México D.F. Sábado 15 de noviembre de 2003
Enrique Calderón A.
La privatización eléctrica, un traje a la medida
A diferencia de México, en Estados Unidos la energía eléctrica es generada y distribuida por una amplia red de más de 2 mil empresas privadas y públicas, propiedad estas últimas de los gobiernos estatales y municipales que dan a esos gobiernos la capacidad de sustentar sus planes de desarrollo en forma autónoma. Cerca de 20 por ciento de la energía es producida por empresas públicas (la mayor parte es privada), así ha sido desde que la energía eléctrica comenzó a ser utilizada masivamente a finales del siglo XIX, existiendo ciudades (como Chicago) donde la energía proviene de 30 empresas distintas.
La historia de la industria eléctrica estadunidense durante el siglo XX es accidentada y compleja: sus inicios fueron caóticos, sus servicios erráticos e impredecibles, su sed de ganancias insaciable; la gran crisis económica que sufrió el país en 1929 -la más grave de su historia- está vinculada con los problemas y las maniobras de las empresas proveedoras de energía eléctrica, tanto así que en 1935 el Congreso estableció una ley para regular las actividades de esta industria con el objetivo de evitar nuevos colapsos. Adicionalmente, el gobierno federal realizó grandes inversiones en hidroeléctricas, termoeléctricas y líneas de transmisión para asegurar el suministro de energía como factor estratégico nacional.
Entre 1950 y 1980 los estadunidenses hicieron un gran esfuerzo para crear e integrar su industria eléctrica nacional, que además de generar y distribuir energía incluía la capacidad de diseño y fabricación de turbinas y generadores de energía, cables conductores y sistemas de control, así como capacidad de diseñar y construir plantas hidroeléctricas, termoeléctricas y nucleoelécticas.
Paralelamente, a lo largo de ese mismo periodo se fue creando una normatividad extraordinaria y un gran proyecto energético nacional orientados a asegurar:
1) El suministro ininterrumpido y de alta calidad, tanto para pequeños como para grandes usuarios. 2) La imposibilidad del surgimiento de monopolios. 3) La modernización tecnológica permanente. 4) El desarrollo continuo de nuevas empresas y su participación en la industria. 5) La capacidad autónoma de los estados y municipios para impulsar su desarrollo eléctrico en función de sus necesidades, y 6) la creación de mecanismos de participación ciudadana en el establecimiento de tarifas y normas de operación.
Con todo ello, los estadunidenses se han asegurado la estabilidad económica ante cualquier cambio dentro de su sector eléctrico y, asimismo, la posibilidad de utilizar la electricidad y la industria eléctrica como motores para impulsar el desarrollo económico. Para ello fue necesario un siglo de esfuerzos y de voluntad política. Basta decir que las recientes leyes tomaron más de 10 años para su elaboración (entre 1980 y 1992), en virtud de la complejidad del tema.
En México las cosas han sido distintas. Luego de un proceso de desarrollo de 30 años entre 1960 y 1990, en el que se construyeron las grandes hidroeléctricas y termoeléctricas con recursos propios, financiamientos limitados y capacidad tecnológica creciente, la industria eléctrica mexicana empezó a ser desarticulada con la contratación de proyectos "llave en mano" para construir nuevas plantas, realizados con empresas extranjeras, sin ningún requisito de integración de tecnología y componentes nacionales.
Por otra parte, los procesos y las normas de regulación actuales están centradas en un esquema monopólico gubernamental, desconociéndose los impactos que cualquier cambio en el sistema pueda generar. En resumen, ni el gobierno ni nadie sabe en realidad en qué nos estamos metiendo con la reformas propuestas, y lo que a los estadunidenses les tomó un siglo para desarrollar un proyecto energético integral, aquí se quiere hacer al vapor con un supuesto "traje a la medida", que mucho me temo ha sido preparado por alguna de las trasnacionales interesadas en el botín. ƑAcaso las experiencias de otros países como Argentina y la nuestra propia con la banca no debería hacernos pensar en la necesidad de estudiar bien el problema?
Los datos de este artículo han sido tomados de una conferencia del ingeniero Rolando Ramírez Bautista, presentada recientemente en el Centro de Estudios Estratégicos de la Universidad Iberoamericana
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