Luna: 1095 días
na película de ciencia ficción sin avalancha de efectos especiales, sin monstruos intergalácticos ni persecuciones, enigmática como 2001 Odisea en el espacio (Kubrick, 1968); pausada y cerebral, como Solaris (Tarkovsky, 1972); distante en años luz de productos de consumo tipo Transformers (Michael Bay, 2007-2009). Esta anomalía anglosajona es Luna: 1095 días (Moon), primer largometraje de Duncan Jones (antes Sowie Bowie, hijo del célebre cantante). La película de bajo presupuesto tiene en realidad un solo actor (Sam Rockwell), quien interpreta el papel de Sam Bell en dos versiones clonadas de sí mismo. Es el único elemento humano en una misión de recolección de Helium-3, material energético solar, capturado en el lado oscuro de la Luna, que asegura 70 por ciento de la provisión de energía que requiere un planeta Tierra privado de sus fuentes originales de combustible. El gran negocio lo maneja inescrupulosamente Lunar Inc., corporación trasnacional.
Duncan Jones crea una atmósfera claustrofóbica, de pulcritud angustiante, en la que por espacio de tres años vive Sam Bell en compañía únicamente de Gerty (voz sugestiva de Kevin Spacey), robot de inteligencia programada que expresa sus emociones en una pantalla de iconos gestuales o emoticones. La aparición de un segundo Sam no sólo provoca el conflicto de rivalidad e identidades confundidas que confiere interés dramático a la cinta, sino un elemento de intriga relacionado con la corporación como una entidad amenazadora.
Luna: 1095 días muestra los efectos alucinatorios de una reclusión prolongada, mismos que se entrecruzan con la realidad de los dos individuos que reclaman cada cual una identidad verdadera, pero que pudieran ser sólo clones de un original ausente. Sam Rockwell ofrece un trabajo notable de actuación al transmitir la gama de emociones encontradas de los dos personajes, en tanto Gerty posee una macabra simpatía de robot hospitalario, potencialmente hostil, imprevisible en todo momento. Una cinta de intriga inteligente que con fortuna ignora las facilidades y rutinas del avasallamiento visual hollywoodense.