Aznar, cabildeo frustrado
l pueblo español pagó hace siete años casi 30 millones de pesos mexicanos por una medalla que no tuvo oportunidad de presumir. Aclaremos: no era para el pueblo español, sino para su entonces presidente, José María Aznar, el amigo de Bush y su aliado en la invasión a Irak; también, el consejero especial en asuntos electorales de Vicente Fox, Felipe Calderón y la directiva del Partido Acción Nacional.
La medalla citada no está llena de piedras preciosas que expliquen el elevado precio que se pagó por ella; tampoco su diseño es del otro mundo, pero para algunas personas recibirla es un alto honor. Aunque el Congreso de Estados Unidos no la otorgue siempre para reconocer méritos verdaderos si no que la puedes comprar, cabildear para finalmente lucirla el día que te la entregan y después presumirla a la familia y a los amigos.
Eso precisamente fue lo que hizo el señor Aznar: pagar por ella, contratar secretamente, a espaldas de las instancias que vigilan el gasto público, a un bufete de abogados con sede en Washington (el de Piper Rudnik) especializado en tráfico de influencias, en tareas de cabildeo. Pero por más que los integrantes de ese despacho trataron de convencer a los congresistas de que Aznar era un héroe, un gran presidente, los legisladores del vecino país pensaron distinto. Quizá sólo lo catalogaron un fiel servidor del imperio. Y se la negaron.
El señor Aznar, el que gracias a un primo muy instruido que tiene, niega el calentamiento global, nunca pensó que sería investigado por haber destinado 2.3 millones de dólares al cabildeo para recibir la Medalla del Congreso de Estados Unidos.
El Tribunal de Cuentas de España investiga desde hace rato si el ex presidente (quien mintió sobre los causantes del atentado terrorista del 11 de marzo en la estación de Atocha, Madrid, y que al final le costó el poder a su partido), desvió dinero del erario en beneficio de su imagen personal, de su vanidad.
Cuestión de procedimientos legales, porque en España y en el mundo se sabe que ese dinero provenía del erario. En caso de que se le declare culpable, él y los ministros que aprobaron pagar esos millones de dólares a unos cabilderos que ni siquiera hicieron bien su trabajo, deberán restituir dicha suma.
Esos ministros y los cabilderos olvidaron los valores elementales que en ocasiones los congresistas estadunidenses consideran a la hora de otorgar reconocimientos. Y que no suelen concederlos por actitudes lacayunas. Fue el caso de Aznar al apoyar incondicionalmente, junto con el ex primer ministro inglés Tony Blair la invasión a Irak.
Blair arrastra, igualmente, su desprestigio por tal motivo.
Cabe bien recordar en México un apoyo incondicional, lacayuno: el del Congreso de la Unión al presidente Gustavo Díaz Ordaz por la matanza de Tlatelolco.