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México D.F. Viernes 23 de abril de 2004
Philippe Faure*
El bicentenario del Código Civil: el espíritu de Bonaparte
Napoleón I declaraba que su gloria no era "haber ganado 40 batallas, sino haber instituido un código que nada sería capaz de borrar y el cual viviría eternamente". Estas palabras célebres se confirman de manera brillante en las conmemoraciones del bicentenario de la promulgación del Código Civil de los franceses, que se llevan a cabo en todo el mundo y en especial en México.
Pero, Ƒpor qué 200 años después se celebra todavía esta obra que tomó el nombre de Código de Napoleón en 1807? Para tratar de responder a esta interrogante, me parece útil definir lo que representa el Código Civil y cuál es, hoy en día, su influencia.
Este documento, concebido como el conjunto de leyes que regulan las relaciones de los ciudadanos entre sí, se articula en torno a tres pilares fundamentales: la familia, la propiedad y el contrato.
La obra codificadora dista de ser un trabajo cómodo: el Código Civil es ante todo la expresión de la voluntad política infalible de Bonaparte, que supo rodearse de eminentes juristas salidos de las diferentes familias del derecho y la política: Tronchet, Portalis, Bigot de Préameneu y Maleville. Del talento y la moderación de estos hombres nació un conjunto jurídico coherente, claro, accesible para todos, en el que se efectúa la síntesis del antiguo derecho y de las conquistas revolucionarias.
El Código Civil consagra sobre todo una concepción del derecho reformador de la sociedad, unificador de la nación y factor de igualdad. La codificación napoleónica quiere ser ante todo instrumento de modernización de la sociedad civil que garantice la difusión de las ideas de las Luces y de la Revolución. A partir de la entrada en vigor del código, todos los individuos gozan de derechos y deben acatar las mismas reglas: separadas de las prescripciones religiosas. La persona se encuentra a partir de ese momento sometida, del nacimiento a la muerte, a un Estado civil laico simbolizado por el matrimonio civil. Si bien Dios está ausente del Código Civil, al padre de familia se le atribuye, sin embargo, un lugar preponderante para garantizar el orden en el seno de la familia.
Con el paso del tiempo, la codificación de 1804 se presenta como un acto político de alcance realmente histórico: fortaleció la cohesión nacional y garantizó la estabilidad de la sociedad francesa cuando imperaba gran inestabilidad política. El Código Civil, monumento de la cultura jurídica y política francesa, tuvo gran prestigio internacional como primer código moderno, constituyendo una referencia para numerosos legisladores allende nuestras fronteras a lo largo de los siglos XIX y XX.
ƑCuál es la influencia de la codificación napoleónica?
El rigor del proceso codificador, la elegancia y la claridad de su estilo, pero sobre todo la modernidad del espíritu, el equilibrio que el código mantiene entre derechos y obligaciones, los valores en los cuales se fundamenta (libertad, igualdad y también voluntad y responsabilidad) explican su asombrosa longevidad en Francia y su éxi-to internacional.
Si bien el Código Civil se impuso primero por la fuerza en el seno del Imperio Napoleónico, su influencia se mantuvo después de la caída del imperio y se difundió en el mundo entero. En Europa, por supuesto, pero también en América Latina, en donde su carácter moderno tuvo eco muy importante. Contribuyó, por ejemplo, al nacimiento de los códigos civiles mexicanos, adoptados en 1870, 1884 y 1928.
Dos siglos más tarde, el código de Napoleón sigue vigente, continúa siendo una referencia para toda la legislación francesa y ocupa un lugar único entre nuestras instituciones. Este documento, vigente desde el imperio hasta la actual V República, se ha convertido en un verdadero "lugar de memoria" de la nación francesa.
Hoy día, cuando las leyes se suceden unas a otras con ritmo sostenido por la aceleración del progreso científico, cuando la creación de nuevos derechos individuales y colectivos, las alternancias políticas y los textos son a veces poco precisos, resulta importante recordar la claridad de las palabras de Portalis: "la ley ordena, permite o prohíbe".
La codificación sigue siendo un instrumento indispensable para mantener, en el mundo moderno, el ideal de una ley clara, inteligible, accesible para todos, que constituye ya un objetivo de valor constitucional. La codificación, exigencia democrática, se ha convertido asimismo en exigencia económica: la codificación tiene la posibilidad, en efecto, de reducir el costo de acceso al derecho para las administraciones y las empresas privadas, propiciando de esta manera las inversiones.
En un momento en el cual la armonización, incluso la unificación del derecho privado, se encuentra en el centro de los debates jurídicos y políticos, en particular en la Unión Europea, el espíritu del Código Civil debe seguir siendo una referencia: es necesario propiciar la emergencia de un sistema jurídico equilibrado que responda no solamente a las exigencias económicas sino también a consideraciones democráticas. Los ideales de humanismo, de justicia social, de equidad, de inteligibilidad y de facilidad de acceso al derecho, la voluntad reformadora y unificadora que presidieron la elaboración del Código Civil no han perdido, en efecto, su actualidad.
Si se celebra entonces este año el bicentenario del Código Civil prácticamente en todas partes del planeta, es quizás porque el espíritu de Bonaparte se mantiene presente y sigue influyendo nuestras legislaciones, inspirando asimismo a nuestros legisladores. *Embajador de Francia en México
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