DIRECTORA GENERAL: CARMEN LIRA SAADE
DIRECTOR FUNDADOR: CARLOS PAYAN VELVER
SUPLEMENTO MENSUAL  DIRECTOR: IVAN RESTREPO  
EDICIÓN: LAURA ANGULO   LUNES 26 DE NOVIEMBRE 2007 
NUMERO ESPECIAL


Portada

Introducción

Arsénico en La Laguna
Francisco Valdés Perezgasga

Cómo se malgasta el agua en La Laguna

¿Desastres naturales o negligencia política?
Cecilia Navarro

Advertencias para reducir los efectos de desastres naturales


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Advertencias para reducir los efectos de desastres naturales

Hace dos años, el director del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA, Klaus Toepfer, dijo que los temas ambientales, como parte integral de los planes de reducción de desastres, deben estar al centro de toda actividad relacionada con el desarrollo.

Hablando en la Conferencia Mundial sobre la Reducción de Desastres celebrada en Kobe, Japón, el citado funcionario pidió una mayor integración de los temas ambientales en la preparación y respuesta frente a los desastres, subrayando la importancia de las lecciones aprendidas del desastre que provocó el tsunami, que dejó miles de muertos y causó incalculables pérdidas materiales en Asia del sur.

Toefper advirtió que el daño directo al medio ambiente, incluyendo las reservas de agua, los bosques y otros recursos naturales, serán seguramente muy altos en muchos de los países afectados. Así fue, como lo vienen demostrando los estudios realizados por científicos de esa parte del planeta y otros países.

“Más allá de las preocupaciones inmediatas de amenazas a la salud humana y a la vida, existe evidencia creciente de unos impactos serios sobre el ambiente natural, como el daño a los arrecifes de coral y a los bosques protegidos en varios países”, dijo.

Agregó que “en esta fase, es necesario evaluar cuidadosamente la situación de manera científica. En adelante debemos considerar las acciones necesarias y también aprender de tan terrible tragedia”.

 “A nivel global, además de un sistema de alerta tsunami temprana para el Océano Índico, claramente necesitamos disponer de un sistema de alerta temprana multiriesgo cubriendo toda forma de desastres naturales y los provocados por el hombre: desde los tifones y los  huracanes hasta los accidentes químicos y los derrames de petróleo”, recalcó Toepfer.

“Tales sistemas deben incorporar mucho más que la simple tecnología”, dijo. Deben representar una nueva forma de pensar que asegure que factores de estabilidad ambientales, basados en sabiduría local y los conocimientos de las poblaciones, estén integrados en los planes frente a los desastres.”

No cabe ya duda entonces que necesitamos una naturaleza en buen estado, como las áreas cubiertas de bosques, que pueda tolerar los impactos de los desastres y ayude a combatir las consecuencias. Esto obliga a invertir en el capital ambiental de los recursos naturales sean bosques, manglares o arrecifes de coral.

Tal inversión, sea en las comunidades costeras del Océano Índico o en el Caribe mesoamericano, disminuirá el impacto de los desastres cuando ocurren, y permitirá una mayor estabilidad y reducción de la vulnerabilidad alrededor del mundo.

Usando el ejemplo de las reglas existentes y las guías de construcción de caminos y edificios en las zonas de terremotos, el Sr. Toepfer señaló que: “de la misma manera en que tenemos estandartes de construcción en zonas de terremotos, necesitamos poner un valor de prevención de desastres en nuestros ecosistemas naturales. Necesitamos de nuestros ‘criterios de construcción’ personales, criterios con un valor de ecosistema en nuestras casa y nuestra infraestructura”.

Para lograrlo, como se ha hecho evidente en el desastre que ahora lamentamos en el estado de Tabasco, se necesita una mayor evaluación de riesgos de desastres, además de un conjunto de indicadores de riesgos y de información de alerta. Sin tal dimensión ambiental, establecida firmemente, no será posible reducir los efectos de los desastres en el futuro.

Cabe recordar que, además del tsunami que golpeó las comunidades costeras a lo largo del Océano Índico el 26 de diciembre del 2005, dejando su estela de muerte y destrucción, hubo otra tragedia en 2004, en el Caribe, donde inundaciones y caídas de tierra causadas por el huracán Juana mataron alrededor de 3 mil personas en Haití y dejaron 20 mil más en el peor desamparo.

En Haití, la deforestación extensiva produjo enormes extensiones de colinas desnudas, permitiendo que el agua de lluvia bajara libremente hacia los asentamientos humanos situados al pie de las colinas y levantados por la población marginal. En la vecina República Dominicana, golpeada por la misma tormenta, hubo pocas víctimas porque sus colinas están todavía cubiertas por un bosque protector.

En un análisis realizado por el PNUMA sobre el impacto de Juana, se pudo comprobar que hubo una correlación de 89 por ciento entre el alcance de la deforestación y la incidencia de víctimas. También, que existe clara correlación entre el alcance de la degradación ambiental y el nivel de desarrollo de los países afectados, un punto que subraya la vulnerabilidad de los pobres a los desastres naturales.

Otro ejemplo que bien vale la pena citar ahora que todos ayudamos a Tabasco a salir de su tragedia, es la respuesta de Japón a la tormenta más mortal en 25 años. Se trata de un caso del que debe aprender la comunidad mundial pues ofrece algunas lecciones sobre cómo debe estar preparada para enfrentar los desastres.

Nos referimos al tifón Tokage que golpeó una gran parte de la mitad del sur de Japón el 20 de octubre del 2004. La población sufrió olas masivas e inundaciones relámpagos, fuertes lluvias y vientos. Murieron 93 personas. Pero pudieron haber sido miles, e incalculable el daño material. Se evitó una tragedia muchísimo mayor gracias a las buenas prácticas de protección y respuesta ante posibles desastres naturales establecidas en todos los niveles de la sociedad japonesa.

El paquete de medidas ligadas a la organización de la población, educación y sensibilización, información, manejo de datos y procedimientos colectivos afines, ayudaron a mitigar el impacto negativo de Tokage.

Japón está a la vanguardia en cuanto a prácticas de prevención. Algo que en México estamos lejos de alcanzar, como se comprueba cada año lo mismo en la península de Yucatán  que en Tabasco, Veracruz, Oaxaca, Chiapas, para citar algunas entidades afectadas los últimos años por las lluvias y los huracanes. Mucha declaración oficial y poca preparación social y de las instancias de gobierno para evitar lo peor.

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