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Felipe Garrido

Al alba

Metida bajo las cobijas, arrinconada, guarecida, deshago el ovillo de mi cuerpo, adelgazo la respiración y me concentro en el anunciado peso de la luz. Me someto gozosa a su esperanza. Anticipo el sobresalto, lo postergo y lo disfruto por adelantado. Una claridad sin volumen irá descendiendo desde el tragaluz, flanqueada por las jacarandas en flor. Una claridad llena de trinos, más suave que el tenue resplandor que irradia mi cuerpo. Una claridad que anunciará tu mirada, tu aliento, tu tacto. Una claridad como de agua, que se irá desbordando hasta llegar a todas partes. Soy feliz. Pongo juntos todos los instantes hermosos que me ha tocado vivir, y hago con ellos un ramo para ponerlo allí junto al espejo, al lado de la ventana; para vestirme la mirada y el alma; para exorcizar toda forma del dolor. Más que verte, te imagino. Lamo tus pezones para tornarte a la vida. Somos solamente dos cuerpos desnudos que esperan el alba para comenzar a amarse.