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México D.F. Miércoles 31 de diciembre de 2003

Luis Linares Zapata

Gordillo y su burbuja

La profesora Gordillo y su burbuja ya son, para el PRI, algo similar a lo que el Comité General de Huelga (CGH) fue para la UNAM y para una parte sustantiva de la ciudadanía del país: una espina enterrada con acelerada ruta hacia la descomposición e inevitables colisiones en el seno partidario. Fueron necesarias varias derrotas, a cual más de dolorosa para ella y su pequeño grupo, para que la sobrada maestra rural ocupara el modesto papel que pueda corresponderle en el gran diseño del país. Pero en el proceso de su merecido achicamiento, va dejando un rastro de corajes, rabietas, pleitos legales perdidos, desplantes incoherentes a escala y pantallas nacionales, apelaciones a su desbordado patriotismo, amenazas a sotto voce con epitafios gratuitos y toda una cadena de posturas alejadas de aquellas que viene sosteniendo la mayoría de sus cada vez más distantes compañeros de partido.

El drama de su defenestración ha sido tortuoso y dilatado. A diferencia de Antonio el Camborio, de Federico García Lorca, Gordillo ha requerido más de tres golpes de sangre para caer de perfil. El primero lo recibió con los 118 votos (de 122) que le asestaron legisladores de su misma fracción para quitarle, con toda la legalidad necesaria, el liderazgo de la fracción priísta. El segundo fue por demás despiadado y terminal, cuando 251 diputados, de una temporal como incipiente coalición, le sorrajaron un revés al derrumbar la iniciativa fiscal que los gordillistas pretendían pasar con el auxilio del PAN y el desesperado apoyo declaratorio de Fox. Sin embargo, todavía pudo, asesorada por sus adláteres, dar por formada una corriente que pomposamente llamo reformadora. Y con base en tal facción de incondicionales se ha dedicado a generar obstáculos, intentar albazos en la Comisión de Hacienda de la Cámara (CDH) para apoyar una sobada y encubierta versión del IVA o IPI para alimentos y medicinas; reducir, en la Comisión de Presupuesto y Cuenta Pública, el castigo que los diputados pretenden infligir a la dispendiosa administración de Fox, así como otras muchas maniobras adicionales, todas infructuosas, pero desgastantes para el partido al cual todavía dice pertenecer.

El postrer golpe se lo dio el nuevo coordinador (Emilio Chuayffet) al destituir a cuatro integrantes de la CDH a través de los cuales la profesora aseguraba la mayoría. Con ese postrer empujón el desbarranque de Gordillo y su burbuja ha sido indetenible. Pero no se dio por derrotada y, en busca de escándalos mayores, aprovechó las chicanadas del presidente de la Cámara para provocar una dilatada disputa en el pleno de la presente sesión extraordinaria sólo para terminar, como en las repetidas, mal concebidas y peor ejecutadas intentonas que planea con su burbuja, en una nueva paliza argumentativa. Esta vez se la propinaron sus oponentes, unos del mismo PRI y otros del PRD -por cierto más certeros, informados y hábiles que los aliados panistas que defendieron sus alegatos- para sostener a los cuatro aliados que le hubieran dado el margen de maniobra necesario en la CDH para pasar la nueva propuesta del PAN. De manera por demás penosa y casi como colofón antes de tocar fondo, la diputada sigue aferrándose a las sillas de su flamante como sitiada oficina, donde antes impartía órdenes sin concierto y sí con mucho desprecio y distancia hacia sus pares. Pero la corta historieta de Gordillo y su burbuja bien puede ser un incidente ejemplar para el presente drama de su partido y, ciertamente con él, del país completo. Casi todos sus simpatizantes (a excepción de aquellos que tienen su origen en las filas del SNTE, que no cuentan para los motivos de esta narración) son conspicuos remanentes de una otrora encumbrada corriente de tecnócratas neoliberales que controlaron el destino de los mexicanos durante tres sexenios consecutivos. Una camada de burócratas y políticos que se adueñaron de los botones de mando desde la administración de De La Madrid, se consolidaron con un desbordado Salinas, prevalecieron con Zedillo y todavía corretean con desparpajo por los pasillos de Los Pinos con el presidente Fox. Veinticinco terribles años de licenciosa conducta para imponer un modelo de gobierno, y acaso de nación, que las urnas nunca les autorizaron. Angustiosos años para el desarrollo del país y para la historia individual de millones de compatriotas que han sufrido las consecuencias de una economía paralizada y un reparto por demás injusto del ingreso.

Esa, al lado de una renovada versión del nacionalismo que proponen los que parecen ser la mayoría de los priístas, son las dos corrientes antagónicas que se enfrentan por los puestos de mando, el control de los órganos directivos o la orientación y contenido de programas en el interior del PRI. La ferocidad del pleito se agranda porque ya no se tiene, como antes, los tapujos y la disciplina que les imponía el jefe nato, sino el horripilante descampado que propicia una sociedad cada vez más abierta, crítica y plural. Los venideros tiempos, quizá los próximos tres años restantes del sexenio, pondrán, sin duda, el escenario en el cual se desenvuelva este drama crucial para el desarrollo o la atrofia del país.

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