México D.F. Sábado 13 de noviembre de 2004
Recuerdan en La Habana el siglo natal de esa
figura cimera de las letras de AL
Carpentier hizo patente la evolución de ''lo
real maravilloso americano''
El Museo Nacional de Bellas Artes de Cuba exhibe la
colección personal del novelista
GERARDO ARREOLA CORRESPONSAL
La Habana, 12 de noviembre. El escritor cubano
Alejo Carpentier (1904-1980) expresó en una de sus novelas una ''profunda
crisis metodológica y conceptual", que negaba su atmósfera
mágica y su estilo, sólo para remprender ''la concepción
teórica y narrativa de lo real maravilloso americano".
Esta fue la propuesta de acercamiento crítico al
autor de El recurso del método que llevó el escritor
y ensayista cubano Leonardo Padura al seminario El siglo de Carpentier,
que honra estos días aquí al polígrafo y musicólogo
habanero, una de las figuras cimeras de la narrativa latinoamericana del
siglo XX.
Carpentier
nació un 26 de diciembre y estudió arquitectura, carrera
que abandonó para dedicarse al periodismo. En Francia se relacionó
con André Breton y los surrealistas y dirigió unos estudios
dedicados a grabaciones musicales y producciones radiales. Volvió
al periodismo en Venezuela y se instaló definitivamente en su país
tras el triunfo de la revolución de 1959.
En varias formas se vinculó a México, desde
su primer viaje (1926), cuando asistió a un congreso de escritores
e hizo amistad con Diego Rivera; por encargo del Fondo de Cultura Económica
(FCE) realizó una amplia investigación antes de escribir
La música en Cuba (1946) que devendría clásico;
Siglo XXI, bajo el mando de Arnaldo Orfila, publicó originalmente
La consagración de la primavera y El arpa y la sombra.
Música y universo carpenteriano
Padura, autor de una singular tetralogía policiaca
de ambiente cubano contemporáneo, publicó en 2002 en el FCE
el estudio Un camino de medio siglo: Carpentier y la narrativa de lo
real maravilloso. En el encuentro en la Casa de las Américas,
el escritor ubicó aquel momento de gran paréntesis en El
acoso (1956), ''novela de radical supresión de todo proceso
insólito, de toda realidad explícitamente extraordinaria
y una negación, incluso, del método narrativo antes utilizado".
Pero, agregó Padura, ''la respuesta salvadora,
con la que se propicia la recuperación del legado anterior, será
la escritura de El siglo de las luces (1962)", seguida de Problemática
de la actual novela latinoamericana (1964), ''ensayo fundador de la
teoría carpenteriana de los contextos, esos 'contextos cabalmente
latinoamericanos', una propuesta teórica cuyo tratamiento literario
fundamentará la evolución ya concretada hacia los nuevos
caminos que, a partir de El acoso, emprenderá la concepción
teórica y narrativa de lo real maravilloso americano patentado por
Alejo Carpentier".
Detrás de esos giros, explicó Padura, estaba
la duda que Carpentier arrojó sobre su propia concepción
de que ''lo extraordinario (lo maravilloso) es sólo lo milagroso"
o la ''inesperada alteración de la realidad". La pregunta crítica
era: ''¿Las relaciones que conforman una realidad específica,
singular, en América, siempre tenían que resultar obviamente
extraordinarias?" Y la respuesta fue El acoso.
Al seminario vino la francesa de origen puertorriqueño
Carmen Vásquez, documentalista y editora de Carpentier, quien narró
la génesis de El arpa y la sombra, ''novela de madurez que
recupera lo esencial de su novelística anterior y añade nuevas
visiones sobre esa América polifacética carpenteriana".
Examinaron los paralelismos y contrastes entre el creador
de El derecho de asilo y otros autores los estudiosos Abdel Fatahh
Awad (respecto de la cuentística de Naguib Mahfuz), Andreas Kurz
(el manejo del tiempo y el artista en la sociedad en Thomas Mann) y Rita
de Maeseneer (la influencia de Rubén Darío) y documentaron
la hondura de la música en la creación carpenteriana Marie-Pierre
Lassus-Plancqueel (una ''lectura polifónica" de Los pasos perdidos),
Pablo Montoya (la danza en La consagración de la primavera)
y Roberto Méndez (la visión operística del autor en
Concierto barroco), entre otros diversos enfoques.
El presidente de la Casa, Roberto Fernández Retamar,
recordó el perfil político de un Carpentier perseguido en
la Cuba de los años 30, defensor de la República Española,
diplomático del gobierno revolucionario y figura del Tribunal Rusell,
que juzgó los crímenes de guerra estadunidenses en Vietnam:
''Murió en su puesto, como un soldado de la guerra de su tiempo".
Desde esta semana el Museo Nacional de Bellas Artes expone,
en su Sala de Arte Cubano, la colección personal que reunió
Carpentier, cedida especialmente para esta ocasión por su viuda,
Lilia Esteban.
Están colgados La silla, de Wifredo Lam,
que Carpentier había donado previamente al patrimonio cubano; grabados
de Joan Miró; una tinta china sin título de tres de los personajes
enigmático de José Luis Cuevas; dos serigrafías, escenas
lúdicas de grupo y su versión con rostros de calaveras, de
Alberto Gironella; el Girasol, amarillo total de Amelia Peláez
y tres ejemplos del barroco de René Portocarrero, entre otros.
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