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México D.F. Lunes 23 de febrero de 2004
Intensidad expresiva y destreza en el zapateao
dominan en el Teatro de la Ciudad
Rafael Amargo conquista al público mexicano
con su apasionada manera de bailar flamenco
MARIANA NORANDI ESPECIAL
Rafael Amargo (Granada, 1975), uno de los bailaores más
relevantes en la actual escena flamenca, se presentó este fin de
semana por primera vez en México. El motivo de su visita fue la
invitación que recibió para participar en el espectáculo
Los gigantes de la danza, celebrado este jueves y viernes en el
Auditorio Nacional, el cual reunió a grandes figuras de la danza,
como José Manuel Carreño, Paloma Herrera y Maximiliano Guerra.
Aprovechando la estancia del bailaor en nuestro país, Zarabanda
Producciones le propuso presentar un espectáculo propio para que
los capitalinos tuviéramos la oportunidad de conocer mejor su arte,
ofrecimiento que el granadino aceptó y que llevó a cabo este
sábado en el Teatro de la Ciudad.
Rafael
Amargo continúa presentando en España, y el mundo, su tercera
coreografía -desde que fundara su propia compañía
hace cuatro años- titulada Poeta en Nueva York, la cual está
inspirada en la obra homónima de Federico García Lorca. Pero,
en esta ocasión, debido a la compleja infraestructura que requiere
ese espectáculo y lo rápido de su visita, Amargo viajó
a México con sólo ocho componentes de los 29 que integran
su compañía y preparó un espectáculo recopilatorio
al que llamó, acertadamente, Intimo. En él reunió
una serie de piezas flamencas que fueron del estilo más puro y ortodoxo
al más innovador y mestizo, todo ello dentro de un marco improvisado
e íntimo, en el que prevaleció su gran entrega y profesionalismo.
Acompañado por la primera bailarina de su compañía,
Olga Pericet, y por los guitarristas Flavio Rodríguez y Camarón
de Pitita, el violinista venezolano David Moreira, las cantaoras Maite
Maya y María Carmona y en el cajón peruano Antonio Maya,
Amargo recopiló piezas flamencas que hacía mucho no ejecutaba
y cuyo único hilo conductor fue su innovador y ecléctico
estilo de interpretar y vivir el baile flamenco.
Sobriedad y delicadeza
Ante un teatro prácticamente lleno, salió
al escenario con Olga Pericet. Vestido con un elegante traje negro, y ella
con un sensual vestido dorado, interpretaron una balada flamenca en la
que el arte andaluz se fusiona con la danza contemporánea de manera
sobria y delicada. En esta pieza, los bailaores representan una escena
romántica y apasionada al estilo Amor brujo, de Manuel de
Falla, con la que, desde un principio, embrujaron al público.
Tras esta introducción, aparecieron en el escenario
los músicos que, ubicados a un lado del escenario, cantaron dos
martinetes (uno de los cantes más antiguos y hondos del flamenco
que se interpreta sin el acompañamiento de música) y que
los bailaores interpretaron por separado.
Interesante en el cuadro de músicos de esta compañía
es la presencia del violinista David Moreira. Aunque el violín no
es un instrumento muy frecuente en el flamenco, cada vez es más
habitual verlo en determinadas propuestas, especialmente en la danza. Este
músico, que ha acompañado a bailaores como Antonio Canales,
Cristóbal Reyes o Amelia Vega, ha creado un sonido singular con
el que no sólo encuentra un buen cobijo en el flamenco, sino que
lo enriquece de un extraño halo ancestral.
El espectáculo siguió por soleás,
tangos, rumbas y bulerías aumentando de manera paulatina la intensidad
y entrega del bailaor en el escenario. Visiblemente entusiasmado por esta
presentación, Amargo fue acentuando sus habilidades expresivas y
su destreza en el zapateao. Se desplazó sobre las puntas de los
pies, sobre los tacones, palmeó y, pese a la improvisación
del espectáculo, exhibió todo un extenso y atractivo vestuario
con el que complementó su propuesta artística y renovadora.
Una de las piezas más aplaudidas y originales fue
la que interpretó con la única escenografía que presentó.
La bailarina, un bailaor de la compañía y él representaron
un triángulo amoroso que finalizó con el trío mojado
de sus pechos desnudos bajo el agua que emanaban unas esferas que pendían
en el aire. De gran contenido estético, esta coreografía
constató los nuevos rumbos por los que transita el flamenco.
El encuentro acabó tal y como debe acabar una reunión
flamenca: con una pieza improvisada donde participan todos los integrantes
de la compañía evocando la esencia de una verdadera fiesta
gitana. Músicos, bailaores y cantaoras, en el primer plano del escenario,
cantaron, bailaron y palmearon al unísono provocando más
de un "¡Ole!" del público. El bailaor, bajó las escaleras
del escenario y, como quien da la vuelta al ruedo en una plaza de toros,
desfiló entre los espectadores a modo de agradecimiento.
Tras hora y media de espectáculo, Rafael Amargo
se ganó a un público que desconocía, pero que conquistó
con la creatividad de su flamenco, arte que genera nuevas y brillantes
figuras y que, después de algunas épocas de olvido, hoy disfruta
un merecido reconocimiento
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