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Bajo la Lupa

Bancos de China y Brasil desplazan a los de EU y Gran Bretaña

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Un empleado apila fajos de renminbis en un banco en Hefei, en el centro de China, cuyo gobierno aprobó ayer más medidas para evitar el sobrecalentamiento de la economíaFoto Ap
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a noticia no es que los bancos chinos –por cierto, en su gran mayoría estatales–, hayan desplazado a la alcurnia de la banca privada anglosajona de EU y Gran Bretaña de los primeros 10 sitiales internacionales en la pasada década, sino que aparezcan portentosamente los bancos brasileños entre ellos (lugares 5, 7 y 9).

No es novedad –Bajo la Lupa, lo había anticipado hace mucho– salvo por dos consideraciones: 1) que su sicofante sea The Financial Times (TFT, 10/1/10), portavoz del neoliberalismo global, lo cual exhibe la gravedad del declive financiero anglosajón, y 2) la irrupción y posicionamiento de dos integrantes del BRIC (Brasil, Rusia, India y China) en el otrora inexpugnable mundo financiero de la dupla anglosajona, en particular, y del G-7, en general, lo cual (en)marca el barómetro de la acelerada decadencia de EU.

Patrick Jenkins, del TFT –al unísono de otros seis reporteros: lo cual denota la relevancia de la información en la City, que ya inició su éxodo a Honk Kong y que sufrió una paliza en Dubai–, expone el eclipse –término incorrecto, pues no es un asunto efímero ni coyuntural, sino estructural que acentuará sus tendencias presentes que procuran más bien un desplazamiento– de los rivales de EU por la banca china.

Más allá de la capitalización de mercado –es decir, la cotización de las acciones de las empresas en la bolsa–, Jenkins basa su ranking en el precio de las acciones como múltiplo de su valor en libros –una pirueta contable muy criticable que estimula la especulación: Bajo la Lupa es más conservadora y prefiere la capitalización de mercado– que pone de relieve los cinco primeros bancos mundiales: en los primeros cuatro, los bancos chinos y, en el quinto sitio, un banco brasileño: 1) China Merchants Bank (precio/valor en libros: 4.3); 2) China Citic (3.4); 3) ICBC (3.1); 4) China Construction Bank (3.1), y 5) Itaú Unibanco, de Brasil (3.1).

Vale la pena considerar el resto de los primeros 10 lugares: 6) Bank of Communications, de China (3.1); 7) Bradesco, de Brasil (2.7); 8) Commonwealth Bank of Australia (2.7); 9) Banco do Brasil (2.5), y 10) Royal Bank of Canada (2.5).

Llama poderosamente la atención la ubicación de la banca brasileña con tres entre los primeros 10 lugares: detrás de China, que detenta cinco sitios, pero antes de la anglósfera (inventora del jueguito financiero con el aventurero megaespeculador escosés del siglo XVII: John Law) que ostenta dos lugares rezagados cuando no aparece ningún banco estadunidense ni británico. Too much!

Jenkins aduce que los bancos chinos consolidaron su posición como las instituciones financieras más altamente valoradas, mientras en los pasados seis años el promedio del precio sobre su valor en libros de los 50 más grandes bancos, en su mayoría occidentales (sic), perdió la mitad de su valoración, al pasar de 2 a 1, lo que significa, que no valen más que su valor en la hoja contable.

La semiótica ni la geografía son el fuerte de Jenkins, en particular, ni de los depredadores neoliberales, en general, para quienes Japón es occidental, mientras Brasil no.

Jenkins admite que la mayoría de los bancos occidentales (sic) se cotiza por debajo de su valor en libros, lo cual, a nuestro entender, es un verdadero milagro de la contabilidad invisible (off-balance-sheet) y sus criminales paraísos fiscales (off-shore), ya que prácticamente se encuentran en la insolvencia, pese a los generosos rescates de sus gobiernos –perdón: de los secuestrados ciudadanos que subsidian involuntariamente a una banca parasitaria que todavía se da el lujo de maltratarlos. ¡Tal es la ética nada estética de las finanzas del capitalismo anglosajón!

Que los principales bancos chinos hayan duplicado su valor en 2009 refleja la creciente confianza en los mercados emergentes, en particular de China y Brasil.

Pese a que los bancos de inversiones occidentales (sic) prosperaron durante 2009, quedaron muy atrás: Goldman Sachs, con todo y las ayudas celestiales, se encuentra en un mediocre lugar 22, y JP Morgan-Chase, en el 31. Pues no andan tan mal cuando ambos supuran activos tóxicos por sus heridas contables ocultadas en el esotérico nivel 3, que solamente conocen los banqueros. ¡Y eso que nos encontramos a inicios del siglo XXI, cuando la nigromancia medieval se trasladó a las finanzas modernas de Wall Street y la City!

Jenkins rememora nostálgicamente que “al inicio de la década pasada EU dominaba los rankings, cuando los cinco primeros bancos globales (sic) fueron Bank of New York Mellon, Lloyds (Gran Bretaña), Morgan Stanley, Citigroup y Wells Fargo.

¿Qué tan global fue la banca anglosajona cuando solamente servía los intereses particulares de EU y Gran Bretaña en el mundo, sin beneficio para los demás países del planeta?

Mediante la capitalización de mercado, otros seis reporteros –Steven Bernard, Jeremy Lemer, Helen Warrell, Cleve Jones, Peter Thal Larsen y Simon Briscoe (TFT, 22/3/09)– acompañaron sin empañar ni empeñar la relevante información que encabeza Jenkins y confeccionaron una síntesis dinámica de la década de los bancos globales (sic).

Los seis reporteros informan, más allá del rescate de los gigantes (sic) bancarios por los gobiernos a lo largo del mundo occidental (sic), que en medio de las turbulencias, también se ha gestado un giro dramático (sic) en el centro de gravedad bancario, lo cual –sea expresado con humildad– detectamos hace más de tres años en nuestro libro Hacia la desglobalización (Jorale Editores, México, 2007).

Un servidor (quizá por haber estudiado en la UNAM y no en el templo del ITAM) no está tan convencido que los hoy exitosos bancos chinos y brasileños sean globales, sino más bien locales y regionales, lo cual parece indicar la nueva tendencia de la banca internacional que, a nuestro juicio, arroja el siguiente teorema: se puede vivir sin bancos globales, pero no sin bancos regionales y, mucho menos, sin bancos locales.

Este teorema, que ya es axioma, lo aprendieron ya muy tarde, a costa de la nación, los neoliberales mexicanos (en su mayoría itamitas y fondomonetaristas), quienes regalaron la banca nacional (que llegó a ser regional: con dos bancos que fueron los primeros de toda Latinoamérica antes de su aciaga y ciega privatización): hoy entregada entre 86 por ciento y 92 por ciento (dependiendo de quien calcule) a los insolventes cuan insolentes bancos anglosajones globales y a sus excrecencias españolas. ¡Lo contrario de China y Brasil!

Luego se preguntan la razón del cataclismo neoliberal en México, cuya salvación, más allá de la teología itamita y fondomonetarista, pasa por la creación de una banca nacional y por la aplicación del equivalente a la Enmienda Regulatoria estadunidense Glass-Steagall con características mexicanas.

Curiosamente, México tuvo la providencia en esta ocasión, pese a la crisis crediticia global, de no haber tenido que rescatar nuevamente a sus bancos quebrados porque carecía de ellos. ¡Ni esto supo aprovechar la reinante kakistocracia (el gobierno de los peores) de los itamitas y fondomonetaristas neoliberales!