México D.F. Martes 3 de agosto de 2004
En el DF, 25% de los menores que trabajan sólo
subsisten de propinas, según Unicef
Sometidos a explotación, más de 17 millones
de niños en AL
En Colombia son enrolados en los grupos guerrilleros;
en Perú las minas deterioran su salud
AFP
Acorralados
por la pobreza, 17 millones de niños latinoamericano en edad de
jugar, estudiar y recibir afecto de los padres laboran en condiciones paupérrimas
en las minas de América del Sur, viven esclavizados como "trabajadores
domésticos" en la mayoría de los países del continente
o son explotados sexualmente.
Los niños latinoamericanos aparecen en las calles
de las capitales de México y Argentina limpiando parabrisas y pepenando
basura; en Bolivia y Perú son utilizados para bajar a las minas,
lo cual les reduce la esperanza de vida a sólo 45 años; son
explotados sexualmente lo mismo en los puertos de Costa Rica, las playas
de República Dominicana o en las principales ciudades de Guatemala
y Brasil, o son reclutados como combatientes en Colombia.
Curiosamente, todos los países de América
Latina están de acuerdo en combatir la explotación infantil
-26 naciones del continente han ratificado la convención de la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) para la erradicación de las peores
formas de trabajo infantil-, pero en la realidad no cesa, va en aumento
por los bajos salarios que obtienen frente a un adulto, la facilidad para
utilizarlos en trabajos peligrosos al fondo de las minas y su fácil
integración a la red de explotación sexual a lo largo y ancho
de América Latina.
Informes recientes del Fondo de Naciones Unidas para la
Infancia (Unicef) estiman que en México trabajan más de 3.5
millones de niños menores de 16 años, y 25 por ciento de
los niños trabajadores del Distrito Federal no llegan a los 12 años
de edad y sólo subsisten de propinas.
El 80 por ciento de los niños que trabajan aportan
buena parte o la totalidad de su ingreso al hogar, y su contribución
se convierte en parte vital del sustento de la familia, según documentos
de Unicef y del Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF),
consignados por la agencia Afp en sus despachos.
Citando los mismos documentos, la agencia asegura que
los niños trabajadores de la ciudad de México realizan un
abanico de labores que van desde empacadores (46 por ciento), vendedores
ambulantes (23%), ayudantes en mercados públicos (10%) y limpiadores
de parabrisas (4 por ciento), además de lavadores de autos, lustrabotas
o mendigos.
Los pequeños mineros
En Perú, 50 mil niños trabajan en actividades
relacionadas con la explotación del oro y manipulan mercurio sin
protección alguna. La mortalidad allí es significativa, asegura
la coordinadora regional del Programa de Erradicación del Trabajo
Infantil, de la OIT. Los niños mineros de Perú mueren de
asfixia, aplastados en derrumbes o por el avance inexorable de la silicosis,
enfermedad que corroe los pulmones por inhalación de sílice.
La mayoría de los 120 mil niños mineros
quechuas y aymaras de Bolivia tienen tan sólo entre siete y 17 años
y son utilizados en las labores dentro de las minas, donde muchos adultos
ya no quieren regresar jamás. Incluso manipulan dinamita y separan
estaño mediante productos químicos de alta peligrosidad.
Su esperanza de vida no supera los 45 años.
En la comunidad de San Juan Sacatepéquez, Guatemala,
los niños de la pólvora son tristemente conocidos.
Desde los siete años de edad, en mesitas colocadas en improvisados
talleres en el patio del hogar, hunden sus manos en bolsas de pólvora
y la esparcen sobre bastidores que contienen cientos de cartuchos. Son
los armadores de petardos que compran los padres de niños más
afortunados para detonarlos en las fiestas populares.
Con el cuerpo teñido de gris por el contacto con
la pólvora, muchas familias trabajan jornadas de 12 horas o más
porque se les aplica la modalidad de pago a destajo. Los más afortunados
reciben 50 quetzales a la semana (6.4 dólares).
Los combatientes
Un informe reciente de Human Rights Watch calcula que
11 mil menores de edad combaten actualmente en las Fuerzas Armadas Revolucionarias
de Colombia y el Ejército de Liberación Nacional o en los
grupos paramilitares denominados Autodefensas Unidas de Colombia.
La cifra, sin embargo, no puede ser exacta, pues contrasta
con la del Instituto Colombiano de Bienes Familiares, el cual señala
apenas 7 mil niños, o los datos actuales de Unicef, el cual estima
que a comienzos de 2004 en el país había 14 mil menores combatientes.
La falta de oportunidades en el ámbito laboral
y la fantasía de poder que despierta en un niño el manejo
de las armas son las principales causas del enrolamiento voluntario de
menores en los grupos guerrilleros o paramilitares. En las décadas
recientes, el número de víctimas mortales civiles en conflictos
armados creció en 90 por ciento, y la mitad de esa cantidad son
niños, según estimaciones de la Organización de Naciones
Unidas.
Pero la explotación sexual entre menores es aún
mayor, porque abarca la mayoría de los países de Latinoamérica.
Existe en los campamentos mineros de Brasil, en las cercanías de
los puertos de Costa Rica, en las playas de los países del Caribe
o en la turística ciudad de Cuzco, en Perú. Cientos de niños
de entre siete y 17 años de edad venden su cuerpo para poder sobrevivir
o llevar algún alimento a su familia.
Los personeros de las redes de prostitución infantil
seducen a familias pobres prometiendo jugosos salarios para emplear a sus
niños en hoteles y restaurantes inexistentes. Cerca de 20 por ciento
de los viajes internacionales se realizan con fines sexuales y 3 por ciento
son protagonizados por pedófilos, de acuerdo con las cifras presentadas
en el Congreso Mundial sobre Explotación Sexual Infantil celebrado
años atrás en Estocolmo, Suecia.
Niñas entregadas para ser violadas en pago de deudas,
abuso reiterado de padres, hermanos o tíos, o prostitución
como único camino de supervivencia, confirman la dramática
cara de la explotación sexual en Brasil.
En julio pasado, el Congreso brasileño pidió
que se investigara a 250 personas por su pregunto vínculo con la
explotación sexual. El informe, que puso en la opinión pública
con nombres propios a políticos, jueces, religiosos, empresarios
y médicos, reveló la existencia de 241 rutas terrestres,
marítimas y aéreas "para llevar mujeres jóvenes y
niños brasileños" al exterior con fines de explotación
sexual.
Para Iza María de Oliveira, directora de la organización
no gubernamental Foro Nacional de Prevención y Erradicación
del Trabajo Infantil, la clandestinidad que rodea la explotación
sexual infantil hace difícil elaborar un censo que permita dimensionar
cuantitativamente el problema. Calcula que en el presente año tan
sólo la organización que preside atenderá a 28 mil
niños y adolescentes que han sido o son explotados sexualmente en
Brasil.
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