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México D.F. Lunes 23 de febrero de 2004

Jane Fonda, eterna atizadora de pasiones

Su polémica imagen vuelve a titulares por los asuntos de Ciudad Juárez y Kerry

RUPERT CORNWELL THE INDEPENDENT

Sólo hay un problema con Jane Fonda: ƑCuál Jane Fonda? La gama de sus personalidades es, a menudo, desconcertante. Juguete sexual, activista contra la guerra, actriz notable, reina de la salud y el ejercicio, abnegada esposa de empresario, símbolo del movimiento feminista global. Durante su vida, Fonda ha sido todas estas cosas y, con frecuencia, dos o tres de ellas al mismo tiempo.

Sin duda puede decirse que ella, más que nadie, encarna los vaivenes de la historia estadunidense en la segunda mitad del siglo XX; sus tensiones y obsesiones, sus traumas y vanidades.

En fecha reciente dos encarnaciones de Fonda volvieron a los titulares. Una fue la Jane totalmente renovada, quien encabezó una delegación del movimiento feminista V-Day que visitó Guatemala y México para protestar contra el flagelo de la violencia hacia las mujeres. La otra es una Fonda reciclada, un fantasma de Vietnam que regresó para espantar en la actual campaña presidencial.

La última aparición tiene que ver con la historia de dos fotografías, una verdadera y la otra falsa. Las dos fueron utilizadas en la campaña de Bush para desacreditar a John Kerry, veterano de Vietnam y posible candidato demócrata a la presidencia. Una era un montaje con el que se pretendía mostrar a Kerry y Fonda sentados en la misma grada durante un mitin contra la guerra, a principios de los 70. Ya se comprobó que esta imagen fue sólo un intento de enlodar al demócrata, sacado directamente del manual de Joseph Stalin para trucar fotografías. La foto verdadera muestra al joven Kerry como héroe de guerra transformado en activista antibélico, escuchando con atención durante otro acto antibélico, sentado tres filas atrás de la inconfundible figura de Fonda.

No existe evidencia de que Fonda y Kerry hayan cruzado palabra en aquella ocasión; ni siquiera de que se conocieran. Pero el simple uso de esta imagen demuestra la perdurable capacidad de Fonda de encender pasiones. La guerra de Vietnam terminó hace tres décadas y existe el consenso universal de que se trató de una torpeza colosal. Aun así, mucha gente se indigna aún ante el recuerdo de Fonda -ganadora de dos Oscar e hija de uno de los actores más venerados de Estados Unidos- cuando voló a Hanoi en 1972 en compañía del activista de izquierda Tom Hayden (quien llegaría a ser su segundo esposo).

Ese julio, ella habló en la radio de Vietnam Norte para llamar a los soldados estadunidenses a desertar; se asomó por la mirilla de un arma de artillería antiaérea apuntada a los aviones estadunidenses y acusó a sus compatriotas de crímenes de guerra. Hubo quienes exigieron que la juzgaran por traición, o incluso que la ejecutaran. Hasta esta fecha la mayoría de los veteranos de Vietnam no la soportan. No es de extrañar que los republicanos creyeran que, aún después de 30 años, desprestigiar a Kerry asociándolo con Hanoi Jane puede darles ventajas políticas.

Sin embargo, Fonda se ha disculpado muchas veces por aquella faceta. "Sencillamente me mata haber hecho cosas que lastimaron a esos hombres. Jamás fue mi intención", dijo en una entrevista televisiva con Barbara Walters en 2001.

"Yo era sólo una persona que trataba de ser bella y popular. Pero la guerra de Vietnam transformó por completo a muchos jóvenes. Nos sentíamos traicionados por nuestro propio país. Me cambió y me afectó a nivel muy profundo." Con esto, la indestructible Jane Fonda se mostró de cuerpo entero: apasionada en sus compromisos (en ocasiones erróneos), pero indefectible y brutalmente honesta en lo que refiere a su persona.

En estos días a menudo se avergüenza cuando ve sus primeras películas como Cat Ballou, de 1964. ("Es una película maravillosa, pero yo actué realmente mal en ella.") Después, claro, vino Barbarella, ese necio retozo intergaláctico del director francés Roger Vadim, hecho en 1968. En él Fonda interpreta a una astronauta que salta de un planeta a otro y sobrevive a exóticos encuentros sexuales con monstruos, ángeles y otros seres. El filme marcó el fin de la fase de símbolo sexual de Fonda y logró que Vadim se convirtiera en un jugador de peso en Hollywood, usando a Fonda como vehículo.

Pero el fracaso de su relación con Vadim, primero en lo profesional y luego en lo personal, retrata fielmente a Fonda como mujer y en su actitud hacia los hombres.

El director fue su primer marido, en 1965. Quiso meterla en un molde y volverla su creación; Fonda le siguió el juego. Mucho de esto ocurrió también con Hayden y luego con su tercer esposo, Ted Turner, el magnate de los medios con quien se casó, para asombro de muchos, en 1991. La actriz y activista renunció a su carrera fílmica y a su feminismo para convertirse en la esposa de un empresario, bien entrenada en cuestiones domésticas.

La pareja se divorció diez años después, con más tristeza que rencor, después de lo cual Fonda aseveró que en ese momento, a principios de su sexta década, al fin se había encontrado a sí misma y logrado "crecer y sanarse".

El que se haya perdido a sí misma es un hecho atribuible principalmente a su padre, Henry Fonda. En la pantalla Henry se dedicó a encarnar a todo aquello que es noble, pero con Jane y su hermano, Peter, quienes lo idolatraban, fue un padre frío y distante. La madre de ambos, Frances Seymour Brokaw, se suicidó cuando su hija tenía 12 años. La actriz, hasta la fecha, no puede hablar de ese tema. Jane decidió entregar el corazón a su padre, pero recibió muy poco a cambio. De nuevo, la entrevista con Barbara Walters es reveladora. "Si eres una niña y adoras a tu padre, que es un ser remoto, aprendes a doblarte como pretzel hasta convertirte en cualquier cosa que él quiera que seas."

Fue una actitud que la llevó, inexorablemente, a gravitar en torno a hombres fuertes y dominantes. Ella lo describió así: "ƑQuieres que sea esto? ƑQuieres que sea lo otro? Perfecto. Puedo ser cualquier cosa que tú desees".

Así fue con Vadim. Así fue con Hayden cuando Fonda se lanzó de lleno en su política radical. Ella invirtió importantes cantidades de dinero en la fallida campaña de su marido para ocupar un escaño en el Senado en 1976, y en otras de sus aventuras políticas, antes de que el matrimonio se disolviera la década siguiente.

También fue así con Ted Turner, el frenético macho alfa en la manada de los medios de comunicación. Finalmente, en 2000 ella lo dejó, de la misma forma en que había dejado Hollywood cuando se casó con él. Jane Fonda había exorcizado a sus demonios.

Detrás de las controversias y sus propios análisis autocríticos está el hecho de que Fonda, en su mejor época, fue una actriz notable. Fue siete veces candidata al Oscar y lo ganó en dos ocasiones. El punto decisivo fue They shoot the horses, don't they? (Baile de ilusiones), de 1969, película que narra un brutal maratón de baile durante la Gran Depresión. Después fue Klute, de 1971, probablemente su mejor película. En ella interpretó a una prostituta acosada por un asesino. Ese papel le dio su primer Oscar.

En retrospectiva, estos papeles ya apuntaban a su última encarnación como feminista. En ambos interpretó a mujeres víctimas de explotación: económica en They shoot the horses... y sexual en Klute. El viaje a Vietnam descarriló su carrera por un tiempo. Pero la maravillosa y menospreciada película Julia, de 1977, con Vanessa Redgrave, la devolvió al camino, seguida por China syndrome (Síndrome de China), en la que interpreta a una reportera de televisión que descubre los riesgos de una planta nuclear.

Al año siguiente logró un segundo Oscar por la conmovedora Coming home (Regreso sin gloria). Su papel es el de la esposa de un soldado que es enviado a Vietnam. Empieza a hacer trabajo voluntario en un hospital militar, donde se enamora de un veterano desilusionado y semiparalítico por sus heridas de combate.

Si Coming home la hizo reconciliarse de alguna forma con el trauma de Vietnam, en On golden pond, de 1981, película que ella produjo y en la que actuó al lado de Henry Fonda, logró reconciliarse con su padre, un año antes de que éste muriera. Sorprendentemente, por ese papel el actor logró su primer Oscar. Su hija afirmó que esta cinta fue "un regalo para mi padre que resultó increíblemente exitoso".

Pero después los éxitos fueron cada vez más escasos, en parte porque el matrimonio de Fonda y Hayden se estaba destruyendo por sus crisis paralelas de edad madura. Pero para la reina cinematográfica siempre fue importante mantenerse en perfecta forma física. Por tanto, en otra nueva transformación, se convirtió en un icono del ejercicio, y en 1979 abrió el Jane Fonda Workout Studio en Los Angeles. Tres años más tarde apareció el primer video de ejercicio de Fonda. Dos docenas de videos de aerobics más tarde, ella se encontraba al frente de un imperio de la salud valuado en 600 millones de dólares.

Así llegamos a la Jane Fonda actual, en su fase posTed y liberada al fin. Se ve maravillosa, aunque jura que ya no hace ejercicio. En una encuesta tras otra fue votada como la mujer más admirada de Estados Unidos. Después de una pausa de 14 años ha vuelto a las películas en el papel de una diabólica suegra en la comedia romántica Monster in Law, en la que comparte créditos con Jennifer Lopez.

Pero uno tiene la sensación de que ahora, más que nunca, Hollywood es su actividad secundaria. Dedica mucho tiempo a su extensa familia, formada por Vanessa, su hija con Vadim, y Troy, su hijo con Hayden. Durante años los hombres de su vida fueron su causa. Ahora lucha por las mujeres. Durante su matrimonio con Turner se dedicó de nuevo a obras benéficas en Atlanta, donde se encuentra la sede de CNN. Ahí fundó y financió un grupo dedicado a prevenir embarazos en adolescentes.

En 2001 le llegó su nueva epifanía. Fonda vio la representación en Broadway de la obra Los monólogos de la vagina, de Eve Ensler. Las lecturas teatrales que Ensler escribió como celebración de la sexualidad femenina se convirtieron poco a poco en un medio por el que muchas mujeres desahogaron, no sus dichas, sino sus miserias sexuales. Los monólogos transformaron a Fonda. "Me di cuenta de que quería ser parte de esto y lo hice", dijo en una entrevista. Para entonces Ensler ya había fundado V-Day, movimiento que combate la violencia contra niñas y mujeres. Fonda se volvió la compañera de armas de la escritora y viajó con ella por el mundo para llamar la atención sobre el tema.

Dichos viajes han llevado a ambas mujeres a Medio Oriente, Africa y, recientemente, a Centroamérica y a Ciudad Juárez, donde al menos 350 mujeres han sido asesinadas durante los 11 años pasados, muchas de las cuales sufrieron agresión sexual y mutilación. Fonda se reunió con las madres de las víctimas y apremió al gobierno mexicano a llevar a cabo esfuerzos verdaderos por esclarecer los asesinatos.

Obviamente, V-Day es la causa que más ocupa hoy a Fonda. Pero el episodio de Kerry y la más reciente visita de Estados Unidos al Vietnam del pasado nos han dado visos de la apasionada Fonda de antaño. Ella aseguró que el fotomontaje del mitin antibélico fue "un engaño puro", como parte de un intento de presentar al candidato como antipatriótico. Agregó que el montaje fue creado por "un muy reducido y cerrado grupo de la extrema derecha conservadora. La gente está harta de ese tipo de propaganda negra". Así, 30 años después, Hanoi Jane parece algo arrepentida, pero más sabia. De esta manera comprueba que, pese a todos los cambios en su persona, en el fondo es la misma Jane Fonda de siempre.

©The Independent

Traducción: Gabriela Fonseca

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