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México D.F. Lunes 21 de junio de 2004

Octavio Paredes López*

El IPN y la innovación científica y tecnológica

Este año se festeja el aniversario 68 del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y 45 de su campus Zacatenco. Es innegable el gran número de aportaciones que el IPN ha otorgado a la sociedad mexicana. Ha formado técnicos y profesionales en áreas estratégicas para su desarrollo y, en un buen número de ellas, ha sido pionero indiscutible (técnicos mecánicos, médicos rurales, ingenieros en diversas disciplinas, etcétera); y tuvo la visión original de iniciar la formación de profesionales en biotecnología, homeopatía, aeronáutica, textiles, mecatrónica, entre otros, campos que hasta en la última década han tomado vigencia. Sus ingenieros crearon hace 45 años la primera televisora educativa y cultural de América Latina y desarrollaron antes que nadie a escala mundial la televisión a colores. Esto no es un análisis exhaustivo de las amplias contribuciones del instituto al desarrollo del México moderno.

Sin embargo, el IPN tiene ahora retos académicos, científicos y tecnológicos que hacen impostergable algunos ajustes en su estructura. La apropiación tecnológica en este nuevo siglo es fundamental para lograr un crecimiento económico sostenido. Más que en cualquier etapa histórica previa es indispensable identificar, cultivar y apoyar la innovación en todos los niveles de la economía. La globalización ha cambiado el paradigma de la competitividad. En la actualidad, bajos costos, alta calidad y rápida generación de productos ya no crean ventajas de mercado; representan solamente los requerimientos básicos para entrar en juego. La prosperidad en la economía global está asociada con la habilidad innovativa: a transferir el conocimiento en nuevos productos, procesos y servicios. Nuestras empresas deben apostar a la innovación. Todo ello no es posible sin la presencia también de grupos sólidos de investigación en las ciencias básicas.

Un buen ejemplo lo constituyen las inversiones efectuadas en Estados Unidos en las dos pasadas décadas que generaron la revolución genómica (expresión máxima de ciencia básica), pero la secuenciación del genoma humano ya ha dado lugar a nuevas compañías y productos, desde equipos y herramientas hasta nuevas terapias. Es decir, en los países desarrollados las redes de innovación están bien estructuradas y las políticas alrededor del conocimiento son estables, mientras que en México están poco articuladas y el denominador común es la incertidumbre, y dominan las políticas con visión de corto plazo. Desde hace varias décadas las inversiones en ciencia y tecnología oscilan alrededor del 0.40 por ciento del PIB, a pesar de que las recomendaciones internacionales indican que deben ser superiores a 1.5 por ciento. Afortunadamente los legisladores en fecha reciente aprobaron la ley que recomienda erogaciones superiores a uno por ciento en ciencia y tecnología; esperemos que se tomen las medidas financieras y fiscales para alcanzar tal nivel. Como señala Marcelino Cereijido, del Cinvestav-IPN: mientras los países desarrollados se apoyan en la ciencia, los subdesarrollados hablan de apoyar la ciencia.

Las evaluaciones educativas internacionales siempre nos colocan al final y lo mismo ocurre en innovación tecnológica. Es decir, el subdesarrollo científico es más pronunciado que el económico y que hasta el tamaño geográfico, pues ocupamos la posición nueve entre las economías del mundo y somos el catorceavo país en extensión geográfica. A pesar de ello, tenemos una comunidad en ciencia y tecnología formada por 10 mil científicos y tecnólogos miembros del SNI (y otros 15 mil dentro del quehacer) sobre la que los indicadores muestran que es de muy alta calidad mundial; sin embargo, es muy pequeña en relación con los 100 millones de habitantes.

En México tenemos que encontrar el camino. El modelo de las maquiladoras está pasando por momentos difíciles y, aunque se espera un repunte en la próxima década, la estrategia diseñada favorece muy poco la transferencia de tecnología. También la válvula de la emigración está en peligro en el mediano plazo, y sus cuantiosas remesas actuales minimizan y quizá ocultan la tragedia que tenemos en el campo. Por cierto, y como comentario al margen, ningún país se ha desarrollado si no desarrolla el sector primario de la economía. Pero tampoco ningún país alcanza su desarrollo pleno cuando expulsa sistemáticamente de su seno a sus jóvenes. El catalán Wagensberg expresa que para que México dé el salto a la modernidad, debemos darnos cuenta que nadie hará la investigación en ciencia y tecnología por nosotros; que no esperemos peces ni cañas de pescar de los países desarrollados, que antepongamos la generación endógena de los conocimientos que originan progreso, y dignidad individual y colectiva. Los avances espectaculares de China e India, entre otros, en educación, ciencia y tecnología, deben servirnos de ejemplo; y sus estrategias no se basan solamente en mano de obra barata, sino en el conocimiento.

Las autoridades del IPN están obligadas, y en eso avanzan en la actualidad, a la búsqueda de estrategias que inserten a su comunidad, formada por más de 200 mil personas, en diversos lugares del país, en una nueva dinámica basada en una educación de calidad y en estructuras frescas que favorezcan la generación de conocimientos científicos y tecnológicos en donde se privilegien las acciones grupales y multidisciplinarias, y se retomen los principios cardenistas que le dieron origen, para la formación de personal que cree riqueza para una sociedad que sigue esperando todavía mejores niveles de bienestar.

* Investigador Cinvestav-IPN, Irapuato; presidente de la Academia Mexicana de Ciencias

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