Ni el dictamen del INAH desde 2006, encaminado a proteger el Pasajuego de Balbuena, ni la solicitud del jefe de Gobierno capitalino en octubre de 2008 que buscaba declararlo Espacio Abierto Monumental, ni las recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal de impedir trabajos en el área –la última, el jueves–, fueron suficientes para detener la destrucción, a manos del mismo gobierno de la ciudad, del único escenario de esta urbe en el que por casi 60 años se había practicado pelota mixteca y tarasca.

Ahí se fue nuestro voto, exclamó irónico don Álvaro Sadot Arellanes, exponente de las primeras generaciones de migrantes oaxaqueños, michoacanos y guerrerenses, quien desde 1950 habían practicado y heredado a sus descendientes diversas modalidades de pelota prehispánica en las canchas que ellos mismos construyeron en un predio en la delegación Venustiano Carranza, y que en cuestión de horas fueron derruidas para levantar ahí una estación policiaca de la Secretaría de Seguridad Pública local (SSP-DF).

Al igual que don Álvaro, responsable de la pelota mixteca de hule en la mesa directiva de la Asociación Mexicana de Jugadores de Juegos de Origen Prehispánico, Romeo Silva, encargado también por años de la modalidad de pelota de cuero, acompañados de hijos y uno que otro allegado a las canchas, vivieron ayer con desazón la prepotencia con la que efectivos de la SSP-DF les impidieron la entrada al lugar, donde, a la destrucción fulminante de las canchas ocurrida la madrugada del jueves, se sumó la desaparición de todo el material para el juego: pelotas y varios guantes de cuero que llegan a valer más de 3 mil pesos.

La subdirección general de Obras les propuso mudarse al camellón de Zaragoza, lo que consideran una burla.