Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
En una tierra extraña
SOMERSET MAUGHAM
El señor sabelotodo
SOMERSET MAUGHAM
Somerset Maugham: la infeliz honestidad
GRAHAM GREENE
Vigencia de Marx
V CONGRESO "MARX INTERNACIONAL"
El telele de la tele
BOB DYLAN
Leer
Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGUELLES
Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR
Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Notas sobre el "realismo" fotográfico
Para entender la perplejidad producida por el hecho de que la obra fotográfica no necesariamente busca traducir en imágenes literales al mundo observado y, también, que el retrato fotográfico es mucho más que una copia fiel del modelo original, debe recordarse que las confusiones al respecto se originan en que el género del retrato, en la plástica occidental posterior al Renacimiento, nació como la necesidad burguesa de expresarse figurativamente a través de la pintura, lo cual ocurrió alrededor del Trecento y Quattrocento, consecuencia de la afirmación de un nuevo grupo social en Europa, con una ideología y un estilo de vida innovadores que provocaron el paso de la Edad Media al Renacimiento.
Ya había productos retratísticos de otras épocas y culturas, como los de los sarcófagos egipcios, la escultórica griega o los frescos de Pompeya, pero actualmente se percibe al género como resultado de una concepción figurativa y realista del ejercicio pictórico, primero, y del fotográfico, después, con un predominio indiscutible de la ideología burguesa. No pueden dejar de asociarse a los inicios del Renacimiento las ideas individualistas de la vida ni las imágenes recurrentes sobre el mérito y el talento personales de la burguesía para transformar lo que antes parecía inamovible, ya que, durante la Edad Media, el ecumenismo religioso reducía al individuo a una parte del plan divino, donde la salvación ocurría colectiva, no individualmente, lo cual hace que la retratística medieval sea equívoca o desconfiable, en términos de saber “cómo eran” Carlomagno o Alfonso, el Sabio, por ejemplo, pues la exacta representación individual importaba menos que la visión alegórica de personas y cosas en relación con el misterio salvífico, o las escalas de poder y autoridad.
Joven con arete de perla,
Jan Vermeer |
El siglo XIX vio surgir el daguerrotipo, la fotografía y el cine, evidente competencia para la pintura y la literatura, artes en las que, durante gran parte de ese siglo, hubo un fuerte predominio del fenómeno realista. No debería verse como accidental el hecho de que, precisamente en ese siglo, aparecieran las invenciones mecánicas mencionadas para reproducir la realidad. La tecnología y la filosofía habían potenciado la fe en la ciencia: imposible dejar de entender el nacimiento de la fotografía como una especie de acto positivo pues, más allá de la pintura realista, la fotografía pudo capturar la expresión “literal” de los personajes fotografiados. Hoy contamos con daguerrotipos que nos permiten saber “cómo eran” Baudelaire, Poe, Chopin, Marx, Darwin… tal vez, todavía no se pensaba que la manera como el fotógrafo elige un segmento del rostro, cierta luz y una expresión, interpreta y selecciona la realidad, por más fidedigna o copiada que parezca a través de un instrumento mecánico.
Aunque la fotografía, invención burguesa, fue necesaria para, en un primer momento, perfeccionar las urgencias de mirarse en un espejo riguroso y de ser mirados con “exactitud” sin las aparentes desviaciones de la interpretación pictórica, también cobijó, desde los primeros retratos del siglo pasado, una búsqueda interpretativa y segmentadora, junto con los que se hicieron como copia costumbrista de una persona posando: la idea de que la fotografía sólo es eso, una copia mecánica de la realidad, prosigue en aquellas personas que conciben a la cámara como un artefacto que permite legitimar la primera sonrisa del bebé, la fiesta de quince años o cierto inolvidable día en la playa, y no como un ojo selectivo.
El acto fotográfico es algo más que tomar, con una cámara digital, la inmortal sonrisa de la novia, pero no ha dejado de pensarse que el deber de una foto es documentar el carácter unívoco del universo pues, ya se sabe, una cámara es algo mecánico, basta un clic, después el servicio de revelado o de impresión y ahí tienes lo irrebatible: éste que ves es un filete y yo me lo comí… Paradójicamente, la idea de la “objetividad” (relacionada directamente con el concepto del “objetivo” fotográfico), ha creído dejar de lado la zona de segmentación y selección, no sólo del sujeto fotografiado, sino también del instante en que el fotógrafo hizo el clic con que (in)movilizará al mundo: resulta tan subjetiva la atmósfera de una pintura como la imagen del filete. La fotografía captura la “realidad”, con sus distorsiones y perplejidades, gracias a la intervención creativa de un ojo que selecciona un enfoque de las cosas desde el encuadre: esa mirada personal es la que aparecerá impresa en el papel fotográfico.
|