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TIRANÍA DEL MIEDO (II Y ÚLTIMA)
CONSPIRACIONES DUDOSAS
El 21 de agosto de 2006 la policía británica reveló que los presuntos terroristas que deseaban derribar diez aviones y que habían sido arrestados, tenían en sus casas, entre otros elementos no descritos, agua oxigenada, componentes electrónicos y videos de mártires islámicos en sus casas, materiales con los que tal vez McGyver podría fabricar un arsenal prodigioso. A los pocos días de los arrestos, Michael Chertoff, el secretario de Seguridad Nacional, declaró que esta era la primera vez en cinco años que terroristas lanzaban un plan de esta envergadura. Esta declaración era una reacción obvia a la creciente incredulidad de los estadunidenses (por no hablar del mundo entero), quienes han comenzado a percibir estas amenazas como simples recursos para distraer, inyectar pánico y obtener alivios temporales en las encuestas de opinión. Pero con esta afirmación Chertoff contradecía declaraciones del fiscal general Alberto González y del propio Bush, quien reveló que él y su gobierno habían logrado detener conspiraciones como la de estrellar un avión contra "el edificio más alto de la costa oeste: el us Bank Tower, de Los Ángeles en 2002.
LOS SIETE DE MIAMI
Jean Charles de Menezes |
Asimismo, el asunto de los veinticuatro británicos y paquistaníes restaría importancia al extraño caso de los "siete de Miami", una supuesta célula terrorista capturada el 23 de junio de 2006 que estaba conspirando con Al Qaeda para destruir la torre de Sears en Chicago y cinco edificios en Florida. Los presuntos terroristas islámicos eran miembros de una especie de culto militante denominado "Mares de David", una delirante fusión de cristianismo e islam. Estos hombres (cinco estadunidenses y dos haitianos) leían la Biblia, patrullaban su barrio vestidos con ropa tipo militar, turbantes y un escudo hecho en casa con la forma de la estrella de David (un símbolo irónico en el caso de "terroristas musulmanes"), practicaban artes marciales y aseguraban que estaban listos para dar la vida por Alá. Su comportamiento parecía inspirado por el cine de serie B. Su único contacto con Al Qaeda fue un informante del gobierno, quien haciéndose pasar por terrorista los invitó a lanzar una "guerra terrestre total" en contra del gobierno estadunidense y a "matar a todos los diablos que pudieran". Esto les pareció una excelente idea, siempre y cuando contaran con el equipo adecuado, por lo que le pidieron uniformes, botas (el líder entregó al falso terrorista una lista con las tallas de zapatos de sus "soldados"), chalecos antibalas, vehículos, radios, ametralladoras, 50 mil dólares y cámaras de video. Estos siete jihadistas no musulmanes rindieron juramento a la organización de Bin Laden a través de un impostor en la nómina del gobierno para destruir, ellos solos, al ejército más poderoso del mundo. El escándalo causado por la noticia de la captura de este grupo no convenció más que a las bases más fieles del equipo Bush, y pronto quedó claro que el supuesto complot era otra estrategia para distraer al público. Entonces Chertoff declaró que se trataba de un grupo con más "aspiraciones que capacidad operacional".
EL TRIUNFO DEL TERROR
La pistas que ha dejado el grupo de supuestos terroristas británicos son, de acuerdo con el subcomisionado de la policía británica, Peter Clarke, de una escala inmensa (sesenta y nueve departamentos, casas y negocios) y están dispersos en todo el planeta. Los expertos tendrán que revisar alrededor de seis terabytes (billones de bytes) en las computadoras y dispositivos digitales confiscados. Esta meticulosa tarea tomará meses o años, acaparará recursos enormes, y a pesar de que Clarke aseguró que su finalidad era que el público "pueda vivir su vida sin tener que estar constantemente asustados", en esencia representa la mejor expresión de lo que buscan los terroristas: no la destrucción de los estados nacionales, sino crear un estado de pánico duradero e indefinible a un mal inmenso, absoluto, escurridizo, que se oculta en un océano de unos y ceros y del cual nunca podremos estar suficientemente protegidos. Por el momento queda esperar hasta que se revele si esta era una verdadera amenaza (aunque los ataques "estaban a punto de llevarse a cabo" por terroristas que no tenían pasaportes ni visas) o un nuevo caso como el de Jean Charles de Menezes, el electricista brasileño asesinado a tiros a quemarropa el 22 de julio del 2005 en el metro londinense por la policía, quien lo confundió con un terrorista.
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