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LA FALSA SOLUCIÓN DE DOS ESTADOS La ocupación ha creado condiciones en que el territorio israelí y lo que queda del territorio palestino están profundamente trenzados, de forma tal que ni siquiera es posible considerar una separación al estilo bantustán sudafricano. Israel ha logrado dividir a la población palestina al crear dos entidades distintas: una que vive en el gigantesco campo de concentración que se llama Gaza, y otra en una Cisjordania que se empequeñece día a día ante el avance de los colonos. Además, el sistema de carreteras para uso exclusivo israelí, los asentamientos, los checkpoints y el muro de separación han desarticulado cualquier organización civil palestina y cualquier semejanza con una vida normal. Si a esto sumamos los bloqueos, los asesinatos de líderes, los bombardeos rutinarios y las numerosas incursiones del ejército israelí, cualquier posibilidad de paz se evapora. Cuando las preocupaciones más urgentes tienen que ver con la desintegración de todos los aspectos de lo cotidiano no es posible pensar en acuerdos, concesiones y entendimientos. Tel Aviv sabe muy bien que no se negocia con un enemigo débil. Más jutzpá. LA FALSA TOLERANCIA Nada podría parecer más apropiado para una tierra tan atormentada como Israel-Palestina que erigir un monumento, ¡qué va!, un museo, a la tolerancia, una institución que promueva “la unidad y el respeto entre judíos y entre la gente de todas creencias”. ¿Y dónde podría construirse se mejante baluarte de la humanidad? El municipio de Jerusalén y el gobierno israelí decidieron erigirlo sobre un cementerio musulmán con más de mil 500 años de antigüedad. Pero, por supuesto, para dar lugar a las exhibiciones que muestren la amenaza del racismo, el antisemitismo y el terrorismo había que desalojar los cadáveres que reposaban ahí, indiferentes a la necesidad de propagar la tolerancia. La portavoz de la Autoridad para las Antigüedades de Israel, Osnat Goaz, la dependencia a cargo de las excavaciones, declaró: “Israel está más saturado de artefactos antiguos que cualquier otro país del mundo. Si no construimos sobre antiguos cementerios, nunca construiríamos.” Claro que aun en un país abarrotado de antigüedades llama la atención que los sitios elegidos para construir sean musulmanes. La ONU y numerosas instituciones han tratado de detener el proyecto que será parte del Centro Simon Wiesenthal, pero la Suprema Corte ha autorizado los trabajos, considerando que desde 1960 ese sitio ha sido un estacionamiento y no un panteón. Nada mejor para fortalecer la tolerancia que tener el jutzpá de desenterrar a los ancestros de tu rival. LA FALSA DEVOCIÓN A LA HERENCIA NACIONAL El 21 de febrero pasado el primer ministro Benjamin Netanyahu anunció que La Tumba de los Patriarcas, en Hebrón (también conocida como la mezquita de Ibrahim), y la Tumba de Raquel, en Belén, serían añadidos a la lista de 150 sitios de la herencia nacional de Israel. Netanyahu de claró con candidez que el partido religioso de extrema derecha, Shas, lo convenció de añadir estos dos sitios. Ambos sitios quedan en Cisjordania, con lo que se tensa y se complica más la relación entre Israel y Palestina. La Tumba de los Patriarcas es objeto de devoción para judíos, musulmanes y cristianos, y fue el sitio donde el colono brookly niano Baruch Goldstein asesinó a veintinueve musulmanes mientras rezaban en 1994. Esto sólo puede entenderse como otra cara del expansionismo israelí bajo la fachada de rescate cultural. La ONU declaró: “Hacer reclamos oficiales a lugares religiosos e históricos a través de la Cisjordania y Jerusalén este ocupados y los intentos por el gobierno de Israel por declararse a sí mismo como el único guardián de esos sitios, es otra medida dirigida a consolidar la ocupación ilegal de Israel de tierras palestinas.” Adivinaron: otra muestra de Jutzpá. |