Viernes 24 de abril de 2009, p. 8
Lo que comenzó hace cinco años como lucrativo negocio familiar se convirtió ayer en una sentencia de cárcel de por vida para dos integrantes de la banda de plagiarios identificada por la Procuraduría General de la República (PGR) como Los Chila.
Fernando Robledo Chila, El Gordo, quien en 2004 hizo del secuestro una empresa familiar, con la colaboración de dos de sus hermanos, su cuñado, un sobrino y su tía, recibió una condena de 110 años de prisión, y se le obligó a pagar 741 mil 506 pesos de multa, por ser encontrado penalmente responsable de delincuencia organizada y de cuatro plagios.
Rafael Salas Zendejas, su cuñado, quien también fue encontrado culpable de delincuencia organizada, de tres plagios y de posesión de arma de uso exclusivo del Ejército, fue condenado a 109 años de cárcel y al pago de una multa de 606 mil 421 pesos.
Los hermanos Sergio y Verónica Robledo Chila fueron condenados a 30 años de cárcel, mientras Israel Estévez, un sobrino de Fernando Robledo, recibió sentencia de 10 años.
De todos los familiares implicados la única que demostró su inocencia y salió de la penitenciaría femenil capitalina fue la abuela, de 87 años, acusada originalmente de alimentar a las personas en cautiverio.
Acumulación de penas
Aunque en México está prohibida la cadena perpetua, el Código Penal Federal deja abierta la posibilidad de acumulación de penas cuando existe concurso de delitos; es decir, que cada conducta ilícita recibe una pena de cárcel por separado, y al final del proceso el juez hace el cómputo total de los años de prisión a que se hizo acreedor el sentenciado.
Sin embargo, aun cuando un acusado sea sentenciado a más de cien años de cárcel, como ocurrió con dos de este juicio, el máximo lapso que podrá pasar en prisión cada inculpado es de 60 años, ya que también así lo ordenan las leyes penales federales.
Fernando Robledo, preso en el Reclusorio Sur, fue quien planeó y sugirió a sus familiares dedicarse al secuestro. Antes de ser encarcelado amenazó y torturó verbalmente a sus víctimas y a los familiares de éstas para obtener los rescates. En sus declaraciones admitió que lo obtenido por cuatro plagios (más de 4 millones de pesos) lo gastó en chupe, viejas y desmadre
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Bajo la apariencia de taxista, El Gordo comenzó a secuestrar en noviembre de 2004. Su primer plagio fue el de un dueño de taxis en Iztapalapa. Perpetró otros tres hasta que fue detenido por la PGR, en noviembre de 2005.