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México D.F. Lunes 23 de febrero de 2004
José Cueli
Carnaval familiar
Los cabales nos mirábamos al paso de los tacos de carnitas, lechuguita, salsa entequilada rociada de la más clara y transparente de las cervezas y la morena e inquieta victoria, al ritmo del crujiente chicharrón, antes de entrar al coso de Insurgentes a presenciar la familiar corrida de toros.
Y es que por mucho que le dé uno vueltas a las cosas, todo estaba anunciado desde antes. La mixtura de cerveza y tequila no impidió captar que tanto Humberto Flores, Federico Pizarro o el alternativo Israel Téllez, sin sitio, la tenían difícil con los débiles, sin peligro, ásperos al final, algunos por lo mal lidiados, toritos de Santa Fe del Campo, que acentuaban la alegría cervercera evitadora de la somnolencia. Total, dicen algunos, toda alegría que no provenga del alcohol es ficticia.
Que nadie se llame a engaño, los cabales sabíamos lo que sucedería. Sabíamos la escalera en carnavalero danzón zig zag de la ingesta alcohólica chulesca rematada en chulería. Al fin, dicen los expertos, nadie sabe nada de nada en el toreo y cada quien ve su corrida, como señalaba mi extrañado Jaime Avilés.
En el ruedo, los toritos de Santa Fe del Campo acabaron molidos a derechazos por los toreros, dramas humanos, chispas de ansiedad de la oportunidad que se escapaba. Tanto que en su desesperación Humberto Flores se entregó a toma y daca en dos estocadas que no le valieron ni un taco de oreja. š Tan rigorista juez!
Corrida carnavalera en la que, ante la falta de toro, la cerveza nos encubrió la dramática frustración de los toreros que pudieron ser y otro que quiere.
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