SALON PALACIO

Carlos Martínez Rentería

Crónica de una boda juchiteca

LLEGAR A JUCHITAN en épocas decembrinas es una proeza, todas las corridas directas se agotan desde los primeros días del mes y otras opciones de conexión poco a poco también se saturan. Así que para asistir a la boda del pintor Soid Pastrana hubo que hacer una triangulación del puerto de Veracruz a Acayucan y finalmente llegar a la tierra donde vivió su niñez Francisco Toledo. En la popular y aguerrida colonia Séptima el sábado pasado hubo 10 bodas, todas durarán por lo menos tres días; las calles se cierran y de un lado a otro de la cuadra hay dos orquestas que se van alternando. Frente a la casa de los Pastrana durante todo el día anterior se colocó la Enramada, que protege a los invitados del Sol. Los hombres deben llevar un cartón de cervezas, las mujeres sus floridos trajes de tehuana y deslumbrantes pendientes de oro; por ejemplo, la elegante madrina Reyna Estaba Sánchez llevaba un collar valuado (de acuerdo con cálculos de un artesano) en medio millón de pesos. Soid Pastrana ya se veía agotado después de tanta ceremonia y libación. El día anterior fue la velación de la novia. Después de la misa en la pequeña parroquia del Señor de Esquipulas tronaron los cohetes y, acompañados por una banda de música, todos los invitados caminaron por las calles de la Séptima hasta la casa de la novia, donde un sacerdote zapoteco ofreció un sermón tradicional para legitimar el enlace. Más cohetes y de nuevo siguió la procesión con los músicos rumbo a la casa de los padrinos, ahí don José Luis Valdivieso repartió las primeras cervezas del día y bolsas de chocolate (Xhavizende) que ahí mismo preparan; la novia se quedó a descansar. Carolina vestía un traje blanco con decorados que diseñó el pintor Pastrana. La procesión continuó hacia la casa del novio; el almuerzo fue con mole negro. Ya las orquestas estaban listas, pero faltaba un recorrido más para recoger a la novia y por fin comenzar la fiesta. Interminable el desfile de personajes políticos, como Héctor Sánchez y Amaranta; músicos, como Gustavo López y Benjamín Anaya; pintores, como Vítor Chaca, Puga y Delfino Marcial Cerqueda; los poetas Víctor de la Cruz, Leticia Luna, Jaime Garza y Natalia Toledo, y otros amigos que viajaron desde el Distrito Federal, como Miguel Angel Pineda y la fotógrafa Eugenia Arenas. A las cuatro de la mañana se despidieron los últimos parientes; quedaron tiradas centenares de pequeñas botellas de cerveza vacías (sólo se beben las llamadas ampolletas), se acabaron más de 200 cartones y algunos litros de mezcal. Pero la fiesta continuaría al día siguiente.

Malas noticias en El pato mojado

EL PATO MOJADO es el restaurante de mariscos más tradicional de Juchitán. Después del refuego etílico del día anterior y mientras se preparaban los anfitriones para continuar la fiesta nada mejor que un caldo de mariscos para recuperarse. Hasta allí llegó la muy mala noticia de la muerte del escritor Juan García Ponce, que tantos momentos perversos nos regaló con su gran literatura. No quedó más remedio que tomarse unos mezcales a su salud y partir de nuevo a las celebraciones matrimoniales. Soid aún dormía, pero la orquesta ya ejecutaba algunos sones tradicionales: los chilangos allí presentes recibimos algunas lecciones de baile por parte de un acomedido y muy enmezcalado "pariente". De nuevo los luminosos vestuarios, más cajas de cerveza y varios recuerdos para los presentes: paliacates a los hombres, abanicos tejidos para las mujeres y pequeñas botellas de mezcal Los Pacos con los nombres de los novios en la etiqueta. Bolsas de plástico con un dibujo de Soid impreso, jícaras con pan y banderitas de papel picado; también como parte del ritual se rompen decenas de cántaros de barro pintados de colores para que los novios tengan suerte. Y como conclusión de esta fiesta, el verso final del poema El casamiento, que escribió el poeta Gabriel López Chiñas: "Se ha callado la música/ ha terminado el son/ Mediuxiga que bailan/ todos nuestros paisanos/ Ya se ocultó el sol/ ya asoma la cabeza de la luna/ ya se retiraron las personas/ tú qué rumbo llevas".

Naderías, una revista juchiteca

SE NOS DERRAMO una botella de mezcal sobre los siete primeros ejemplares de Naderías, de Gerardo Valdivieso, pero con ese olorcito etilizado se disfruta mejor esta publicación, que es la más constante y cuidadosa revista literaria que se hace en Juchitán. En sus páginas conviven varias generaciones de creadores, entre quienes no pueden faltar Macario Matuos, Jorge Magariño, Víctor Terán, Jesús Urbieta y César Martínez, pero también hay nuevas generaciones como el antropólogo Víctor Cata y la gan revelación que es el joven (18 años) pintor Jesús Urbieta Palizada, hijo del gran Jesús Urbieta y de María Palizada, enjundiosa promotora de la obra de este novel artista que muy pronto será un digno continuador de la interrumpida obra de su padre. De Urbieta Palizada es la portada del más reciente número de Naderías, donde también se lee una crónica muy amorosa de Jorge Magariño por los 61 años de Macario Matus, a quien augura: "Animo Macario, hay un 69 en tu futuro".

[email protected]