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México D.F. Miércoles 31 de diciembre de 2003
María Rojo, en contra de la postura perredista
en la ALDF
Señora directora: El pasado domingo, la
mayoría de los diputados pertenecientes a la fracción perredista
de la ALDF, a la que pertenezco, tomó la decisión de posponer
la discusión del dictamen sobre la Ley de Sociedades de Convivencia
para el próximo periodo ordinario de sesiones, cuando habíamos
empeñado nuestra palabra de que ésta se discutiría
en el pleno el 30 de diciembre, con la sola reserva del artículo
sexto. Al respecto, quisiera exponer mi postura personal y como diputada
integrante de la Comisión de Derechos Humanos.
Lamento profundamente esta decisión, que me entristece,
pues aplaza la posibilidad de sentar las bases de una convivencia en tolerancia,
dignidad y seguridad jurídica para los habitantes de nuestra ciudad.
Además, considero que este aplazamiento abre el camino para llevar
al pleno una nueva iniciativa, recientemente promovida por la fracción
perredista, la cual es sustancialmente diferente de la que ya fue aprobada
en lo general por las comisiones unidas de Derechos Humanos y Estudios
Legislativos y Prácticas Parlamentarias el pasado 5 de diciembre
y que, en muchos sentidos, revoca sus alcances jurídicos y de protección
social. Puesto que considero que no existen condiciones para discutir una
propuesta que efectivamente proteja y de certeza jurídica, como
manda nuestra Carta Magna, a quienes optan por formas de convivencia distintas
a las de la mayoría, y en vista de que mi aportación personal
poco podrá cambiar el rumbo que ha decidido tomar la mayoría
perredista, sobre todo cuando la Comisión de Gobierno atraerá
el asunto para su discusión, en un primer momento pensé presentar
mi renuncia como integrante de la Comisión de Derechos Humanos de
esta Asamblea Legislativa. Sin embargo, y pensando en quienes han creído
en mí, me quedo para dar, hasta el final, la batalla por una ley
que me parece tan necesaria. A ellos, a los diferentes, a los marginados,
a mis amigos de siempre, les recuerdo que ya estamos acostumbrados, lo
sabemos: no merecemos "ser inhumados en tierra bendita".
Considero que, más allá de grupos o credos
políticos de cualquier índole, como legisladores tenemos
la obligación de crear leyes que garanticen que quienes optan por
formas de convivencia distintas a las de la mayoría tengan los mismos
derechos que el resto de la población. La iniciativa de Ley de Sociedades
de Convivencia busca el reconocimiento jurídico de los hogares que
no optan por el matrimonio tradicional o el concubinato, al margen de preferencias
sexuales. Esto no es un asunto moral o religioso. No estamos nosotros,
como legisladores de un Estado laico, para sancionar una decisión
libre y responsable de dos personas que acuerdan compartir un techo y apoyarse
mutuamente. No podemos tampoco someter a ningún tipo de consulta
-llámese encuesta, foro o mesa de análisis- los derechos
de las minorías. Nuestra responsabilidad es asegurar que aquellos
que decidan convivir de manera distinta a la norma reciban la misma protección
ante la ley que el resto de la ciudadanía. La única inmoralidad
real sería reprimir y castigar cualquier manifestación de
diferencia y pretender controlar las conciencias.
Siembre he creído que las opciones de convivencia
sólo incumben a quienes las adoptan. La sociedad que niega este
derecho al individuo no sólo lo discrimina y viola la Constitución,
sino que en los hechos lo reprime, mutila sus derechos, lo humilla y lo
segrega. La sociedad que niega el derecho a la diferencia atenta contra
la más elemental concepción de la dignidad humana porque,
parafraseando al poeta y dramaturgo José Ramón Enríquez,
no está enfermo quien es diferente, sino la sociedad que lo reprime.
Por ello, considero que la aprobación de la iniciativa
de Ley de Sociedades de Convivencia sigue siendo una gran oportunidad para
que los diputados del PRD mostremos en la práctica nuestros ideales,
convicciones y principios democráticos de apoyar y respetar, desde
nuestra actual mayoría parlamentaria en el Distrito Federal, los
derechos y la dignidad de las minorías.
María Rojo
Denuncia corrupción en la asignación
de becas del Conacyt
Señora directora: Para nadie es un secreto
que existe corrupción generalizada de los comités de selección
que asignan becas del Conacyt en muchas de las instituciones de educación
superior.
Ante un desempleo que golpea particularmente a los profesionistas,
una beca del Conacyt representa el equivalente a un empleo y la forma de
solventar su situación económica por algunos años;
de esto se dieron cuenta los comités de selección de varias
instituciones. Mencionaré algunos casos de la UNAM en las facultades
de Ciencias Políticas y Sociales y de Arquitectura, donde la mordida
para la beca de doctorado está en 20 mil pesos; en la UAM Iztapalapa
está en 15 mil pesos; en el Colegio de Posgraduados plantel Puebla,
en 20 mil, y en el Centro de Investigación en Ciencias Sociales
de la BUAP, en el doctorado en historia, en 15 mil. Así podría
seguir mi lista con el Cinvestav del IPN, pues esto es público y
notorio, los estudiantes lo saben y cada vez que hay selección los
del comité cambian su coche por otro modelo más reciente
o se van de vacaciones.
Conacyt debería tener mayor cuidado en la transparencia
del proceso, pues toda decisión del comité debe ser por escrito
y estar debidamente fundamentada y motivada, y no como ahora, que la "decisión"
se comunica de manera verbal y a los que no le entran con el soborno
simplemente los rechazan sin más trámite.
Considero que la corrupción es tan generalizada
que lo mejor sería quitar a estas instituciones del padrón
de posgrados de Conacyt y hacer lo que hace la STPS, la cual publica en
Internet los nombres y fotos de sus inspectores del trabajo; así,
si alguno de ellos muerde, es fácilmente identificable. Lo
mismo debería suceder con lo del comité de selección
para identificar y denunciar con facilidad a los corruptos.
Conacyt puede hacer eficientes sus recursos, ahora, con
el recorte presupuestal, eliminando del padrón de excelencia muchos
posgrados que están en entredicho. El dinero de los mexicanos merece
un destino honrado y no el abuso y enriquecimiento de unos cuantos vivales.
M.C. Miguel Alba Vega
El
Correo Ilustrado
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