México D.F. Jueves 5 de agosto de 2004
LA ANSIEDAD DE UNA MIRADA
Fue uno de los grandes artífices de la fotografía
en el siglo XX
Murió Henri Cartier-Bresson, legendario pensador
de imágenes
Con magna retrospectiva en París, en 2003, ríos
humanos revivieron el asombro del artista
Una tumba en medio de los Alpes franceses resguarda
los restos mortales del maestro
PABLO ESPINOSA
Henri Cartier-Bresson, uno de los grandes maestros de
la fotografía en el siglo XX, cronista, pensador de imágenes
que se convirtió en ojos, mente y corazón de toda la especie
humana cuando creó un nuevo concepto de reportaje, falleció
hace tres días, el lunes 2 de agosto, en su casa veraniega de Céreste
(Alpes-de-Haute-Provence).
Estaba
a punto de cumplir 96 años de edad. La información de su
deceso la proporcionaron sus familiares hasta después del mediodía
del miércoles, una vez culminada la ceremonia en la que hicieron
descender a tierra sus restos mortales. Una tumba en medio de los Alpes
franceses.
El legendario personaje se había despedido simbólicamente
hace un año, cuando el planeta colocó en su propio ombligo,
es decir en París, la más grande exposición antológica
suya jamás montada, con una retrospectiva absoluta a manera de homenaje
por sus 95 años. Pero el maestro sabía que se trataba de
una despedida.
Así lo vivió Cartier-Bresson porque inclusive
permitió, luego de que su mirada husmeara los confines del mundo,
que la humanidad atisbara a su tan celosamente resguardada intimidad e
hizo guiños en algunos medios de comunicación a manera de
respuesta agradecida a ese homenaje nacional que le rindió su patria.
Era su manera, también, de refrendar su rotunda
negativa a dar entrevistas.
Testimonios de la humanidad
La Jornada documentó la despedida del maestro
Cartier-Bresson (16 de julio de 2003). En razón ''d´une affluence
exceptionelle", los organizadores de esa que fue una de las exposiciones
más espectaculares en toda Europa en el año pasado, tuvieron
que ampliar sus horarios de visita.
Ríos
humanos fluyeron incansables para atestiguar la manera en que un fotógrafo
francés plasmó testimonios de la humanidad entera. La manera
en que Cartier-Bresson captó la condición humana.
Además de las 350 fotogra-fías, de las cuales
un porcentaje importante consitió en tirages d´epoque (vintages)
realizadas por el propio autor, la exposición, titulada juguetonamente
De qui s'agit-il? Incluyó tres filmes documentales con testimonios
en primera persona.
Uno de ellos lo pintó de cuerpo entero, pues la
cámara lo capta completo, en un instante: en la mano izquierda anida
una cámara Leica mientras su derecha acaricia una pipa. El humo
de su boca, su bufanda, su abrigo, su figura magra, todo en blanco y negro
y no se sabe si lo que sale es vaho o humo de pipa (ceci n'est pas une
pipe).
Lo que sí se sabe es que su mirada vaga, brama,
baila. Es un mar de inquietudes y ansiedades su mirada.
Ya tiene a su presa: una pareja de enamorados que está
a punto de atravesar una calle parisina.
El de la Leica, la pipa, la bufanda, el abrigo, la silueta
magra y la mirada loca emprende una fina carrera, se empareja, a plena
media calle a la pareja de enamorados, ubica el preciso instante en que
su sombra es la sombra de ellos y sabe entonces que es ahí y nunca
más que ahí, que jamás se repetirá ese instante,
que está frente al mismísimo summun del aquí
y el ahora y es entonces cuando su Leica engulle todas las sombras. Y hace
clic.
Intuición y curiosidad
El mundo, tan necesitado de encasillar y de nombrar lo
innombrable, ha querido construir un mito con Cartier-Bresson (conocido
inclusive con siglas a manera de logotipo: HCB) y se ha querido patentar
una etiqueta con lo más visible, el famoso término ''el instante
decisivo".
Todo surgió en 1952, cuando el fotógrafo
publicó el libro Images a la sauvette, en el que recogía
sus pensares a propósito del arte de la fotografía.
La traducción de la expresión francesa a
la sauvette (a toda prisa, al vuelo, corriendo en fina carrera)
fueron traducidas al inglés como The decisive moment y así
fue como quedó en letras el sambenito del inexistente ''instante
decisivo".
Una máxima que sí formuló el maestro
fue:
''S'oublier, oublier l'appareil,
etre vivant, regarder" (olvidarse, olvidar el aparato,
estar vivo, observar) como una manera de tránsito técnico
entre el dibujo, su gran pasión humana y la fotografía, su
adicción profesional.
Mirar, disparar, escurrirse. "La célula fotográfica
está de más -decía el maestro. Propicia que el ojo
se distraiga. Uno debe calcular primero los valores y luego probar". Se
le atribuye "el descubrimiento" de la cámara alemana Leica, por
su calidad y su carácter portátil. Cartier-Bresson fue, antes
que nada, un reportero, uno de los mejores en la historia.
Nació el 22 de agosto de 1908 en Chanteloup. Su
primera cámara era de acero y vidrio. Para 1930, cuando se montó
en los cuernos de la Luna y desde ahí también disparó,
no existía la parafernalia tecnológica que ha masificado
hoy en día el recurso fotográfico.
La guía de Cartier-Bresson era el arte del dibujo,
a la manera de Leonardo Da Vinci, la intuición, a la manera del
mejor reportero. Lo alimentaba también la curiosidad, que es la
madre de todas las artes.
Como
reportero atestiguó momentos decisivos de la historia. El asesinato
de Ghandi, la construcción del Muro de Berlín, los lupanares
de México, el mundo mágico de Juchitán, la china comunista
de Mao, la disciplina militar en Leningrado, los confines del alma en Cachemira,
los besos captados mejor que lo hizo el mismísimo Robert Doisneau.
En 1947, Cartier-Bresson cofundó la agencia Magnum
en París y desde entonces se ha construido una tradición
de cronistas en todo el mundo. La diferencia la marcó siempre con
su genio: ampliaba, es decir imprimía, el contenido del negativo
entero. No realizaba ningún truco de edición ni manipulaba
los materiales.
Era la prueba, también, de que su toma había
sido perfecta desde el primer instante, ese sí decisivo. Cuando
hacía clic era porque sus neuronas ya habían dibujado en
su cerebro la imagen perfecta. De esa forma reproducía la realidad
este cronista.
Hace un año dijo adiós avalando la madre
de todas las retrospectivas. Ríos humanos revivieron el asombro
del fotógrafo en la magna exposición montada en una de las
cuatro torres de la fastuosa Bibliotheque National de France, en la ciudad
luz.
Blanco-negro: dialéctica implacable
Allí están, para comprobación del
genio de Cartier-Bresson, las imágenes que colorean la vida humana
desde el blanco y el negro, esa dialéctica implacable del blanco
y negro donde transcurre el arte de la fotografía.
El propio autor eligió que la fotografía
que abriese su muestra de homenaje y despedida fuera aquella imagen tomada
en Cuba en 1934: un tiovivo de madera que en la Leica del maestro se agiganta
a la dimensión artística y monumental de los Caballos de
San Marcos en pleno trópico: crines de mar, ancas de luna, ojos
de sol.
Allí quedó para la historia el registro
de la manera en que una persona de carne y hueso, Henri Cartier-Bresson,
ejerció uno de los más nobles oficios humanos, el de reportero.
Mírenlo, ahí va de nuevo, está a
punto de otro instante decisivo, de fijar una instantánea eternamente
precisa. En los documentales resguardados en la Biblioteca Nacional de
Francia, ya está otra vez Cartier Cartier-Bresson cámara
en mano, tomando el pulso al mundo.
El de la Leica, la pipa, la bufanda, la mirada inquieta
ya detuvo nuevamente el aquí y el ahora justo en el intersticio
vital que media entre el sístole y el diástole.
Clic.
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