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Toros

Santa María de Xalpa reivindica la dignidad del toro y el respeto de sus criadores

Eufórica tarde en la México: Fabián Barba, 2 orejas; Morenito de Aranda, una

Miguelete tuvo momentos de calidad

Generosa reaparición del juez Ricardo Balderas

Foto
El primer espada Fabián Barba enfrenta a Minito en la Plaza MéxicoFoto Notimex
 
Periódico La Jornada
Lunes 4 de enero de 2010, p. a34

Santa María de Xalpa repitió color en la novena corrida de la temporada en la Plaza México al enviar, literalmente, un arrogante encierro en el que destacó el trapío que da la edad con su respectiva cornamenta, el buen estilo, la fijeza y la repetitividad, no así la bravura en varas ni la transmisión en el último tercio. La mayoría fueron aplaudidos al saltar a la arena y en el arrastre.

Comprometidos sus propietarios Benigno Pérez Lizaur y Miguel Valladares García con la dignidad animal del toro de lidia, se dieron a la tarea de criar en México reses del encaste Parladé-Domecq, con el claro propósito de ofrecer un toro más espectacular en trapío y en pintas, digamos un tiburón con aleta dorsal completa, ante tanto mero desnutrido solicitado por los que figuran.

Una pena que este tipo de toros, de gallarda presencia y frondosa arboladura, con una toreabilidad indiscutible, no sean del agrado de diestros famosos, nacionales y extranjeros, pues en manos de matadores con escaso rodaje difícilmente pueden lucir a plenitud, como sucedió ayer.

El hidrocálido Fabián Barba, primer espada, que volvió a la Plaza México habiendo toreado ocho corridas en 2009, estuvo bien y variado de capa con el imponente abreplaza Minito, de 486 kilos, reales, de peso, que recargó en el puyazo y acudió a la muleta con claridad aunque sin suficiente transmisión. Barba, quieto y ensimismado, mostró disposición pero sin acabar de redondear. Con su débil segundo, que tomó una vara de trámite, dejó cuatro gaoneras machas, un cambiado por la espalda eterno y dramático, importantes naturales y derechazos, mucha hambre de ser y dos pinchazos arriba, sin aliviarse, antes de una entera. Los espectadores, desacostumbrados a ver hazañas, lo premiaron apenas con una salida al tercio.

Por eso Fabián regaló a Mezquitero, un hermoso jabonero (pelaje blanco amarillento) al que recibió con un farol a porta gayola, una larga, lances y medias. El astado tomó una vara y un capote bobo en la tronera provocó que se fracturara el pitón derecho. Pero el xalpeño tenía alegría, calidad y son, y con él Barba cuajó un estructurado trasteo en los medios, coronado con un estoconazo hasta las cintas. En una plaza seria una oreja era lo justo, pero como el juez Ricardo Balderas ya había otorgado un apéndice a Morenito de Aranda por un volapié tras una faena deshilvanada, no le quedó sino soltar las dos en su dadivosa reaparición en el biombo.

Morenito tuvo en sus manos al noble Cocinero, que empujó en un puyazo, permitió desmonterarse a Adolfo Sánchez tras meritorios pares y exhibió el contraste entre la tauridad del toro y la expresión del torero, que no supo aprovechar aquella embestida. Cobró efectivo volapié y ante leve petición recibió una oreja entre división de opiniones. Con el quinto, precioso mulato que blandeó en varas, el de Burgos recurrió a cites efectistas, ligando poco y templando menos la lenta acometida. Mató mal.

Y Miguel Ortas Miguelete, con el toreo en la cabeza pero sólo cuatro corridas toreadas el año pasado, mostró no obstante una muleta con temple, mando y largueza ante el lote menos propicio. ¡Ah, si en México hubiera más competencia empresarial taurina!