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De la Torre metió a jugar sólo 12 minutos a Calderón; éste se molestó

Pumas tuvo más oportunidades, pero al final empató sin goles con Toluca
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El arquero de los Diablos Rojos, Alfredo Talavera, impidió que su meta fuera profanadaFoto Víctor Camacho
 
Periódico La Jornada
Lunes 1º de febrero de 2010, p. 3

Si la fe mueve montañas poco sabe de meter goles, porque ayer ni Pumas ni Toluca consiguieron traspasar las porterías.

A veces por la intervención de los porteros –sobre todo Sergio Bernal, quien tras su ausencia por lesión regresó con la espontaneidad y velocidad que mostró su suplente Alejandro Palacios–, otras por falta de tino de los delanteros o por la inoperancia del equipo.

No es azar ni suerte, pero queda una interrogate: ¿qué ocurrió cuando el disparo del auriazul Martín Bravo golpeó el travesaño y, por ley de gravedad, debió convertirse en un gol muy claro?

La caída del balón se interrumpió por la cabeza involuntaria del defensa Diego Novaretti, que lo mandó fuera.

Pablo Barrera tampoco consiguió anotar, como lo hizo –y dos veces– hace dos semanas. La buscó incluso con una gran escapada. El juvenil volante se diluyó en una sucesión de quiebres, amagues y engaños, esquivando un rival tras otro, hasta que se metió al área chica de los Diablos. El público cerró los ojos, pero Pablo se desinfló frente al guardameta Talavera y la afición sólo suspiró y celebró con un aplauso.

La falta de goles no sólo molestó a los asistentes a Ciudad Universitaria, por momentos escépticos de que existiera eso que los auriazules llaman garra felina, y lo hicieron patente con una rechifla.

Tampoco los choriceros contribuyeron para que hubiera más jugadas de gol. Completamente encerrados en su terreno –defendieron con cuatro, cinco y a veces hasta seis jugadores–, con una delantera que poco podía hacer para cumplir con su función, apenas esperar para salir en contragolpe. Ni Mancilla ni Sinha se notaban sobre la cancha.

Héctor Mancilla tuvo una sola oportunidad clara. La zaga del cuadro mexiquense repelió un ataque de los de la UNAM, y en el contragolpe Mancilla vio un poco adelantado a Bernal, por lo que quiso sorprenderlo con un disparo bombeado desde media distancia, lo cual obligó al guardameta a retroceder apresurado y apenas pudo evitar que el tiro se convirtiera en el esperado tanto del partido.

Los técnicos de ambos bandos miraban el juego hundidos en sus bancadas. José Manuel de la Torre, del Toluca, con brazos cruzados por la falta de efectividad de una escuadra regularmente efectiva, pero que en este incipiente torneo no consigue levantar.

El auriazul Ricardo Ferretti, con las manos en los bolsillos de la chaqueta universitaria. El frío inhibió un poco sus esporádicas explosiones y apenas alcanzó a regañar a Martín Bravo, quien entró de relevo por Paco Palencia, otro delantero que hoy fue inofensivo.

Ante un panorama tan desecho, Chepo hizo cambios inesperados: sacó a Vladimir Marín y metió a Néstor Calderón sólo 12 minutos y lo relevó inmediatamente por Carlos Galeana.

La razón para hacer una modificación tan efímera también entra en territorio desconocido. De la Torre se limitó a decir, bastante molesto, que la función del futbolista es jugar y la del técnico dirigir; de lo demás, a nadie tiene por qué dar explicaciones.

Estoy en mi derecho de meter o sacar a quién yo decida. Si quieren saber lo que hizo, pregúntenselo (a Calderón), dijo el timonel.

Ante tal desplante de mano dura, el relevo fugaz salió hecho una furia y aventó la playera hacia donde estaba el técnico. Un berrinche que incluso provocó que el Tuca interviniera con algunas palabras que sólo los involucrados conocen, porque si fueron reservados con los goles también lo son con la declaraciones.

“Yo no soy chismoso. Lo que platiqué con Chepo no lo voy a decir. Le dije que si alguien me pregunta de su equipo le diré que está muy bien dirigido”, dijo Ferretti.