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Faith No More o la desaparición de lo masivo
Prueba de que la nostalgia no siempre sirve al negocio de la música es que Living Color, banda emblemática del funk-pop estadunidense de los noventa, vio cancelado su concierto de este mes en México por falta de quorum. Semanas antes del descalabro, los organizadores decidieron cortar por lo sano y pagar el pato antes de que el asunto pasara a mayores. Cuestión más o menos normal en el negocio del entretenimiento, afortunadamente no se repitió con Faith No More, grupo que –tal como pasó con The Prodigy– cambió de foro por la misma razón (estaba programado para el pabellón este del Palacio de los Deportes) para finalmente agotar localidades en el Vive Cuervo Salón el viernes 13 de noviembre, lo que demuestra que no todos los shows deben suceder en espacios gigantes y, más todavía, que su promoción ya no debe sujetarse a formatos tradicionales.
Mientras en otras megalópolis aumenta el número de foros de mediana capacidad, posibilitando una mayor cantidad de negocios saludables, nosotros seguimos dependiendo de las ambiciosas alucinaciones de quienes buscan sacarse la lotería en cada evento, manteniendo esquemas de difusión lejanos a una realidad que ve en las redes sociales y el boca en boca su mejor desempeño. El asunto parece simple, pero si seguimos por la misma vía dejarán de visitarnos conjuntos importantes para la música del porvenir, y los grandes nombres irán decayendo con la inevitable renovación generacional. De esta forma quienes hoy garantizan taquilla (U2, AC / DC, Pearl Jam, Green Day, Madonna, Metallica, Cerati, Radiohead, Los Fabulosos Cadillacs, Café Tacuba, etcétera) ya no serán suficientemente fuertes para la industria.
Mike Patton |
A ello podemos sumar que las bandas locales en desarrollo no tendrán a corto plazo la discografía necesaria para sustentar shows de igual magnitud, ni podrán ir ascendiendo por un camino lógico. Para que imagine el lector, en Ciudad de México la única ruta de subida es la que va del Hard Rock al Foro Sol pasando por el Lunario, el Teatro de la Ciudad, el Metropólitan y el Auditorio Nacional, lo que muy pocos logran. (Menos aún son los que, como Enrique Bunbury o U2, consiguen tocar en el Estadio Azteca.) Claro que siempre habrá excepciones internacionales, pero son contadas y no deberíamos esperar que la reactivación de nuestro sistema suceda sólo cuando nos visiten.
En otras palabras, mientras en otros países la escena de los conciertos se extiende horizontalmente perdiendo volumen, brindando riqueza cultural y mayores beneficios económicos aledaños, acá se sigue echando agua a la sopa para que “rinda”, empobreciendo la variedad en pos de un sueño extinto. Ese mismo sueño que mata a las disqueras cuya filosofía es consentir a sus pocos artistas prioritarios en lugar de firmar nuevos proyectos y mirar la multiplicación de “lo pequeño”. Por supuesto, ello no cancela la posibilidad, la necesidad de que los grandes shows sigan sucediendo. Sólo que ya no se dependerá exclusivamente de ellos.
Regresamos entonces al principio de la nota: ojalá que la experiencia de Faith No More haga girar la piedra de quienes más producen conciertos en nuestro país. La lección de su éxito dicta algo simple: se deben proyectar eventos proporcionales a su convocatoria y, muy importante: cambiar la manera de medir tal convocatoria (tienen que abandonar la oficina de vez en cuando). Asimismo, las ofertas de contratación tendrán que adecuarse presionando a manejadores y agencias extranjeros para que sus artistas dejen de pedir cifras disparatadas, distantes a nuestra capacidad de compra. Si en otras latitudes es posible ver a Living Color en foros reducidos y por un precio justo, no vemos por qué no se puede replicar la fórmula en México (había muchos que iban a comprar boletos en la última semana, pero muchos).
Algunos dirán que, precisamente, la falta de foros se impone como obstáculo principal. Responderemos que sí, que se deben construir nuevos, que se debe invertir en rescatar algunos (¿teatros?) y adecuar varios más (¿cines?) para poder, un día, vivir en ciudades cuya oferta musical presuma de grandeza; algo fundamental para que otras escenas y géneros distantes del rock y el pop, como el clásico, el jazz y el folclor, reciban la vitalidad de una inercia positiva y generalizada. Eso sería pensar a largo plazo.
Para concluir diremos que Mike Patton y su Faith No More dieron una auténtica cátedra de lo que debe ser un concierto de rock. Vestidos con trajes de tres piezas levemente rosas, sonando bien, tocando mejor y comunicándose naturalmente con una audiencia precisa, no necesitaron de pantallas ni pirotecnia, ni luces estrafalarias para lograr intimidad o provocar un sólido slam. “Reunited”, “Epic” y “We Care A Lot” fueron lo mejor de la noche. Si no los conoce, búsquelos, amable lector. No se arrepentirá.
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