Reincidentes, algunas dinastías aprovechan la desmemoria de los aficionados
Lunes 4 de enero de 2010, p. a34
Además de la lidia de becerros o novillos por aficionados en forma tumultuaria y sin reglamento que con el tiempo fue sustituida por escuelas taurinas, CAPEA es asimismo el Centro de Apoyo para Personas Extraviadas y Ausentes, dependiente de la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. Su objetivo es realizar búsquedas exhaustivas para la localización de personas en esa condición por medio de un equipo interdisciplinario.
Si notable extravío fue el papelazo de la confirmación de alternativa de un amoroso padre a su hijo en la Plaza México el 5 de diciembre de 2004, con becerros de Teófilo Gómez, no desmereció la hazaña con los anovillados de Carranco, improcedentes sustitutos de cuatro toros de San Marcos en la octava corrida.
Carlos Hernández González Pavón observa: “¿Quién cortó la oreja el domingo 27, Pedro Gutiérrez El Capea o su papá El Niño de la Capea? A mi modo de ver la cortó este último dada su paternal empatía o capacidad del individuo para llegar a la compenetración emotiva con otros seres.
“Mientras Pedrito, de 30 años, toreaba de muleta a su segundo, de Carranco, en el callejón El Niño de la Capea vivió y orientó de manera obsesiva y frenética aquella actuación. Gesticuló, manoteó y hasta se colocó como quería que lo hiciera su retoño. A tal grado captó la faena El Capea que acató cuanto la mente de su poseído papá le dictó. Cuando dejó un estoconazo trasero que hizo rodar al toro, Pedro grande destrabó el semblante, sonrió nervioso y su mente levantó la oreja que quien sabe cuál de los dos había cortado”, concluye Pavón.
A falta de crítica taurina, ¿podrá CAPEA ubicar a estos extraviados pero empáticos Capeas?