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Algunos tips para evitar la enajenación televisiva
La enajenación que causa la tele es, junto con los discursos
de Germán Martínez, la crisis económica mundial, el agujero
en la capa de ozono, la gripe porcina mexicana que no es
porcina ni mexicana –en una de ésas nos salen con que
tampoco es gripe–, los pleitos de siempre en Oriente Medio
o cualquier estupidez que suelte un ex presidente mexicano
–o sin el “ex”– para ver si sus dichos todavía nos conmueven…
uno de los grandes males colectivos de nuestro tiempo.
Pero esta columna, siempre atenta al feliz y saludable
devenir en las vidas de sus lectores, propone algunas estrategias
con que evitar la tan fea y tan moderna enfermedad
social de quedar convertido en ese muerto vivo que compra
tonitos para su celular; ese zombi contemporáneo consumidor
de comida chatarra, bebidas chatarra y televisión
chatarra; ese cadáver que respira y compra por televisión
máquinas de ejercicio para inmediatamente embodegarlas
debajo de la cama, o extractores de jugos para prepararse
medias de seda y piñas coladas y regalarse una bonita
diabetes mellitus; ese pobre fiambre cuyo intelecto queda
reducido a dispositivo que registra solamente goles
mediocres o chichis de silicona: el televidente.
Van pues hasta donde aguanten los 4 mil 500 caracteres
con espacios con que usualmente se ve encorsetada,
por la crueldad rigorista de los editores feudales
de estas páginas, la desbordada y fértil creatividad
del sumeteclas…
1. Como alguna vez dijo ese grande de la televisión
española –y universal– don Berto Romero, para
que no vaya a ser “meter la mano de la realidad por el
culo de la inocencia” y no se tenga que topar con la
abismal diferencia entre el mundo que narra la tele y
el que nos aporrea la calle todos los días, sólo hay una
receta: no vea los noticieros. Mejor lea. Periódicos, revistas,
folletos, pasquines, recetarios, manuales instructivos
y hasta misales, pero lea. Ya si es avezado lector, pues lea
libros, caramba. Novelas policíacas, quizá. Qué tal uno de los
títulos que con tanta enjundia y sacrificio ha escrito el autor
de estos desbarres y así contentos usted, mis editores y
yo pero no las televisoras, qué bueno para que se les quite.
Además, si ya está usted desahuciado para la alta teología
o el cálculo integral por su afición a los chismes de la farándula,
mejor se lee una revista del corazón y les evita a sus
oídos el suplicio en atonal, gatuna scordatura de tener que
escuchar a la Chapoy.
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2. Ya si no se aguanta las ganas, por lo menos sintonice
un canal cultural o lo que más se le arrime. Están desde luego
los canales culturales por antonomasia, el 22 de Conaculta,
el Once del Politécnico y TV UNAM de la máxima casa de
estudios de los mexicanos (¡felicidades por ese Príncipe
de Asturias!), pero de pronto le sorprenderán, flotando en
medio de la soporífera multitud de porquerías, que el duopolio
Televisa-TV Azteca se empeña en embucharnos a diario,
algunas rayas en el agua. Algo hay por allí en Canal 40.
Los canales culturales algo le van a dejar de nutriente
en el seso, pero córrale porque se acaban: algunos están
estrenando directores con derechistas tendencias a la mediocridad
y nos los quieren convertir en sucursales mamonas
del duopolio fatal. Vea el canal de los animales. No, no
me refiero al del Congreso.
3. Sea categórico: arranque sin miramientos su antena,
nomás sin caerse de la azotea. Quítele el plato a la parabólica
y úselo mejor para hacer ejercicio con sus retoños jugando
“frisbi” extremo. Cada batacazo en la trompa les va
a fracturar la naricita, pero verá con el tiempo cómo se les
templa el carácter y se hacen hombrecitos aunque hayan
nacido niñas. Y no se preocupe por su tele, que seguirá
siendo útil sin señal y le va a servir para ver videos y dividís.
Hágale lo mismo a las antenas de sus vecinos y cobre cover.
Además del entretenimiento proporcionará usted el entorno
ideal para aglutinar a su comunidad y establecer fuertes
vínculos con sus cuates y vecinos.
4. Mejor ni la prenda. Pero sáquele provecho. Empéñela
y pague la más letal o comprometedora de
sus deudas, posiblemente la que mantiene con sus
suegros o con su hermano rico con tal de no estar
aguantando la mordacidad ponzoñosa de su cuñada.
O ya de perdis, y como es lección de estos
(des)gobiernos, inviértale un poquito al futuro y ya
pague la colegiatura de los niños porque ora sí segurito:
si otra vez no paga en la quincena, se los corren…
¿y qué va hacer con los pequeños monstruos
chupasangre en la casa todo el día y sin tele que se
los embobe y domestique?
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