Arsénico en La Laguna
Francisco Valdés Perezgasga
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El arsénico es un carcinógeno y co-carcinógeno demostrado en humanos y animales. La exposición a este elemento incrementa el riesgo de sufrir cáncer de piel, de vejiga, de pulmón, de riñón y de hígado, así como enfermedades cardiovasculares.
De las regiones de México cuya agua está contaminada por arsénico, la región de La Laguna es la más documentada. Si tomamos como referencia la Norma Oficial Mexicana (el agua es potable si contiene menos de 25 microgramos de arsénico por litro de agua o 25 mg/l), resulta que 400,000 laguneros están expuestos a niveles malsanos de este metaloide.
Pero si consideramos como límite la recomendación de la Organización Mundial de la Salud (el agua con arsénico por encima de los 10 mg/l no es potable), entonces queda expuesta casi la totalidad de la población de la comarca. Más de un millón de personas entre las que podrían estar apareciendo, de acuerdo a la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos, de ocho a trece mil casos de cáncer al año.
Las evidencias apuntan a que la causa del arsenicismo en La Laguna es un sustrato rocoso que provoca que los mantos acuíferos profundos contengan concentraciones altas de arsénico y flúor. La sobreexplotación de los acuíferos por parte de la agricultura de la alfalfa ha provocado que extraigamos agua fósil con altos contenidos de estos elementos.
La búsqueda demente e inmoral del máximo enriquecimiento en el mínimo tiempo está llevando a miles de laguneros al dolor y a la muerte.
La única solución sustentable y de largo plazo a este problema es el manejo integral de las cuencas de los ríos Nazas y Aguanaval que conlleven el resurgimiento de los humedales que purifican el agua y reinstauran el equilibrio de los acuíferos.
Esto implica decisiones difíciles –pero impostergables– como el control de la minería en la cuenca alta, programas de conservación de suelo y agua incluyendo reconversión de tierras agrícolas abandonadas en la cuenca media y mejores prácticas agrícolas y ganaderas en la parte baja, incluyendo el redimensionamiento de la cuenca lechera.
Las evidencias del mal son apabullantes y la realidad ya nos alcanzó.
Es hora de poner manos a la obra y revertir el daño que nos hemos hecho. Es hora que la sociedad cree un peso moral frente al peso del dinero de quienes se creen amos y señores de nuestra salud, de nuestras vidas y del futuro de nuestras familias.
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