México D.F. Jueves 5 de agosto de 2004
Reparto de riqueza en favor de clanes presidenciales; listas, mil 100 privatizaciones más
Embiste el Kremlin contra los jubilados
Ordena a sus diputados aprobar la draconiana reforma al sistema de prestaciones sociales
JUAN PABLO DUCH CORRESPONSAL
Moscu, 4 de agosto. La embestida del Kremlin contra los sectores más necesitados de la población -jubilados y minusválidos, en primer término- cobró renovada fuerza esta semana al ordenar a sus diputados en la Du-ma, que forman mayoría de dos tercios, concluir el trámite de la aprobación definitiva de la controvertida reforma del sistema de prestaciones sociales.
Para ello, tras hacer de su sede una virtual fortaleza inexpugnable, con acceso restringido por doble cordón de policías antimotines y sin faltar en las ventanas recién colocados cristales a prueba de piedras, la Cámara baja del Parlamento ruso está reunida en periodo extraordinario de sesiones.
La celeridad obedece al deseo del Ejecutivo de sacar adelante cuanto antes su paquete de leyes para suprimir las prestaciones sociales y, en algunos casos, sustituirlas con compensaciones monetarias irrisorias.
Con un solo golpe de botón, en el dispositivo electrónico de votar, los diputados oficialistas declinaron las 3 mil 600 enmiendas preparadas por los legisladores de oposición y, con otro click, al ritmo fijado por el presidente camaral, Boris Gryzlov ("un minuto para argumentar, 20 segundos para votar"), dieron luz verde a una relación de ajustes menores previamente autorizados.
Así, la Duma se dispone a adoptar este jueves, en tercera y última lectura, la versión "revisada" de la ley de prestaciones sociales que, comparada con beneficios en la materia que mantienen para sí los diputados y los altos funcionarios del gobierno, abre una brecha "insolente y cínica", según la calificó el diario Moskosvsky Komsomoliets, entre la inmensa mayoría de los rusos y sus autoagraciados representantes y gobernantes.
Al año, según cálculos del diario Komsomolskaya Pravda, el Estado gasta en un mi-nistro del gabinete 440 veces más que en un veterano de la Segunda Guerra Mundial.
Más que en la necesidad de reformar el sistema de prestaciones sociales heredado de tiempos soviéticos, las críticas se centran en las draconianas medidas diseñadas para ello y, a pesar de la incesante manipulación me-diática por las autoridades del Kremlin, po-cos rusos creen la tesis oficial de que, a partir de los cambios, los pobres vivirán mejor.
También se cuestiona el engaño que presupone ocultar que muchos de los compromisos asumidos por el Kremlin con esta reforma son temporales, en la medida que tendrán vigencia mientras vivan los ya mencionados veteranos de la Segunda Guerra Mundial, que año con año sufren una importante merma natural.
Ahora, por ejemplo, quedan cerca de un millón 100 mil, pero por su edad y estado de salud no todos llegarán con vida al 60 aniversario de la victoria que, eso sí, los altos funcionarios celebrarán con bombo y platillo en mayo del año siguiente.
En cambio, los jubilados que no participaron en los combates de la Segunda Guerra Mundial o como se les llama aquí "veteranos del trabajo", ahora casi 10 millones de personas, están por debajo de los "mínimos fe-derales garantizados", ya que serán las autoridades de cada región -la mayoría con severas carencias financieras- las que determinen el monto del dinero a otorgar a sus pensionados, en lugar de las actuales prestaciones sociales a cargo del presupuesto federal.
Los "privilegiados" que califican para recibir las compensaciones federales, según la reforma del Kremlin, obtendrán al mes: 587 pesos, los inválidos de la Segunda Guerra Mundial; 398 pesos, los veteranos de esa conflagración; 246 pesos, los "participantes en combates" (eufemismo por heridos en la guerra de Chechenia y otros conflictos armados); de 360 a 132 pesos, los minusválidos y, entre éstos, 208 pesos, los niños.
Como gran logro suyo, los miembros de la mayoría en la Duma dicen que, durante todo el año próximo los ciudadanos con derecho a las compensaciones monetarias disfrutarán de un llamado "paquete social".
Ese supuesto beneficio, cuyo valor de 170 pesos mensuales será descontado a to-dos de modo obligatorio, sólo servirá para cubrir el transporte en trenes suburbanos a las dachas (por lo común pequeñas parcelas en las afueras de las ciudades que dan de comer a sus propietarios urbanos) y un mínimo de medicamentos gratuitos.
A partir de 2006, justo cuando entre en vigor la siguiente etapa de la reforma, vi-vienda, electricidad, calefacción, gas, agua y otros servicios básicos, podrán elegir entre mantener el "paquete social" o recibir su compensación monetaria completa.
El Kremlin busca aprobar la reforma antes de que el rechazo espontáneo de mu-chos rusos adquiera dimensión de movimiento nacional o de que algún partido de oposición sepa abanderar el descontento.
Sin embargo, el presidente Vladimir Pu-tin se comporta con la tranquilidad de quien sabe que, cuando millones de rusos ya de por sí empobrecidos y que votaron por él empiecen a resentir los efectos de los cambios que entrarán en vigor el primero de enero próximo, tendrá todavía amplio margen de maniobra para desviar la previsible ira en su contra.
Por el control casi absoluto que ejerce sobre los medios de comunicación locales, en un escenario extremo de protesta social desbordada o en otro menos dramático pero de conveniencia electoral de cara a 2008, Putin no dudará en convertir en chivo ex-piatorio al primer ministro, Mijail Fradkov.
Pero eso se definirá dentro de tres años y, mientras, parecen ser otras las prioridades. Una de ellas, cada vez más obvia, es realizar un peculiar reparto de la riqueza, en el sentido de favorecer a los clanes del entorno presidencial a costa de algunos magnates políticamente incorrectos, como Mijail Jodorkovsky, el accionista principal de la petrolera Yukos sometido a juicio.
Los nuevos favoritos del Kremlin que, tras acaparar el poder político anhelan el económico, también pretenden conseguir a precio de regalo las empresas del sector pú-blico consideradas estratégicas al grado que ni siquiera el anterior inquilino del Kremlin, Boris Yeltsin, se atrevió a privatizar.
En esa dirección apuntan dos hechos recientes: el nombramiento del poderoso se-cretario particular de Putin, Igor Sechin, co-mo presidente del consejo de administración de la petrolera estatal Rosneft, a quien algunos analistas atribuyen la estrategia de acoso a Yukos, y el anuncio de que el Kremlin elaboró ya una lista de más de mil 100 empresas públicas que serán desincorporadas en 2005.
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