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México D.F. Lunes 21 de junio de 2004
EL SAQUEO A PEMEX
De
acuerdo con un estudio realizado por Pemex Exploración y Producción
(PEP) y con cifras presentadas por las bancadas priístas en el Senado
y la Cámara de Diputados, el país ha sufrido, en lo que va
del gobierno de Vicente Fox, una caída de 42 por ciento en sus reservas
de hidrocarburos. En ese mismo lapso, las exportaciones se han disparado
13 por ciento -de un millón 652 mil barriles diarios a un millón
860 mil- y las autoridades pretenden llevarlas a dos millones diarios a
fines de este año. La producción total subió más
de 8 por ciento, al pasar de 3 millones 127 mil barriles diarios a 3 millones
382 mil. En 2003 Pemex aportó a las arcas nacionales más
de 470 mil millones de pesos -la mayor contribución en la historia
de la paraestatal-, en tanto que en lo que va del presente año los
precios internacionales promedio del crudo mexicano se han incrementado
casi 30 por ciento -de 20 dólares por barril a 28.41- con respecto
a lo previsto en el Presupuesto de Egresos y la Ley de Ingresos para 2004.
Para decirlo de manera sintética, la industria
petrolera nacional sufre un acelerado y, al parecer, programado proceso
de destrucción que no se origina en la administración foxista
-el desaparecido Heberto Castillo formuló los primeros señalamientos
de alarma en el sexenio de la "bonanza petrolera" de José López
Portillo, hace 25 años- pero que se acentúa de manera perceptible
de 2000 a la fecha, en concordancia con el proyecto desnacionalizador de
Pemex y el empeño del grupo gobernante por entregar el sector energético
del país a la inversión extranjera.
La inversión productiva en la industria petrolera
decrece en forma inversamente proporcional a la desmesurada e irracional
explotación del crudo; los cuantiosos recursos obtenidos por el
alza coyuntural de sus precios internacionales se diluyen de manera turbia
y discrecional en el mantenimiento de un aparato burocrático que,
para colmo, es utilizado en forma facciosa y partidista, y luego se arguye
que "no hay dinero" para invertir en la paraestatal y que es necesaria,
en consecuencia, la "apertura" de Pemex a los capitales especuladores del
exterior.
Al margen de este manejo, inescrupuloso, si los hay, de
una empresa propiedad de todos los mexicanos, el saqueo y la destrucción
de Pemex es una afrenta y un robo a las generaciones futuras y un atentado
a la viabilidad del país a mediano plazo. Destinar casi la totalidad
de los ingresos petroleros a gastos frívolos y poco transparentes
y la reiterada negativa gubernamental a invertir así sea una parte
de esos recursos en prospección y en la actualización y expansión
de la planta petrolera, son medidas que, de persistir, dejarán a
México sin gas y sin petróleo en cosa de una década.
De ocurrir así, se habrá servido de manera
eficiente las necesidades estratégicas de Estados Unidos, se habrá
consumado una grave traición a los intereses nacionales y se habrá
dilapidado en forma por demás irresponsable el patrimonio de los
mexicanos. La sociedad debe estar consciente de estos peligros y movilizarse
para impedir que ese ominoso escenario se convierta en realidad.
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