Número 147 | Jueves 2 de octubre de 2008 Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER Directora general: CARMEN LIRA SAADE Director: Alejandro Brito Lemus |
Los trabajos de ser mujer La incorporación de las mujeres al mercado laboral ofrece los fulgores de la independencia económica, pero también secuelas de explotación y abusos. En estas páginas dos reportajes recorren el norte y el sur del trabajo femenino, de la industria establecida (la minería en Sonora) a la ilusión de las maquilas (la mezclilla de exportación en Puebla). |
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La escena contraría un antiguo proverbio chino —muestra de una misoginia que los avances culturales merman mas no derrotan: “Salan el trabajo de las minas y obstruyen el hallazgo de metales preciosos”. En México la proporción de mujeres trabajando en la industria minera es de una por cada 10 varones. Un trabajo poco común, pero que ya es visto por las jóvenes de esta región de Sonora como una oportunidad muy atractiva para desarrollarse. “Ser mujer minera aquí en Sonora es algo de lo mejor que puede pasarte”, confía entre sonrisas Andrea Susana López, minera de La Herradura.
Un trabajo rudo (nunca más masculino) “En esta mina, a diferencia de las subterráneas, vamos abriendo un cono y toda la explotación va hacia abajo”, narra el ingeniero Alonso Luna, supervisor de La Herradura. “Las mujeres desempeñan el mismo trabajo que los hombres, manejan los mismos tractores”, dice. Los riesgos que enfrentan son los comunes con el uso de maquinaria pesada, como el desprendimiento de rocas o que se derrapen los vehículos en las superficies mojadas. No obstante, sí hay labores restringidas para ellas, como la manipulación de perforadoras durante el embarazo, pues hay riesgo de aborto por la vibración, de acuerdo con Luna. ¿Sexo débil yo? ¡Qué va! Para ella, al igual que sus compañeras, ser
minera no trastorna en nada sus costumbres.
“Vamos a pasear, llegamos a casa, comemos,
ayudamos en los quehaceres. Hacemos lo
mismo que cualquier otra mujer”, cuenta.
No es inusual que algunas de las mineras —todas jóvenes de no más de 30 años— sostengan noviazgos o relaciones más duraderas con uno de sus 400 compañeros de trabajo. Andrea Susana López, quien cubre el horario nocturno de la mina junto con su esposo, cuenta: “Aquí no importa eso de que las mujeres mineras somos como hombres, eso no es cierto, yo estoy muy feliz con mi marido”. Para Adriana Gálvez es común el cortejo. “Te echan piropos, te gritan de cosas, —dice— pero a final de cuentas son muy educados”. La igualdad laboral permite a las mujeres relacionarse
en términos de igualdad con sus compañeros,
sin renunciar al rol tradicional, como
cuenta Adriana: “No dejamos de hacer todo lo
que hace una mujer, como arreglarnos y ser
femeninas”. No obstante, el machismo se impone
tras el matrimonio: algunas de las mineras abandonan
sus labores como excavadoras después
de casarse debido al mandato de sus maridos. |
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