillo, en Michoacán, con 38 hasta el 18 de febrero de 2005, de los que habían nacido 281 crías; y en Cahuitán, Oaxaca, al 17 de febrero del año mencionado había 21 de los que nacieron 24 crías.

En playas como Agua Blanca, en Baja California Sur, nacieron 29 crías. Durante la última temporada 2009-2010, la playa con más nidos fue Barra de la Cruz, Oaxaca, con 165 nidos, seguida por Tierra Colorada con 143. En las cuatro playas de mayor abundancia de anidación se lograron liberar 8 mil 591 neonatos al mar.


Una laúd encaminada a la playa Foto: Laura Sarti

Las principales playas de anidación de México cuentan con el trabajo de los biólogos de los gobiernos federal y estatales, de diversas organizaciones no gubernamentales y de educación media y superior, apoyados fuertemente por inspectores de la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa) y elementos de la Secretaría de Marina y Armada de México, con el fin de lograr la meta de proteger el cien por ciento de las nidadas, lo que a su vez, apoyará en la recuperación de esta gran viajera.

Como podemos darnos cuenta, si no tomamos medidas urgentes y acciones concretas, estaremos cooperando en una de las mayores atrocidades de la naturaleza: la extinción de una especie que ha sobrevivido desde la era Terciaria.

Lecturas recomendadas

Distant Fisheries Implicated in the Decline of Leatherback Pacific Populations. Eckert, S. Y Sarti, L. (1997). MTN 76:7-9.

Declina la agregación anidadora más grande del mundo de tortugas baúlas. Sarti, L., et al., (1996) MTN 74:2-5

Situación actual de la tortuga laúd Dermochelys coriacea en el Pacífico mexicano y medidas para su recuperación y conservación. Sarti, L., (s/a), Semarnat, 16 pp.

Ir al inicio