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México D.F. Sábado 13 de noviembre de 2004

Arafat, de guerrillero a interlocutor válido; falleció como estadista moderado

Durante 40 años encarnó el nacionalismo palestino y la resistencia contra Israel

Será recordado como figura clave del siglo XX, además de testigo e impulsor de la historia

DE LA REDACCION

Inam, tía del fallecido rais, quien cuidó de él y sus hermanos cuando quedaron huérfanos de madre, sabía que Muhammad Abdul Raouf Arafat al Qudwa al Husseini "no era como los demás niños, ni en sus juegos ni en sus sentimientos". Contaba que el pe-queño Yasser, como le decía su madre, gustaba de juntar a los niños del vecindario, "los formaba en grupos y los hacía marchar. Traía una vara para golpear con ella a quienes no le obedecían".

Más adelante, con su barba mal afeitada, su uniforme militar verde oliva y un kefía a cuadros blanco y negro sobre la cabeza, Arafat, fallecido el jueves pasado a los 75 años, encarnó durante 40 años el nacionalismo palestino y la resistencia a Israel.

En estas cuatro décadas decisivas para la historia de su pueblo, el hombre que comenzó su carrera política como guerrillero se convirtió, con el correr de los años, en interlocutor a quien los principales líderes mundiales trataban como virtual jefe de Estado.

Según distintas versiones, Arafat nació en El Cairo el 4 de agosto de 1929, o bien en la franja de Gaza. El líder palestino aseguraba haber nacido en Jerusalén, lugar don-de también quería ser enterrado.

Quinto de siete hijos de un comerciante, fue enviado durante su infancia a Jerusalén, entonces bajo ocupación británica. De esa época, según la biografía elaborada por el Comité de los Premios Nobel, conservó el recuerdo de los soldados ingleses que irrumpieron una madrugada en la casa de uno de sus tíos para golpear a la familia y destruir los muebles.

En 1937, tres años después de la muerte de su madre, la familia emigró a El Cairo, la capital egipcia. Esto hizo que Arafat estuviera fuera de Palestina durante "la gran catástrofe", cuando en 1948 tropas israelíes invadieron 78 por ciento de lo que entonces era tierra palestina, por lo que no sufrió los horrores de la huida y el exilio.

Pero aprovechó su estancia en El Cairo para hacer sus primeras contribuciones a la resistencia antibritánica, en 1945, cuando contrabandeó armas para los palestinos.

Desde tiempo antes el joven hablaba de los abusos que los colonizadores británicos cometían contra los palestinos y aseguraba que el sionismo contribuía a esa situación. Señalaba entonces que el hecho de que ejércitos árabes -no decía cuáles- le hubieran quitado las armas contrabandeadas a su gru-po, lo hizo entender que los palestinos no podían confiarse de esfuerzos ajenos para lograr su liberación política.

En 1948, durante la guerra árabe-israelí, combatió en la región de Gaza, junto al mar Mediterráneo. Tras la derrota, Arafat estudió ingeniería civil en la Universidad Faud de El Cairo, donde militó en la Liga de Es-tudiantes Palestinos; fue ahí donde adoptó el uso de la kefía.

Posteriormente, viajó a Kuwait a trabajar como ingeniero y volverse, brevemente, empresario, al establecer su propia compañía contratista, en 1958. Un año más tarde empezó a publicar una modesta revista, Nuestra Palestina, que denunciaba la situación de los refugiados palestinos y la pasividad de los regímenes árabes, y llamaba a una "guerra de liberación a gran escala".

También en 1959, fundó el movimiento de resistencia palestino Fatah, las siglas al revés de Harakat al Tahrir al Watani al Filistini, que hasta la fecha domina la escena po-lítica de la región ocupada por Israel y reividica la recuperación de la tierra de los palestinos junto con Salah Khalaf (cuyo nombre de batalla fue Abu Iyad) y Klalil Wazir (conocido como Abu Jihad); ambos murieron en 1982.

Los actos del grupo rebelde fueron enarbolados por Israel como pretexto para invadir lo que quedaba de Palestina: el este de Jerusalén, Cisjordania y Gaza.

Pero después que los feyadines lograron causar varias bajas a los israelíes en la batalla de Karameh, una pequeña ciudad jordana, en marzo de 1968, el grupo logró popularidad en el mundo árabe con Arafat como su "vocero". Muy pronto, se convirtió en presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), creada en 1964 por "elementos dóciles" elegidos por el gobierno egipcio.

A raíz de la Guerra de los Seis Días -con la que en 1967 Israel extendió la ocupación hacia Cisjordania, la región este del río Jordán y las montañas del Golán, al suroeste de Siria-, Fatah emergió como el grupo más influyente de la OLP, y en 1969 Arafat fue designado presidente del Comité Ejecutivo de la organización.

La OLP se estableció luego en Jordania, pero las acciones guerrilleras llevadas a cabo por los miembros del movimiento orillaron al rey Hussein a ordenar en 1970 la expulsión de los palestinos armados. Arafat se exilió en Líbano.

Estar lejos de su tierra de origen provocó sus primeros intentos diplomáticos, al grado de que en 1974 el mismo rey Hussein de Jordania reconoció a la OLP como "el único portavoz legítimo del pueblo palestino". Ese año, Arafat hizo su aparición histórica ante la Asambea General de Naciones Unidas, en la que afirmó: "He venido portando un ramo de olivo y un fusil de revolucionario, no dejen que caiga el ramo de mi mano".

En 1982, el dirigente rebelde tuvo que refugiarse en Túnez, cuando Israel invadió Líbano y tenía la misión expresa de acabar con él, y entonces huyó del edificio de de-partamentos que habitaba minutos antes de que fuera hecho añicos por una bomba.

A su exilio siguió el asesinato de refugiados palestinos en Sabra y Chatila. Unos 15 meses más tarde de su huida de Líbano, Arafat intentó regresar y cayó en la parte de Líbano controlada por Siria, donde enfrentó una revuelta en las filas de Fatah, un bombardeo israelí desde el mar y la hostilidad de Siria; salió por mar de Trípoli gracias a un salvoconducto europeo.

Arafat volvió a Túnez, donde en 1985 aviones israelíes F-15 mataron a 73 personas en los alrededores de sus cuarteles.

La figura del líder independentista resurgió en 1987 gracias a la intifada espontánea y no armada que logró simpatía internacional para los jóvenes que se enfrentaban con piedras al poderoso ejército de Tel Aviv. Un año después Arafat proclamó el Estado pa-lestino independiente.

En una sesión especialmente celebrada para recibir a Arafat, en la sede ginebrina de Naciones Unidas, el líder renunció a la lu-cha armada y reconoció también el derecho a la existencia de Israel.

Aislado tras su apoyo al presidente iraquí Saddam Hussein luego que invadió Kuwait en 1990, aceptó tres años después negociar con Israel, proceso que culminó con los acuerdos de Oslo, lo que Edward Said (fallecido en 2003), intelectual palestino y colaborador de La Jornada, condenó por considerar que con ello Arafat había "vendido a su pueblo a la esclavitud".

A muchos palestinos irritó el apretón de manos público con el entonces primer mi-nistro israelí, Yitzhak Rabin. Pero el arreglo condujo al retorno triunfal de Arafat a Gaza y Cisjordania, en 1994, para poner fin a un exilio de 27 años, y también al reconocimiento con el Premio Nobel de la Paz, que compartió con Rabin y el canciller israelí de la época, Shimon Peres.

Las especulaciones de que el líder rebelde ya estaba cansado de luchar por Palestina se reforzaron cuando en 1990 se casó con la cristiana convertida al Islam Suha Tawil, de 28 años de edad, matrimonio que mantuvo en secreto durante dos años.

En 1996, Arafat fue elegido rais (presidente) con 90 por ciento de votos de los pa-lestinos; se designó además el primer Parlamento, que no ha sido renovado desde en-tonces. La Autoridad Nacional Palestina, con atribuciones sobre seguridad y administración públicas, fue establecida en Ra-mallah, Cisjordania, al norte de Jerusalén, declarada capital de Palestina.

La ultraderecha frena el proceso

A pesar de los avances, el ascenso al poder en Tel Aviv del ultraderechista Benjamin Netanyahu desaceleró el proceso para la constitución del Estado independiente, y aun hasta la fecha Israel controla a los pa-lestinos sus movimientos aduanales, migratorios, aéreos, marítimos y terrestres.

En 2000, con los auspicios de Bill Clinton, entonces presidente de Estados Unidos, Arafat retomó las negociaciones con Tel Aviv. Se negó a firmar la segunda etapa de los acuerdos de Oslo con el primer ministro israelí Ehud Barak, elegido tras el asesinato de Rabin, cuando quedó claro que las situaciones que se habían planteado desde un punto de vista "interino" pretendían ser perpetuadas y que el acuerdo básicamente lo comprometía a renunciar a más territorios, a cuestiones como el regreso de los refugiados y a una capital en Jerusalén, entre otras.

El colapso de los acuerdos de Oslo provocó la dimisión de Barak. La visita del entonces líder de la oposición ultraderechista, el halcón Ariel Sharon, a la Explanada de las Mezquitas fue detonante de la segunda intifada a finales de septiembre de 2000. Sin embargo, observadores políticos sostienen que fue más bien la decepción por el fracaso de la posibilidad de un Estado pa-lestino, más que la provocación de Sharon, lo que llevó a la segunda revuelta palestina contra los ocupantes, que dura hasta hoy.

En este contexto, activistas de grupos radicales como Hamas y Jihad Islámica no se oponían a Arafat, pero no le debían lealtad alguna, y empezaron a defender "la liberación total" de Israel por la vía de la lucha armada y los atentados, a los que el rais ya había renunciado.

Tras la elección de Sharon como primer ministro, se creó un círculo vicioso de atentados contra civiles israelíes e incursiones militares en los territorios reocupados, cuyo saldo se ha elevado incontrolablemente, de-jando siempre más víctimas del lado palestino. Estados Unidos declaró políticamente muerto al presidente, confinado desde di-ciembre de 2001 en su cuartel general de la Mukata, en Ramallah, Cisjordania.

Cuestionado en su propio campo, Arafat salió victorioso de un pulso con su primer ministro, Mahmoud Abbas, quien renunció a su cargo en septiembre de 2003. Asumió el gobierno Ahmed Qureia.

En medio de la creciente colonización de los territorios reocupados, el gobierno palestino se convirtió en un bastión de corrupción y nepotismo incapaz de preparar a su pueblo para convertirse en nación.

Edward Said denunció, en octubre de 2000, que en las cuentas de la Autoridad Nacional Palestina no había comprobación sobre 400 millones de dólares. Y para el Fondo Monetario Internacional, durante los primeros siete años de vida del gobierno palestinos fueron desviados 900 millones de dólares del presupuesto oficial y de la asistencia externa.

En varias ocasiones el líder prometió morir luchando si las fuerzas armadas israelíes trataban de expulsarlo de la Mukata. "¿Morir como mártir?", dijo en una ocasión el rais. "Claro. ¿Hay alguien en Palestina que no sueñe con el martirio?", preguntó quien habiendo renunciado a la demanda del retorno de millones de palestinos expulsados de su patria, murió en el exilio.

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