La capital ofrece templos y ex conventos disfrutables sin importar la religión que se profese
Destaca la Catedral Metropolitana, en pleno Centro Histórico, por su simbolismo y leyendas
En el Museo del Carmen, además de la arquitectura, pueden admirarse dos exposiciones
Domingo 12 de abril de 2009, p. 2
No hace falta ser devoto inmaculado, ni beato con palco asegurado en el cielo para pasarla bien estos días en los templos católicos. No en todos, cierto, pero sí en algunos. Independientemente de la fe que se profese, la visita a recintos –por mencionar sólo tres– como la Catedral Metropolitana, en pleno Centro Histórico; el templo de San Juan Bautista, en Coyoacán, o el templo y ex convento del Carmen, hoy convertido en museo, en San Ángel, puede ser ocasión de disfrute y, si se quiere, de aprendizaje.
En cada uno, el visitante puede encontrar una cantidad inimaginable de aspectos interesantes, hermosos y sorprendentes. Sólo se requiere curiosidad y, si acaso, algo de paciencia, mucho menos de la necesaria para cruzar a vuelta de rueda las casetas de cuota y salir de la ciudad.
El templo y convento de San Juan Bautista, en el corazón del pueblo que escogió Hernán Cortés para vivir una vez consumada la conquista, se erige sobre lo que en su momento fue un calmecac o colegio para hijos de la nobleza azteca. Un grupo de frailes franciscanos emprendieron la construcción en 1522 y la concluyeron, en una primera etapa, 30 años después. Sin embargo, el inmueble estuvo en continua ampliación y remozamiento a lo largo de cuatro siglos.
En 1926 el templo fue cerrado temporalmente al culto como consecuencia de la guerra cristera. Hasta ese año conservó su techo original de alfarje, después fue sometido a una serie de remodelaciones que concluyeron en 1947.
Además de la fachada de cantera, la torre única y la arquería que se ubica a un lado, visibles al paso, en el interior se pueden apreciar una capilla, el coro, el ciprés y un retablo que, se presume, data del siglo XVIII. También son de interés los 12 retablos de factura reciente dispuestos a cada lado de la nave central, poblados de santos con esas expresiones características, que van del hieratismo enigmático a una grandilocuencia inquietante.
La capilla, dedicada a la virgen del Rosario está presidida por un retablo de estilo barroco churrigueresco, y en los muros circundantes resaltan grande óleos sobre tela que recrean aspectos de la vida de la virgen María.
Quizá la obra pictórica de mayor interés es la de las ánimas, situada en la bóveda del bautisterio, bajo el coro.
Barroquismo entre árboles frutales
También al sur de la ciudad, en San Ángel (en lo que hoy es avenida Revolución, casi esquina con La Paz), están el templo y el ex convento Del Carmen, cuya historia se remonta a 1615, en los márgenes de lo que entonces era el río Magdalena. Fue edificado por los frailes carmelitas en una extensa propiedad sembrada con árboles frutales que se extendía hasta Chimalistac.
El templo, con un magnífico altar barroco, actualmente sigue abierto al culto. El ex convento ha sido habilitado como museo. Ambas construcciones, de influencia mudéjar, se caracterizan por los decorados de los muros con azulejos, en contraste con la austeridad de los ornamentos en el resto de los elementos. No obstante, las tres enormes cúpulas que sobresalen del conjunto están cubiertas en su exterior con cerámica de talavera.
Concebidos para el recogimiento y la meditación, son especialmente disfrutables los jardines interiores.
Lo que hoy conocemos como San Ángel, se llamaba Tenanitla, pero como el templo y el ex convento estaban bajo la tutela de San Ángel Mártir, los pobladores empezaron a referirse al lugar con este nombre.
En los sótanos del ex convento se exhiben momias que, presuntamente, pertenecen a personas notables de la época.
Además de la arquitectura y las piezas de arte sacro que pueden apreciarse en cualquier momento, actualmente tienen lugar en el Museo del Carmen dos exposiciones: Altar de Dolores, y la muestra fotográfica San Ángel: afanes de la memoria, que propone un recorrido por la historia de ese barrio durante el siglo XX, con acervos particulares y del Instituto Nacional de Antropología e Historia.
Obra máxima de América Latina
Calificada como obra máxima de la arquitectura colonial, no sólo en México, sino en toda América Latina, la Catedral Metropolitana es el recinto religioso que ofrece la variedad más amplia e importante de arte sacro y aspectos de interés.
Ya sin las estructuras metálicas que durante varios años permanecieron en su interior como parte de los trabajos efectuados para impedir que se colapsara, ahora la visibilidad es plena. De tal modo que sin obstáculos se puede observar el soberbio Retablo de los Reyes, majestuosa y emblemática fantasía barroca
de madera cubierta con láminas de oro, obra del arquitecto y escultor español Jerónimo de Balbás, situada detrás del altar principal.
El retablo debe su nombre al hecho de enmarcar esculturas y pinturas de santos que pertenecieron a la realeza. En cuanto a simbología, es un espacio en el que se encuentran dos mundos: el terrenal y el celestial. Existe un plano que permite identificar a los personajes representados. La observación de cada detalle del retablo puede llevar horas. Es alucinante.
Otro elemento digno de admiración es el coro, situado en el centro de la nave, donde descansan los monumentales órganos barrocos –instrumentos únicos– llamados Evangelio y Epístole.
El primero, restaurado recientemente, consta de más de 3 mil 600 flautas con cerca de 6 mil variaciones sonoras. Escucharlo es toda una experiencia pero, en su defecto, la imagen de sus flautas incrustadas en la madera es subyugante. El otro órgano se encuentra actualmente en proceso de restauración. Ambos pueden ser apreciados desde el exterior del coro, pero éste también está abierto al público, aunque con accesos controlados, en los que el visitante ingresa en pequeños grupos.
Entre lo más destacable del interior, está el sillerío exquisitamente labrado en madera.
Recorridos y leyendas coloniales
Al sur del coro, en la parte externa, lo primero que encuentra el visitante es otra obra notable del arte sacro mexicano, el Altar del Perdón, a cuyo pie se encuentra el llamado Cristo del Veneno, enigmática imagen de Cristo crucificado con una singularidad: es de color negro. Alrededor de esta piedra hay una leyenda según la cual –en resumen– un español notable de la época colonial fue envenenado por un amigo que lo envidiaba. Sin saberlo acudió ante la imagen, besó los pies, y en el acto la imagen de Cristo se oscureció y el hombre salvó la vida.
Éstos son sólo unos cuantos elementos, además de los que se pueden ver en cada una de las 14 capillas del recinto.
También está la opción de hacer un recorrido por las torres y los campanarios. Por sólo 15 pesos, un guía, que a la vez es campanero, va dando información sobre las 34 campanas que hay en Catedral, desde las más grandes y antiguas, hasta la más reciente, obsequiada por Juan Pablo II en una de sus visitas a México.
El guía también explica en qué casos y por qué se toca tal o cual campana, y cuenta la leyenda de la campana castigada con el silencio durante 50 años, por haber causado la muerte de un campanero.
Quizá lo mejor de este recorrido sea la vista, poco usual, del Zócalo y de la ciudad misma, al caminar sobre la bóveda de la nave central.
Sin duda una experiencia disfrutable y no exclusiva de los creyentes, beatos y devotos.