Y cuando llegue tu resurrección
brillará el labio de los lirios.
Se pensará que no era para ti la primavera,
que la vida te había dado lo necesario para el viaje,
que no importa morir
sino tomar la decisión de morir.
“Abre bien los ojos”, me dijiste aquella noche ante la tele:
Líbano en llamas, la abuela en el féretro, Jorge con su lumbre.
Dormías desnuda, ni un muerto llega así al ataúd.
Y tú estás cerca, y aún yaces en esa cama.
En el patio
arde el oro del trigo en los petates.
Lloramos ante tu altar de reina mártir,
nunca supimos nada sobre ti:
estar al centro de la nada
no era menos grave que estar en la nada. |