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El Cáucaso del norte convertido en un polvorín por el auge de las ideas fundamentalistas

Al menos 20 muertos y 140 heridos, saldo de un atentado suicida en Ingushetia
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Devastación tras el ataque explosivo contra la sede de la policía en Nazrán, la ciudad más importante de IngushetiaFoto Ap
Corresponsal
Periódico La Jornada
Martes 18 de agosto de 2009, p. 22

Moscú, 17 de agosto. El baño de sangre provocado este lunes por un atentado suicida que sacudió Nazrán, la ciudad más importante de Ingushetia, con la explosión más potente de los últimos años en toda la zona colindante con Chechenia, vino a ser la enésima confirmación de que el Cáucaso del norte es, por mucho, la región más inestable y conflictiva de Rusia.

Al menos 20 muertos y más de 140 heridos dejó como saldo el ataque contra la sede de la policía en Nazrán por dos hombres que se inmolaron al hacer estallar una carga explosiva de entre 500 kilos y una tonelada de trilita (TNT), de acuerdo con las estimaciones preliminares de los artificieros de la procuraduría rusa.

La potencia de la explosión fue tal que rompió los cristales de todos los edificios en un radio de 500 metros y destruyó una treintena de automóviles.

Los atacantes, presumiblemente miembros de un grupo islamista radical, estamparon su vehículo –una camioneta Gazel, de fabricación rusa, que en días pasados se reportó como robada– en un muro junto al patio en que los policías y agentes estaban formados para recibir órdenes de sus superiores.

Ingushetia, cuyo presidente, Yunus-Bek Yevkurov, aún convalece de las graves heridas que sufrió a mediados de junio anterior al hacer estallar un atacante suicida un coche bomba al paso de su convoy, está pagando las consecuencias de lo que el gobernante de la república vecina, Ramzán Kadyrov, llama imponer el orden en Chechenia.

El combate formal a la guerrilla separatista, acompañado por una desenfrenada represión que afecta a amplios sectores de una población sumida en el miedo y sirve de pretexto para eliminar a voces críticas y adversarios políticos, provocó que los independentistas busquen refugio en las repúblicas colindantes.

Ahí, en Ingushetia pero también en Daguestán, Kabardino-Balkaria y Osetia del Norte y, en menor grado hasta ahora, Karachayevo-Cherkesia y Adigueya, los separatistas chechenos encuentran rápido aliados en los grupos islamitas que, enfrentados a gobiernos corruptos y a las mafias locales, se radicalizan cada vez más.

El incremento de atentados suicidas, así como la proliferación de emboscadas y de incursiones armadas como, por poner dos ejemplos recientes, el asalto contra un puesto de policía en Daguestán o el asesinato a tiros en su propia oficina de Ruslán Amirjanov, ministro de la Construcción de Ingushetia, son testimonio del auge que están cobrando en el Cáucaso del norte las ideas fundamentalistas.

Grupos de islamitas radicales que actúan por separado, sin una coordinación visible ni un liderazgo reconocido, junto con los separatistas chechenos dispersos por la región, abonan el camino de los promotores de un califato caucásico independiente.

En cierto sentido, la aparente pacificación de Chechenia no es sino una simple fachada que encubre un problema mucho más grave que el que se pretende ya resuelto: el polvorín en que se ha convertido el Cáucaso del norte.

El separatismo checheno era el problema y ahora, aunque mermada la guerrilla, es sólo parte de un problema mayor que vuelve la región toda un nudo de contradicciones religiosas, étnicas, territoriales que, pese a la numerosa presencia de tropas rusas, desatan la violencia y presagian, al menos en el corto y mediano plazos, la imposibilidad de poner fin al derramamiento de sangre.

Ante la inoperancia de los corruptos gobiernos locales, enfrascados en sus guerras particulares de clanes por el control de sus repúblicas, que entienden como feudos para manejar los recursos federales en beneficio propio, lo cual equivaldría a reconocer su parte de responsabilidad al ejercer la prerrogativa de designar a los gobernantes de las entidades de la Federación, el Kremlin prefiere cada vez más atribuir el deterioro de la situación en el Cáucaso del norte a la injerencia foránea.

En declaraciones oficiales de forma velada se apunta a que hay fuerzas interesadas en desestabilizar la región, pero extraoficialmente se difunden todo tipo de versiones que tratan de demostrar que los islamitas radicales y separatistas chechenos reciben financiamiento y otro tipo de ayuda desde otros países.

Yevkurov, que aún no reasume sus funciones como presidente de Ingushetia, se curó en salud al declarar que, detrás de los atentados, no sólo están los árabes, también hay intereses estadunidenses, británicos e israelíes.

En cambio, su ministro del Interior, Ruslán Meiriyev, fue destituido abruptamente hoy por el presidente de Rusia, Dimitri Medvediev, quien afirmó que el ataque se pudo haber evitado, pues los servicios secretos rusos alertaron a la policía ingush de que podría producirse un atentado de esas características con el uso de una camioneta como coche bomba.

Es inadmisible que la policía, que debe proteger a la gente, no sepa protegerse a sí misma, dijo el titular del Kremlin.

El atentado en Ingushetia coincidió con un grave accidente en la hidroeléctrica de Sayano-Shushenskaya, en Siberia, en el cual, ya confirmado, murieron 10 personas, mientras otras 67 permanecen desaparecidas, la mayoría de las cuales probablemente hayan perecido también.

Durante la reparación de un transformador ocurrió una explosión que destruyó los muros y el techo de la sala de turbinas, lo cual provocó además un severo daño ecológico al llegar una gran mancha de aceite al río Yenisei, el principal de Siberia y uno de los mayores de Asia.